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Definición

La fidelidad de Dios significa que Él es inmutable en Su naturaleza, fiel a Su Palabra, prometió salvar a Su pueblo y mantendrá Sus promesas para siempre. Él es digno de confianza eterna sin importar cuán improbables parezcan Sus promesas. Nada en el cielo ni en la tierra puede impedir a Dios que cumpla todo lo que prometió a Su pueblo por medio de Jesucristo. Esta confiabilidad de Dios debería ser una gran fuente de consuelo y fortaleza para los miembros del pueblo de Dios, ya que repetidamente fallan, pasan por pruebas y sufren.

Sumario

Este ensayo analiza cuatro términos principales del Antiguo Testamento y un término del Nuevo Testamento que resaltan diferentes aspectos de la fidelidad de Dios hacia Su pueblo. Después señala las lecciones prácticas principales e imágenes que Dios usa para enfatizar Su compromiso con Su pueblo. La sección final alienta al creyente en tres áreas de aplicación que se derivan directamente de una visión correcta de la fidelidad de Dios.

Las palabras claves que resaltan la fidelidad de Dios

Antiguo Testamento

Al menos cuatro términos hebreos del Antiguo Testamento destacan la fidelidad de Dios: ʼemet (fidelidad), ʼemuna (firmeza, fiabilidad), ḥesed (lealtad) y zacar (recordar). Cada uno de estos términos destaca diferentes aspectos del concepto de la fidelidad.

ʼemet

La palabra ʼemet aparece 127 veces y se traduce con más frecuencia como «fidelidad». Una idea central de esta palabra se refiere a lo que es verdad. Dios es veraz consigo mismo y con Sus palabras. Esta palabra se usa en el contexto de las relaciones que Dios elige tener con Su pueblo.

En Génesis 12, Dios llama a Abram y le hizo promesas increíbles sobre adquirir tierras, tener innumerables descendientes y bendecir al mundo. Una de las principales promesas (tener un hijo) fue difícil de entender debido a la avanzada edad de Abram y la demora en su cumplimiento. Después de veinticinco años, Dios por fin concede Su promesa al ahora llamado Abraham (Gn 21). Dios fue fiel.

Después de que Isaac naciera y se convirtiera en un hombre adulto, las promesas de nuevo se veían amenazadas por su estado civil. Abraham envía a su siervo Eleazar a buscar una esposa para Isaac. Al encontrar a Rebeca, Eleazar declara: «Bendito sea el Señor, Dios de mi señor Abraham, que no ha dejado de mostrar Su misericordia y Su fidelidad hacia mi señor» (Gn 24:27).

Jacob, el hijo de Isaac, ora al «Dios de su padre Abraham y Dios de su padre Isaac» y reconoce su indignidad y la fidelidad de Dios hacia él; ya que había pasado de tener solo un bastón, cuando fue a Labán, a ser un hombre rico cuando lo dejó (Gn 32:9 ss.). Así la fidelidad de Dios pasó de Abraham a Isaac y luego a Jacob.

Dios revela a Moisés que Él es fiel de generación en generación (Éx 34:6). Él continuaría mostrando Su fidelidad a los descendientes de Jacob por medio de, finalmente, sacarlos de Egipto hacia la tierra que prometió a Abraham.

Cuando Dios promete a David que edificaría Su casa y le daría un gobernante eterno, David declara que las palabras de Dios son verdaderas (confiables/fieles; 2 S 7:28).

Nehemías cuenta de la fidelidad de Dios para Israel durante el éxodo, en el desierto, durante la conquista, en el tiempo de los jueces, durante el cautiverio y en todo el camino hacia el retorno a la tierra, a pesar de la infidelidad de ellos durante cada período (Neh 9:33). A pesar de la perpetua falta de fidelidad, lealtad y conocimiento por parte de Israel (Os 4:1; cp. Zac 7:9), Dios obrará tal salvación en Su pueblo que algún día Jerusalén será llamada «Ciudad de la Verdad» (Zac 8:3).

ʼemuna

ʼemuna aparece 49 veces y tiene como base el concepto de estabilidad o confiabilidad. La primera aparición de esta palabra es una excelente ilustración de la idea principal comunicada por este término. En Éxodo 17, los israelitas están luchando contra los amalecitas. Mientras Moisés levantaba las manos, los israelitas prevalecían, pero tan pronto empezaban a bajar, los amalecitas comenzaban a ganar. La solución fue hacer que Moisés se sentara en una piedra mientras Aarón y Hur sostenían cada uno una de sus manos. Como resultado, «estuvieron sus manos firmes [fieles] hasta que se puso el sol» (v. 12).

