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Definición

Los atributos de Dios son los rasgos del carácter de Dios tal como se nos revelan en las Escrituras.

Sumario

El siguiente artículo considera los rasgos del carácter de Dios —de la manera que se distinguen clásicamente— entre atributos divinos comunicables e incomunicables, es decir, entre los rasgos del carácter de Dios que se reflejan en los humanos y aquellos que no tienen reflejo en ellos. Se consideran dos críticas recientes sobre los atributos incomunicables de Dios. La parte final del artículo considera los hilos temáticos de la Biblia que se enfocan en las acciones divinas centrales en la historia de los propósitos redentores de Dios: la gloria de Dios, la santidad de Dios, el señorío de Dios y el amor de Dios.

Introducción: Los Atributos Comunicables e Incomunicables

Los atributos de Dios se refieren a los rasgos de carácter de Dios tal como se nos revelan en las Escrituras. El misterio de Dios como una trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) está unido a la convicción de que Dios es personal y muestra su carácter en todas sus acciones. En la medida en que llegamos a conocer a Dios en y a través de sus acciones y palabras, tal como se registran a través de la amplitud de las Escrituras, Dios es descrito como poseedor de ciertas características o atributos. Las descripciones aquí vertidas se llevan a cabo con un alto grado de humildad reconociendo la distancia infinita entre Dios como Creador y nosotros mismos como criaturas. Sin embargo, también tenemos confianza en esas descripciones, ya que Dios ha escogido revelarnos su identidad y propósitos a través de las Escrituras de maneras que podamos entenderlos.

A través del Antiguo Testamento los nombres de Dios dan pistas muy fuertes en cuanto a Su naturaleza. Estos nombres a menudo significaban tanto la alteridad (trascendencia) de Dios como también su cercanía (inmanencia). Dios podía ser conocido por su nombre, pero su nombre (o sus nombres) era diferente a cualquier otro nombre. El carácter de Dios se manifestó en ambas direcciones (inmanencia y trascendencia).

Como resultado de esta distinción, la teología reformada ha diferenciado a menudo los atributos de Dios como comunicables e incomunicables. Había ciertas características o atributos de Dios que podían ser comprendidos más fácilmente y que, en cierto sentido, eran compartidos tanto por Dios como por los humanos. También había otro tipo de características o atributos de Dios que no eran tan fácilmente comprendidos porque pertenecían solamente a Dios. Así, por ejemplo, la compasión divina es un atributo comunicable de Dios porque es una característica con analogías en la compasión humana, aunque la compasión humana en cierto sentido palidece en comparación con la compasión divina. Por otro lado, la inmutabilidad de Dios (es decir, que Dios nunca cambia) no es una característica compartida con los humanos. Los humanos siempre están sufriendo cambios. Dios no cambia. En este sentido, los atributos incomunicables de Dios son conocidos principalmente por las diferencias con el ser humano. Los atributos incomunicables intentan explicar las maneras en que Dios no es como el mundo que Él ha creado. Dios es fundamentalmente diferente de sus criaturas. Dios no está limitado por el tiempo y el espacio, y nunca está dividido en sus motivaciones. Hay una relación asimétrica entre Dios y sus criaturas. Las criaturas dependen de Dios en todo, pero en ningún caso Dios depende de sus criaturas.

Crítica a los atributos incomunicables

Siempre ha habido un pequeño grupo de individuos que se han resistido a la descripción de cualquiera de las características de Dios como incomunicables, creyendo que esto implicaría que la especulación filosófica sería la única manera de conocer este tipo de atributos. La crítica simplemente funciona en el supuesto de que si un atributo divino es genuinamente incomunicable no podría ser reflejado ni entendido por las criaturas humanas. Por lo tanto, la única manera de plantear este tipo de atributos sería por medio de la especulación (también lo hace la crítica). Sin embargo, la Escritura como la Palabra genuina de Dios, nos comunica de manera inteligible las maneras en que Dios es como nosotros y las maneras en que Dios no es como nosotros. Es la Biblia, y no simplemente la especulación, la fuente para distinguir la manera en que Dios es a la vez similar y radicalmente diferente de sus criaturas.

En los tiempos actuales, uno de los atributos tradicionales incomunicables, la impasibilidad de Dios (es decir, que Dios no sufre) ha sido objeto de una crítica considerable, en gran medida porque (se supone erróneamente) que la falta de sufrimiento conlleva la falta de emoción, ya sea de deleite o de tristeza. Sin embargo (así dice la crítica) Dios a menudo se deleita en el bien de su orden creado, y también se entristece por la corrupción de sus criaturas y por lo tanto (aquí va la crítica) Dios no puede ser impasible. En respuesta a este tipo de críticas, se debe decir que la impasibilidad de Dios no ha sido entendida por la iglesia a través de los siglos como que implica que Dios no tiene emociones, sino simplemente que Dios no sufre en su naturaleza divina.

Los atributos comunicables de Dios sirven como recordatorios de que, aunque Dios es diferente del mundo, Él ha creado humanos para reflejarlo en algunos aspectos. Los humanos son “imagen” de Dios como nos recuerda el capítulo inicial de la Biblia (Gn 1:26 -27). Dios marca a sus criaturas humanas con la huella de muchas de sus propias características. Nos relacionamos con Dios porque Dios es personal, en cierto sentido similar a la manera en que somos seres personales. Nuestra capacidad de amar es un reflejo (tenue) del amor perfecto de Dios. Nosotros solo sabemos en parte, mientras que Dios lo sabe todo. Los humanos poseen una naturaleza moral arraigada y fundada en Aquel que es perfectamente moral en todos los sentidos. Todas estas características humanas están relacionadas por analogía con el carácter mismo de Dios.

