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David Brainerd, fue un misionero de los años 1700 que le predicó a los indios de Pensilvania y New Jersey. Su vida y ministerio fue de inspiración a cientos de misioneros en el mundo. Falleció a la edad de 29 años, producto de una tuberculosis que probablemente adquirió viviendo en los bosques entre los indios. A continuación usted leerá la carta que le escribió a su hermano, el pastor John Brainerd, también misionero. Lo llamativo de la misiva, es que la escribió solo unos días antes de morir, en el otoño del año 1747.

 Querido Hermano:

Estoy escribiendo al borde de la Eternidad, esperando hallarme muy pronto en el mundo invisible. Ya no me siento habitante de la Tierra, y algunas veces deseo «partir para estar con Cristo».

Bendito sea Dios; durante varios años El me ha dado una convicción firme de que es imposible que ninguna criatura racional goce de verdadera felicidad sin haberse dedicado enteramente a El. Bajo la influencia de esa convicción he obrado hasta cierto punto. ¡Oh, si lo hubiera hecho más aun!

Vi la excelencia y la necesidad de la santidad en la vida, pero nunca de tal manera como ahora, cuando ya estoy al lado de la tumba. ¡Oh hermano mio, procura la santidad personal! Sigue adelante para alcanzar esta marca bienaventurada. Ayuda y ora tanto como te lo permita la salud y vive por encima del común de los cristianos.

Encarga a mi gente en el nombre de su ministro moribundo, es mas, en el nombre de Aquel que era muerto y vive, que vivan y anden como es propio del Evangelio. Háblales de las grandes expectativas de Dios y de su pueblo acerca de ellos, y lo terriblemente que dañarían a la causa de Dios si volvieran a caer en el vicio, asi como lo fatalmente que perjudicarian a otros pobres indios.

Insiste siempre en que sus experiencias son engañosas. Sus goces falsos, aunque es posible que sean arrebatados hasta el tercer cielo en su propia jactancia, a menos que el tenor principal de sus vidas sea espiritual, vigilante y santo. Al insistir sobre estas cosas, «te salvarás a ti mismo y salvarás a los que te escuchen».

Dios sabe que de todo corazón deseaba servirle más tiempo en la obra de su ministerio, aunque tuviera que ir acompañado con los trabajos y penalidades de los años pasados.

Si El hubiera considerado apropiado que lo hiciera; pero como su voluntad se ve que es distinta, estoy plenamente satisfecho y solo puedo decir libremente: «Sea hecha la voluntad del Señor».

Con todo el afecto ,de tu hermano moribundo.

David Brainerd

 

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