La ʼemuna de Dios llega hasta los cielos (Sal 36:5). Dios es fiel desde la mañana hasta la noche (Sal 92:2), y cuando venga a juzgar la tierra, será con justicia y fidelidad (Sal 96:13). Esta conexión entre justicia y fidelidad ocurre múltiples veces (Dt 32:4; 1 S 26:23; Sal 40:11; 119:75; 119:138; 143:1; Is 11:5) y enfatiza que parte de ser verdaderamente justo (cumpliendo con un estándar) significa que lo haces de manera consistente. Incluso mientras aguanta un castigo justo por quebrantar el pacto, el pueblo reconoce que la fidelidad de Dios es grande y continúa día a día (Lm 3:23). Un día Dios transformará a Su pueblo de tal manera que pasará de ser una esposa que se prostituye a ser un pueblo comprometido de manera permanente y fiel con el Novio perfecto (Os 2:20).

Ḥesed

La palabra ḥesed aparece 255 veces y se traduce con frecuencia como «amabilidad/amabilidad amorosa» o «misericordia». Aunque no se traduce con una forma de la palabra «fiel», a menudo se usa con algún sinónimo de esta. Esta palabra aparece a menudo en contextos donde se resalta la fidelidad de Dios para con Su pueblo, debido a Su pacto de compromiso con ellos. Como resultado, algunas versiones modernas en inglés traducen esta palabra como «lealtad/lealtad al pacto».

La mejor ilustración de este tipo de lealtad fiel es la historia de Rut. A pesar de que Noemí apremió a sus nueras a quedarse en Moab y que la dejaran regresar a Belén como una mujer indigente y amargada, Rut se negó. De la misma manera que había mostrado lealtad a su difunto esposo (Rut 1:8), Rut juró aferrarse a su suegra hasta la muerte («Adonde tú vayas, iré yo […] Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios.  Donde tú mueras, allí moriré. Así haga el SEÑOR conmigo, y aún peor, si algo, excepto la muerte, nos separa», Rut 1:16-17). Dios recompensa a Rut —y a Noemí a causa de Rut— al mostrarle Su «bondad» cuando la guía a Booz (Rut 2:20). Rut responde dando su «bondad» a Booz en matrimonio (Rut 3:10). Este tipo de lealtad amorosa finalmente se recompensa cuando se hace que Rut forme parte de la genealogía de Cristo (Booz engendró a Obed, Obed engendró a Isaí e Isaí engendró a David, ver Rut 4:21-22). 

Cuando Dios da Sus leyes a los israelitas y ellos están a punto de ratificar el pacto con Él, Dios declara que Él muestra lealtad al pacto a través de mil generaciones de aquellos que en verdad son Suyos (Éx 20:6; cp. Dt 7:9). El Salmo 136 celebra la lealtad de Dios hacia Su pueblo cuando los sacó de la tierra de Egipto, los sostuvo en el desierto, los llevó a la tierra prometida y se acordó de ellos en sus momentos más bajos como nación.

Aunque hay casos de ḥesed donde el pacto hecho requiere que se cumplan ciertas condiciones, otros ejemplos de lealtad incondicional ocurren con frecuencia. Cuando Dios da a David la promesa de un rey eterno, el salmista declara (probablemente en referencia a Salomón) que si el rey pecara, esto no negaría la lealtad de Dios hacia él como le sucedió a Saúl (2 S 7:15). David declara en el Salmo 23:6 que la lealtad de Dios le seguiría (esta palabra se usa para la persecución militar) todos los días de su vida.

