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..En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33)

Una manera común de percibir la vida cristiana, es que por medio de ella nos libramos de toda adversidad. Pero realmente seremos librados en medio de ella, lo cual es muy diferente. “El que habita  al Abrigo del Altísimo morara  bajo la sombra del Omnipotente…No te sobrevendrá mal ni plaga tocara tu morada” (Salmos 91:1-10). Es decir, el lugar donde estas en unidad con El.

Si eres un hijo de Dios, con seguridad encontrarás adversidades pero Jesús afirma que no debes sorprenderte cuando vengan.  “En el mundo  tendréis aflicción, pero confiad,  yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). El te dice, “no hay nada que temer”. Las mismas personas que antes de haber sido salvas rechazaban hablar de sus problemas, a menudo se quejan y se preocupan después de haber nacido de nuevo, porque tienen una idea equivocada de lo que significa la vida de un creyente.

Dios no nos da una vida triunfante; nos da vida a medida que triunfamos. Las presiones construyen nuestra fortaleza. Si no hay problemas, no habrá fuerza. ¿Estás pidiéndole a Dios que te de vida, libertad y gozo? El no lo hará, a menos que estés dispuesto aceptar la tensión. En cuanto te enfrentes a ella, obtendrás la fortaleza. Vence tu propia cobardía, da el primer paso y Dios te dará el alimento que necesitas. “Al vencedor, le daré a comer del árbol de la vida” (Apocalipsis 2:7).

Si das tu máximo en lo físico te agotas; pero cuando te rindes por completo espiritualmente, obtienes más fuerza. Dios nunca nos da la fuerza para el día de mañana o para la hora siguiente, sino solo para la presión del momento. Nuestra tentación es afrontar las adversidades de acuerdo con el sentido común. Pero un santo se goza incluso cuando está aparentemente vencido por las adversidades, porque la victoria es absurdamente imposible para todo el mundo, menos para Dios.

Fuente: “En pos de lo Supremo” (Oswald Chambers)

 

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