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Dios está haciendo algo en medio del pueblo latinoamericano. Un aire renovado por la verdad bíblica está soplando sobre los creyentes hispanos. Y aunque todavía falta por hacer, es evidente que Dios está abriendo los ojos de su iglesia y muchos están despertando al verdadero evangelio. Esto es digno de celebrar.

Sin embargo, hay algo que me gustaría puntualizar.

En medio de esta legítima euforia que despierta un renovado interés por la sana doctrina, me temo que algunos creyentes están asumiendo posturas doctrinales sin previa reflexión, sin verificación de las Escrituras y en ocasiones casi como un rechazo a todo lo que vivieron en anteriores congregaciones.

Quiero dejar en claro que me estoy refiriendo a esas doctrinas de segundo orden. Aquellas verdades que no se consideran cardinales para la fe cristiana o no son determinantes para la salvación. Cuestiones como el final de los tiempos, el gobierno de la iglesia y los dones espirituales. Y es de esto último que quiero destacar una cosa: muchos creyentes que se consideraban continuistas
se tornan cesacionistas sin una reflexión responsable del tema. De extremo a extremo. Del continuismo al cesacionismo, sin escalas.

Ahora bien, creo que es legítimo que un continuista luego de un estudio responsable, y de una reflexión seria de ambos  argumentos, pueda inclinarse por el cesacionismo. Creo que después de una consideración de los versículos pertinentes, el creyente puede y debe sacar conclusiones al respecto. Eso es bueno.

No obstante, no siempre es el caso.

Creo que muchos creyentes, rechazan y abrazan ciertas posturas doctrinales sin previo estudio. Y en la discusión de los dones, muchos son los que se han declarado del lado cesacionista con ligereza. Y en ocasiones esa nueva postura responde no siempre a un estudio serio, sino más bien como a una forma de repudio a las antiguas convicciones, o como una reacción a la desilusión.

Soy consciente que el movimiento carismático ha llevado a un extremo ciertas prácticas y que lejos de hacer uso legítimo de los dones, ha malentendido su naturaleza, los ha pervertido y ha traído vergüenza a la iglesia. Reconozco que el movimiento de los apóstoles y profetas es un cáncer y que la manera irresponsable y nada bíblica en la que han enseñado y practicado el uso de los dones espirituales ha causado un gran daño.

Rechazamos la práctica de pedir dinero para ser sanados, en nombre del don de sanidad y milagros; rechazamos cuando le predicen el futuro a las personas y repiten la muletilla, ‘esto te dice el Señor’ en nombre del don de profecía; rechazamos cuando se les dice a los creyentes que muevan sus lenguas y repitan palabras ininteligibles, en nombre del don de lenguas. Rechazamos estas y muchas formas similares del uso de estos dones.

Sin embargo, nuestra resistencia a estas formas ilegítimas, no debería traducirse en una postura cesacionista. Seríamos irresponsables si nuestras nuevas convicciones son solo producto de un rechazo a esas prácticas, sobretodo si hemos sido parte de ese movimiento. Sería poco sensato si rechazamos la vigencia de esos dones sin previa consideración. Creo que podemos caer en el error de tirar al bebé junto con el agua sucia de la bañera.  En muchos casos, estas nuevas convicciones se adoptan luego de ver un par de videos en Youtube o después de leer unos posts en las redes sociales. Eso no es un ejercicio responsable.

Mi recomendación es que volvamos a las Escrituras y ver que es lo que nos dicen respecto al tema en cuestión. Busquemos a Dios en oración para que nos guíe. Seguramente el estudio lo podremos matizar con libros, artículos y videos. Creo que todos estos recursos pueden ser de mucha ayuda para el lector responsable.

No pretendo hacer una apología al continuismo. Más bien es un llamado a la reflexión. A volver a las Escrituras en todo sentido de la palabra. No es mi intención hacer una discusión del cesacionismo o del continuismo, mas bien mi interés es crear una consciencia de la responsabilidad de verificar con las Escrituras las posiciones que adoptamos. Esto incluye el temas de los dones, pero no es lo único. Hay otros asuntos en los cuales también debemos evaluar con seriedad y tomar una postura en particular como consecuencia de ello. Quizá una actitud más honesta sería decir que estamos ponderando el tema y no hemos llegado a una posición definitiva.

Aplaudo si después del estudio y de una cautelosa consideración de los textos bíblicos abrazas el cesacionismo. Celebro si tu posición es resultado de una seria evaluación del tema.

Que seamos como los hermanos de Berea en cada verdad que abrazamos (Hechos 17:10-11). Que nuestra actitud sea siempre la de un creyente responsable que acude a la palabra de Dios, cual estudiante a su maestro, para informarse, para instruirse y de esa manera formar sus convicciones. Que pensemos y vivamos bíblicamente.

¡Que sigamos creciendo todos, continuístas y cesacionistas!

¡Volvamos a las Escrituras!

¡Que Dios siga edificando a su iglesia!

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