Nehemías reconoció que a pesar de que Israel se había negado a escuchar a Dios y se había rebelado constantemente contra Él, Dios todavía abundaba en lealtad hacia ellos (Neh 9:17). David pide perdón luego de cometer adulterio con Betsabé basándose en el amor leal de Dios (Sal 51:3). Esta lealtad que perdona a los que no lo merecen es lo que hizo que Jonás huyera del mandato de Dios de advertir a Nínive (Jon 4:2). Miqueas, sin embargo, celebró esta lealtad que se mostrará en la restauración del pueblo de Dios y en el perdón de sus pecados:

¿Qué Dios hay como Tú, que perdona la iniquidad
Y pasa por alto la rebeldía del remanente de Su heredad?
No persistirá en Su ira para siempre,
Porque se complace en la misericordia.
Volverá a compadecerse de nosotros,
Eliminará nuestras iniquidades.
Sí, arrojarás a las profundidades del mar
Todos nuestros pecados. Otorgarás a Jacob la verdad
Y a Abraham la misericordia,
Las cuales juraste a nuestros padres
Desde los días de antaño» (Miq 7:18-20).

Zacar

Zacar aparece unas 235 veces y generalmente se traduce con alguna forma del verbo «recordar». Aunque la palabra a menudo se usa cuando personas intentan recordar alguna idea o evento, también puede referirse a la acción que acompaña al pensar activamente en algo. Cuando se usa con relación a Dios, no sugiere que de alguna manera Él haya olvidado algo o que necesite que se le recuerde algo. Destaca que Dios va a actuar en consecuencia a lo que sea que esté «recordando». Esta palabra está conectada con la fidelidad de Dios en aquellos textos donde Dios recuerda Su pacto o a Su pueblo y las promesas que les dio.

La primera vez que esta palabra aparece es en Génesis 8:1, cuando Dios se acuerda de Noé y los animales en el arca después de haber destruido la tierra con el diluvio. El cuadro sombrío que se da al final del capítulo 7 se encuentra con este momento dramático de «Entonces Dios se acordó». Esto podría haber sido el fin de la humanidad, pero Dios es fiel a Su palabra y se aseguró de que sobrevivieran. Después de que Noé y su familia desembarcaron, Dios establece el arcoíris como la señal de Su promesa de nunca más destruir la tierra con un diluvio. Él afirmó que cuando viera el arco iris se acordaría «del pacto eterno» que hizo con Su creación (Gn 9:16).

Uno de los principales motivos que llevó a Dios a liberar a Su pueblo de la esclavitud de los egipcios fue recordar «Su pacto con Abraham, Isaac y Jacob» (Éx 2:24; 6:5). Después del incidente del becerro de oro, cuando Dios amenaza con destruir a Israel, Moisés le ruega a Dios que se acuerde «de Abraham, de Isaac y de Israel», a quienes les había prometido innumerables descendientes y una tierra (Éx 32:13).

Los Salmos 105 y 106 recuerdan numerosas ocasiones en la historia de Israel, cuando Dios recordó las promesas de Su pacto hechas a Abraham y a sus descendientes cuando salieron de Egipto, viajaron por el desierto, entraron en la tierra prometida y finalmente fueron llevados cautivos (Sal 105:8, 42; 106:45). Como Dios sabía que la nación de Israel se rebelaría perpetuamente contra Él, estableció un nuevo pacto eterno con Su pueblo porque recordó el pacto que había hecho con ellos en su «juventud» (Ez 16:60).

Nuevo Testamento

Pistós

La principal palabra griega usada para la fidelidad de Dios en el Nuevo Testamento es pistós. Aparece sesenta y siete veces en sesenta y tres versículos. Pistós se usa para describir a personas (a menudo mayordomos o sirvientes), declaraciones y a Dios. Jesús se refirió a los fieles (a menudo indicando a alguien que es confiable) y a los siervos infieles cuando enseñó por medio de parábolas para alentar la fe genuina y la perseverancia entre aquellos que escucharon Sus enseñanzas (Mt 24:45 ss.; 25:21 ss.; Lc 12:42; 16:10 ss.).

Varios pasajes usan pistós para referirse a los siervos de Cristo que perseveran en el ministerio como siervos confiables (1 Co 4:2, 17; Ef 6:21; Col 4:7, 9; 1 Ti 1:12; 2 Ti 2:2; 1 P 5:12). La posición permanente de todos los creyentes se destaca mediante el uso de pistós para identificarlos (Hch 10:45; 16:1; 2 Co 6:15; Gá 3:9; Ef 1:1; Col 1:2; 1 Ti 4:10; 5:16; 6:2).

