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Definición

Aunque el término «presbiteriano» se refiere al sistema de gobierno eclesiástico adoptado por estas iglesias, la esencia del presbiterianismo —que es una de las dos tradiciones eclesiásticas derivadas de la reforma ginebrina de Calvino— es la creencia en el Dios soberano, independiente y trino que ha entrado en un pacto para salvar a un pueblo para su propia gloria.

Sumario

La teología presbiteriana es un sistema completo de doctrina, que tiene sus raíces en las Normas de Westminster. Las iglesias presbiterianas comparten mucha doctrina en común con otras iglesias verdaderas: Dios como el Dios independiente y trino que hizo los cielos y la tierra; la Biblia como la palabra infalible de Dios; todas las personas como pecadoras; la justificación no por las obras, sino por la fe en el Señor Jesucristo; la segunda venida de Cristo en gloria; el juicio final para la gloria o la condenación. Los presbiterianos también sostienen doctrinas que comparten con otras tradiciones derivadas de la Reforma: la soberanía absoluta de Dios en la elección; el deber del cristiano de vivir una vida de piedad de acuerdo con la ley moral de Dios, incluidos los Diez Mandamientos; la participación en los dos sacramentos, el Bautismo y la Cena del Señor; la existencia teológica de la iglesia invisible y visible. Sin embargo, la marca distintiva de las iglesias presbiterianas es el sistema de gobierno eclesiástico que han adoptado, en el que los ancianos de las iglesias individuales pertenecen a un presbiterio y los múltiples presbiterios pertenecen a una asamblea general.

Cuando la mayoría de la gente oye el término «presbiteriano», piensa inmediatamente: «Son las personas que creen en la predestinación». Aunque esa definición es cierta, es sumamente inadecuada. Técnicamente, el nombre se refiere a la forma de gobierno bajo la cual se organizan las iglesias presbiterianas. En este sentido, el nombre nos define en contraste con los congregacionalistas, los independientes y los episcopales (como veremos más adelante).

Sin embargo, la esencia del presbiterianismo es la creencia en el Dios soberano, independiente y trino que ha entrado en un pacto para salvar a un pueblo para su propia gloria. El presbiterianismo es una de las dos grandes corrientes que surgieron de la reforma de Calvino en Ginebra. La corriente continental (holandesa y alemana) que se desarrolló en Alemania y los Países Bajos tiene el mismo tipo de gobierno y compromiso doctrinal, definido por las Tres Formas de Unidad: la Confesión Belga, el Catecismo de Heidelberg y los Cánones de Dort.

La corriente presbiteriana se desarrolló en Escocia y sus normas doctrinales son la Confesión de Fe de Westminster, el Catecismo Mayor de Westminster y el Catecismo Menor de Westminster. Aunque las Tres Formas de Unidad y las Normas de Westminster hacen hincapié en aspectos diferentes, en esencia, encarnan el mismo compromiso doctrinal.

Por lo tanto, en pro de la claridad, definiré el presbiterianismo a través de las Normas de Westminster. El objetivo del presbiterianismo es la gloria de Dios (1 Co 1:31). La Confesión de Westminster comienza con el principio formal del presbiterianismo: la palabra inspirada e infalible de Dios, que debe ser la única regla de fe y práctica del cristiano (2 Ti 3:16, 17). El Catecismo Mayor (P&R 5) presenta la doble división de las Normas de Westminster: lo que el hombre debe creer respecto a Dios y el deber que Dios exige al hombre. Estrechamente relacionado con nuestra elevada visión de la Biblia está el compromiso con la predicación como el principal medio utilizado por Dios para reunir y santificar a su pueblo.

Lo que los presbiterianos creen sobre Dios

La Confesión enseña tres afirmaciones sobre Dios: lo que Dios es, las personas en la Divinidad, sus decretos y la ejecución de sus decretos (LC6). El santo y trino Dios es independiente y soberano. Él ha predeterminado todo lo que sucede (Sal 33:11). Aquí se introducen las doctrinas de la elección y de la reprobación. Habiendo decretado la caída, Dios eligió eternamente en Cristo Jesús a todos los que quiso salvar y determinó eternamente dejar al resto en su estado pecaminoso y condenarlos al infierno por sus pecados (Ef 1:4-6; 1 P 2:8). Eligió tratar a los hombres de esta manera por el bien de su propia gloria (Ro 11:33-36).

Históricamente, los presbiterianos han creído que Dios creó todas las cosas por la palabra de su poder en el espacio de seis días y que gobierna y preserva todas las cosas por su santa providencia (Gn 1; He 11:3). Los actos especiales de la providencia de Dios tienen que ver con la redención, el gran tema de la Biblia.