Pistós también se usa para describir declaraciones que son confiables debido a su veracidad (1 Ti 1:15; 3:1; 4:9; 2 Ti 2:11; Tito 1:9; 3:8; Ap 21:5; 22:6). De la misma manera en que las personas que permanecen fieles a su trabajo o ministerio son serias y dignas de confianza, así Dios es una persona en quien Su pueblo puede confiar (como Sara en Génesis, quien creía que tendría el hijo prometido porque Dios es fiel; He 11:11).

La fidelidad de Dios se revela de manera más clara por medio de Jesucristo, cuyo carácter de máxima fiabilidad personifica lo que significa ser fiel, incluso hasta el punto de que «fiel» se convierte en uno de Sus nombres o títulos. Él es el testigo fiel (Ap 1:5), el que es fiel (Ap 2:13), el testigo fiel y verdadero (Ap 3:14), y el que es llamado Fiel y Verdadero (Ap 19:11).

Es por la fiabilidad de la obra de Cristo para Su pueblo que todas las promesas de Dios a Sus hijos encuentran su «sí» en Él (2 Co 1:20). La fidelidad de Dios puede ayudar a un creyente a superar la tentación y perseverar en el sufrimiento (1 Co 1:9; 1 P 4:19). Cuando el pueblo de Dios es infiel, Dios permanece fiel. No importa lo que haga el hombre, la fidelidad de Dios es inmutable porque Él no puede negarse a Sí mismo (i.e., quien es Él, 2 Ti 2:13).

Imágenes claves que resaltan la fidelidad de Dios

El Antiguo Testamento usa algunas ilustraciones conmovedoras que se encuentran en la vida cotidiana para resaltar la fidelidad de Dios hacia Su pueblo.

El orden natural del universo

Después de que Dios destruyera la tierra con el diluvio y Noé y su familia salieran del arca, Él prometió que nunca lo haría de nuevo (Gn 8:21). La evidencia perpetua (además del arcoíris) de que Dios guardaría esta promesa se encuentra en la repetición inagotable e incesante del verano y el invierno, el frío y el calor, y el día y la noche (Gn 8:22). Esta ilustración se usa de nuevo como prueba no solo del sustento de Dios para el mundo físico, sino en última instancia de Su fidelidad al nuevo pacto.

Jeremías 31:35 declara que Dios ha designado al sol para que brille durante el día y a la luna y a las estrellas por la noche. También ha designado que el mar produzca olas sin cesar. La constancia de estos fenómenos naturales son recordatorios visibles de las promesas irrompibles de Dios en la salvación (Jr 31:36). Jeremías 33:20-26 usa este mismo pacto con el día y la noche como garantía del cumplimiento del pacto davídico. Para el creyente, el resplandor del sol, el brillo de la luna, el romper de las olas y el cambio de las estaciones deben servir como recordatorios de la fidelidad de Dios a Su pueblo por medio de Cristo.

La inmensidad de la creación

La inmensidad de la creación apunta a la inmensidad de la fidelidad de Dios para Su pueblo en la salvación. El Salmo 36:5 afirma que la fidelidad de Dios llega hasta los cielos; en otras palabras, sigue y sigue hasta el infinito. Al hablar de la fidelidad de Dios a Su pacto, el Salmo 103:11 afirma que la fidelidad de Dios es comparable en grandeza a la distancia entre los cielos y la tierra. Esto se extiende a la magnitud de Su perdón en este pacto; es tan inmenso como la distancia entre el este y el oeste (infinito; Sal 103:12). La inmensidad del universo se convierte en una garantía tangible de que Dios mantendrá Sus promesas de salvación.

Jeremías 31:37 declara que solo si los humanos pudieran medir los cielos o explorar los cimientos de la tierra, Él rompería Sus promesas de salvación del nuevo pacto. La próxima vez que mires hacia el cielo nocturno o mires a través de un telescopio a algún planeta distante, recuerda que Dios es fiel en la salvación.

La relación padre/hijo

El Salmo 103 detalla múltiples maneras en las que el Señor muestra Su fidelidad (lealtad al pacto) hacia Su pueblo. Una de las imágenes usadas para ilustrar la fidelidad de Dios se encuentra en el verso 13, el cual afirma que Dios tiene compasión de Su pueblo (los que le temen) de la misma manera que un padre tiene compasión de sus hijos. Los padres naturalmente tienen sentimientos de amor, apego, cuidado y compromiso hacia cada uno de sus hijos. Esta disposición general no cambia por más veces que el niño desobedezca o decepcione a sus padres.