Lo que los presbiterianos creen sobre la teología del pacto

La Confesión desarrolla esta teología de la redención por medio de un sólido compromiso con la Teología del Pacto, el sistema que enseña que Dios siempre ha tratado con la humanidad por medio de una cabeza de pacto (Ro 5:1-14; 1 Co 15:21-22). El primer pacto fue con Adán en el jardín del Edén, llamado pacto de obras o de vida. En este pacto, Adán representaba al género humano; si hubiera cumplido el mandamiento probatorio de no comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, habría alcanzado la vida eterna para él y para todos los que descienden de él por generación ordinaria. Al violar el pacto de probación, él y todos sus descendientes por generación ordinaria morirían no solo física sino espiritualmente, y estarían bajo la ira y la condenación de Dios. La realidad de esta caída es la doctrina de la depravación total: todos los descendientes de Adán nacen muertos en sus delitos y pecados, odian a Dios y no quieren ni pueden acercarse a Él (Ro 8:5-8; 1 Co 2:14; Ef 2:1-3).

Cuando Adán rompió ese pacto, Dios administró el segundo pacto, el pacto de la gracia. La cabeza del segundo pacto es el Señor Jesucristo, Dios encarnado que nació de una virgen y, como Dios-hombre, obedeció perfectamente la ley de Dios y luego ofreció su vida perfecta para la redención de todos los elegidos en Él (1 Ti 3:16; Sal 40:6-8; Ap 5:9, 11).

Dado que todas las personas están muertas en el pecado y no están dispuestas a arrepentirse y creer, Dios soberanamente, por medio de la obra del Espíritu Santo, llama eficazmente a su pueblo a Sí mismo (Jn 3:1-8; 6:44). Todos los que son llamados se arrepentirán con toda seguridad y confiarán en Cristo. El arrepentimiento es una vuelta de todo corazón del pecado al Señor Jesucristo (Zac 12:10; Sal 119:5-6, 59, 128; 2 R 23:25). La fe implica la comprensión y el asentimiento a los hechos básicos revelados en la Biblia sobre Dios, el hombre, Cristo y la salvación, y luego descansar en Cristo solo para la justificación (Jn 1:12; Ro 3:21-26).

Aquellos que abrazan a Cristo tal y como se ofrece en el evangelio son justificados: sus pecados son perdonados y son constituidos legalmente como justos a los ojos de Dios (Ro 4:6-8). La justificación se recibe solo por medio de la fe; el pecador no contribuye en nada a su aceptación ante Dios. Dios adopta a los que justifica, incorporándolos a su familia y concediéndoles todos los derechos y privilegios de los hijos de Dios (Gá 4:4-7; Ro 8:16-17). Además, Dios santifica a todos los que vienen a Cristo para que, por la acción del Espíritu Santo, puedan morir al pecado y crecer en conformidad con la imagen de Cristo (Ro 6:4-6; He 12:14; 2 Ts 2:13).

Debido a que la salvación es una obra de gracia soberana, todos aquellos que Dios eligió, Cristo redimió y el Espíritu convierte nunca perderán su salvación. Más bien, por la gracia de Dios, soportarán y perseverarán hasta el final. Por lo tanto, es posible que los cristianos tengan plena seguridad de su salvación, aunque no todos la posean por igual en todo momento (2 Ti 2:19; 1:8-12).

Lo que creen los presbiterianos sobre el deber del hombre 

El presbiterianismo, sin embargo, no es solo un sistema de doctrina centrado en la soberanía de Dios en la salvación de su pueblo, sino que también se trata de un sistema que abarca una piedad. Así, como se ha señalado anteriormente, la segunda parte principal de lo que enseña la Escritura es el deber que el hombre tiene con Dios.

La revelación de este deber se resume en la ley moral de Dios, registrada en los Diez Mandamientos. Creemos que los Diez Mandamientos, la Ley de Dios, tienen tres propósitos principales: mostrar a las personas su necesidad del Salvador, funcionar como un freno en la sociedad y dirigir al creyente en su comportamiento. De ahí que estos sigan siendo parte de la voluntad de Dios para el comportamiento de su pueblo (Jn 14:15; Mt 22:34-40).

Debido a esta elevada visión de Dios y de la ley, creemos que Dios ha dejado la conciencia de los hombres libre de la tiranía de los hombres y que solo Dios es el Señor de la conciencia. Por lo tanto, somos dirigidos por la ley de Dios y no por las tradiciones hechas por el hombre.