Jesús alude a esta disposición positiva cuando enseña que incluso los padres «malos» dan buenos regalos (pan y pescado) a sus hijos cuando se los piden (Mt 7:9-11). Esta relación no se basa en el mérito y no se puede romper. En esta relación, el padre es quien está en la posición de proveer, proteger, nutrir y guiar al niño. De la misma manera, la fidelidad de Dios hacia Su pueblo incluye este cuidado tierno, inquebrantable y compasivo por ellos.

Isaías 49:15-16 agrega una comparación poderosa e incluso un contraste con esta imagen de padre e hijo. El versículo 14 describe cómo algunos entre el pueblo de Dios afirmaban que Dios los había abandonado y «olvidado» (es decir, lo contrario de recordar [zacar] y, por lo tanto, ser infiel al pacto). En el versículo 15, Dios menciona la relación de una madre con su hijo lactante. Es poco probable que se olvide de cuidar a su recién nacido (el cuerpo de la madre le recuerda que debe amamantar a su hijo y los llantos del niño le recuerdan sus necesidades). El grado de apego y cuidado que siente una madre por un niño lactante es uno de los retratos más poderosos de intimidad, ternura y conexión posibles para un ser humano. Dios declara que incluso si una madre de alguna manera logra olvidar a su hijo, Él nunca olvidaría a Su pueblo. Él lo ha grabado en las palmas de Sus manos (v. 16). La fidelidad de Dios hacia Su pueblo supera el compromiso más fuerte posible entre cualquier relación humana.

Marido/mujer

La relación marido/mujer se usa tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento para ilustrar varios aspectos de la relación de Dios con Su pueblo. El concepto de fidelidad está implícito en la mayoría de los contextos, pero se detalla explícitamente en el matrimonio simbólico del profeta Oseas. Dios le ordena que se case con una mujer que demostraría ser infiel de la peor manera posible (es llamada una «mujer de prostitución», Os 1:2).

Dios explica que Su pueblo ha cometido excesiva prostitución espiritual (aquí la construcción hebrea es enfática) al seguir tras otros dioses y vivir de manera inmoral. En la mayoría de los matrimonios humanos el adulterio resulta en divorcio. Uno se imaginaría que si una esposa se convirtiera en una prostituta su marido nunca le daría la oportunidad de restaurar el matrimonio. La fidelidad de Dios a Su pueblo infiel lo lleva desmedidamente no solo a permanecer fielmente comprometido con ellos, sino también a transformarlos para que permanezcan fieles a Él:

Te desposaré conmigo para siempre;
Sí, te desposaré conmigo en justicia y en derecho,
En misericordia y en compasión;
Te desposaré conmigo en fidelidad,
Y tú conocerás al SEÑOR (Os 2:19-20).

Pablo especifica que esta purificación redentora de la novia se lleva a cabo mediante la obra sustitutiva y sacrificial de Cristo (Ef 5:25-27).

La fidelidad de Dios motiva la fidelidad del creyente

La fidelidad de Dios a Su pueblo debiera ser el motivo principal para nuestra fidelidad a Él. Hebreos 10:23 exhorta a los creyentes a que se aferren de manera inquebrantable a la esperanza de la obra sacerdotal efectiva de Cristo a su favor, porque el que prometió es fiel. Esta fidelidad se manifiesta a sí misma en la práctica cristiana de estimularse unos a otros al amor y a las buenas obras y a reunirse de manera habitual con otros creyentes para la adoración (He 10:24-25).

Inevitablemente, los creyentes demostrarán ser infieles cuando busquen vivir el evangelio. Por fortuna, nos alienta saber que aun si somos infieles, Dios permanece fiel porque no puede negarse a Sí mismo (2 Ti 2:13). Es por la fidelidad de Dios a nosotros en Cristo que confesamos nuestros pecados (1 Jn 1:9). No importa con qué frecuencia fallamos y pecamos, Dios es inmutable en Su respuesta al confesor arrepentido.

En última instancia, la fidelidad de Dios motiva nuestro vivir fiel mientras anticipamos con anhelo el regreso de Cristo. Un día el Fiel aparecerá en las nubes y realizará la santificación y purificación final de Su pueblo (1 Ts 5:24).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Diego Lazo.


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

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