Por medio de su ley, Dios dirige toda la vida y en particular nuestro culto a Él. De ahí que creamos que solo debemos ofrecer a Dios en el culto lo que Él ha revelado directamente en Su Palabra o por buena y necesaria consecuencia o inferencia (Éx 20:4-6; Mt 15:8-9). Este compromiso se denomina Principio Regulativo del culto. Los elementos del culto son la lectura y la predicación de la Palabra, la oración, el canto, los sacramentos, la ofrenda y el uso ocasional de votos y días de ayuno y acción de gracias (1 Ti 4:13; 2 Ti 4:2; Mt 6:8-13; Sal 98:1; Mt 28:19-20; 1 Co 11:23-26; 16:1-4; Mt 6:16-18; Sal 107; Est 9:22). También nos comprometemos a santificar el día de reposo, dedicándolo al culto público y privado de Dios, y a las obras de necesidad y misericordia (Éx 20:8-11; Is 58:13-14; Ap 1:10).

Lo que los presbiterianos creen sobre la iglesia

Una doctrina importante en la visión presbiteriana de la piedad es la doctrina de la iglesia. Creemos que la iglesia puede ser vista en dos aspectos: la iglesia invisible y la iglesia visible (Ef 1:10; Col 1:18; 1 Co 1:2; 12:12-13). No se trata de dos iglesias diferentes, sino de dos formas de ver la iglesia. La iglesia invisible se refiere a la iglesia como todos los elegidos en Cristo: su cuerpo y esposa. La iglesia visible es la manifestación pública de la iglesia hecha evidente en congregaciones y denominaciones particulares. La iglesia visible está formada por los profesantes y sus hijos, y establece que todos los que profesan a Cristo tienen la obligación de ser miembros de una congregación particular. No todos los miembros de la iglesia visible son convertidos y solo al final del tiempo se fundirán los dos en uno.

Nuestras iglesias son gobernadas por ancianos, elegidos por la congregación. Varias congregaciones forman parte de un presbiterio y, en la mayoría de los casos, los presbiterios forman parte de una estructura más amplia llamada Sínodo o Asamblea General (Hch 14:23; Tit 1:5; 1 Ti 4:14). Los ancianos ejercen el cuidado espiritual de los miembros de la iglesia y, cuando es necesario, ejercen la disciplina eclesiástica, expulsando en última instancia a los miembros de la iglesia que persisten en doctrinas o prácticas pecaminosas (Hch 20:28; 1 P 5:1-4; Mt 18:15-18; 1 Co 5:13). Nuestras iglesias también tienen diáconos, hombres ordenados para atender las necesidades materiales de la congregación.

La iglesia visible, sin embargo, es también universal. Cualquier congregación o denominación que manifieste las marcas de la iglesia —la verdadera predicación del evangelio, la correcta administración de los sacramentos y la adecuada disciplina eclesiástica— es una iglesia verdadera (Mt 28:19-20; Ap 2-3). Como presbiterianos, seguimos la instrucción de Pablo de que hay un solo Señor, una sola fe y un solo bautismo, y por lo tanto, aceptamos el bautismo de cualquier persona bautizada en una iglesia verdadera. Confesamos nuestras doctrinas distintivas con humildad y reconocemos que sostenemos muchas doctrinas en común con todas las iglesias verdaderas: que la Biblia es la Palabra infalible de Dios; que Dios es el Dios independiente y trino que hizo los cielos y la tierra; que todas las personas son pecadoras; y que la justificación no es por las obras, sino por la fe en el Señor Jesucristo. También estamos unidos en la creencia del regreso personal y visible del Señor Jesucristo, la dicha eterna de los cristianos en el cielo y la condenación eterna de los impíos.

Creemos que hay dos sacramentos: El Bautismo y la Cena del Señor (Mt 28:19-20; 1 Co 11:23-26). Ambos son signos y sellos de los beneficios del pacto de gracia. Como tales, Cristo, por medio del Espíritu Santo, comunica la fuerza y la gracia a todos los que están en Cristo por conversión.

Lo que los presbiterianos creen sobre las últimas cosas

Creemos que las almas de los creyentes que mueren van inmediatamente a estar con el Señor mientras sus cuerpos descansan en la tumba esperando la resurrección (2 Co 5:1-5; 1 Ts 4:13-18; Mt 7:21). Las almas de los incrédulos son arrojadas al infierno (Mt 7:22-23). Al regreso de Cristo, los muertos serán resucitados, los creyentes que estén vivos se encontrarán con el Señor, y habrá un juicio de ángeles y hombres malvados, y de los justos. Los justos estarán entonces con el Dios trino en cuerpos y almas totalmente glorificados en la nueva tierra. Los impíos serán arrojados al infierno para sufrir el castigo eterno (1 Co 15:42-44; 1 Ts 4:13-18; Jn 5:28-29).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition.


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

Lecturas adicionales

Resumen histórico del presbiterianismo

Doctrinas de la Confesión de Westminster y catecismos

La gloria de Dios en el presbiterianismo