Hilos temáticos de atributos divinos a través de la Biblia

Mientras que la distinción de comunicable/incomunicable nos ayuda a entender las maneras en que los seres humanos son semejantes y diferentes a Dios, no hace plena justicia a la manera en que Dios se revela a sí mismo a través de las Escrituras. Al estudiar la Biblia encontramos que las descripciones más prominentes de Dios se centran en su gloria, santidad, señorío y amor, no principalmente en referencia a cómo son similares o diferentes de la humanidad, sino más bien como descripciones centrales de Dios actuando en y a través de la historia redentora. Estas descripciones nos explican mejor el carácter de Dios al ser enfatizadas cada vez que Dios actúa de maneras intensas y poderosas como se registra para nosotros en las Escrituras.

La gloria de Dios es una referencia a su manifestación visible como Dios. La gloria de Dios no es tan solo un atributo único de Él, sino la motivación interna para todo lo que Dios hace en las Escrituras. Es la meta hacia la cual todas las acciones divinas están orientadas. Es una experiencia principal de todos aquellos que vienen a la presencia de Dios. Los humanos experimentan la gloria de Dios como luz brillante, grandeza abrumadora, majestuosidad infinita y placer indescriptible y terror, todo al mismo tiempo. Las instancias de la gloria de Dios brillan a lo largo de la Escritura. Por ejemplo, en el encuentro con Moisés en la zarza ardiente (Éx 3), en la visión de Ezequiel de la sala del trono (Ez 1) y climáticamente en la venida de Jesús (Lc 2).

La santidad de Dios refleja tanto su pureza moral como su absoluta distancia moral de un mundo caído. Dios es la base de toda moralidad. Él es absolutamente bueno, puro, justo y recto en su misma naturaleza. Pero Su santidad no se traduce fácilmente en estándares convencionales de conducta humana en muchas ocasiones. Su santidad es a menudo inescrutable y misteriosa. La santidad de Dios es experimentada como peligrosa y abrumadora. La santidad es el único adjetivo utilizado por Dios en la fórmula triple: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso” (Is 6; Ap 4). Una de las grandes ironías de la Escritura es que la santidad apunta a la distancia moral esencial entre Dios y la humanidad caída en el Antiguo Testamento, pero en el Nuevo Testamento, Dios Espíritu, quien conecta este abismo moral y establece su residencia en el corazón humano, es conocido como el Espíritu Santo. La santidad de Dios separa, pero también conecta este enorme abismo moral entre el Creador y la criatura.

El señorío de Dios señala las innumerables maneras en que Dios ejerce su poder y autoridad sobre la creación y a través de la historia humana. La soberanía de Dios transmite la connotación no solo de que el poder de Dios es ilimitado, sino que tiene toda la autoridad para ejercer ese poder como Él considere conveniente. Es el recordatorio para nosotros de que Dios es el creador que llama todo a existencia por su Palabra, y que también llama a los muertos a la vida por esa misma Palabra. Él es el Señor del cielo y de la tierra. Él es el principio y el fin. Él es el Señor de señores y Rey de reyes (1 Tim 6; Ap 17).

El amor de Dios es inseparable de estas otras características. No es el caso de que a veces Dios es santo y otras veces Él es amor, ni que a veces Él es justo o misericordioso. El amor de Dios corre a través de todo lo que Él es y hace. Su amor no es simplemente una emoción. Es el compromiso perdurable de Dios hacia su pueblo impío, manifiesto más claramente en el ofrecimiento de su Hijo como un sustituto de sacrificio, quien murió en su nombre para que puedan ser declarados inocentes y obtener adopción como hijos de Dios. El amor de Dios es activo y costoso. También es fuerte. Nada puede separar al pueblo de Dios de Dios debido al carácter de su amor por ellos.

Conclusión

Sabemos que Dios es el Señor Amoroso porque ha actuado de esta manera hacia el pueblo del pacto. La gloria y la santidad de Dios son experimentadas como abrumadoramente positivas dentro de la relación del pacto que establece con su pueblo. El pueblo de Dios debe reflejar estos atributos en sus propias vidas y comunidades debido a esta relación de pacto. Es la gloria de Dios que los creyentes deben buscar, no la suya propia. Deben atesorar la santidad de Dios al tiempo que tienen en cuenta su propia impiedad. Dios es el Señor de la historia y el Señor de sus vidas. El pueblo de Dios ama porque Él los ha amado primero. En cada una de estas formas, los atributos divinos que se manifiestan en las Escrituras sirven como un poderoso recordatorio de que el Dios del universo es radicalmente diferente de nosotros, y también radicalmente comprometido con nosotros. ¡Esto es algo ciertamente extraordinario!


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Jenny Midence-Garcia.

Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

Lecturas adicionales

  • Matthew Barrett, None Greater: The Undomesticated Attributes of God (Baker, 2019)
  • Matthew Barrett, “Don’t Domesticate God with Words
  • Herman Bavinck, The Doctrine of God, Banner of Truth Trust, 1979
  • Kevin DeYoung, “Theological Primer: Divine Infinite
  • Paul Helm, Eternal God (Oxford University Press, 2010)
  • Michael S. Horton, The Christian Faith, (Zondervan, 2011) chapters 6 & 7
  • Thomas Morris, Our Idea of God (InterVarsity Press, 1991)
  • J. I. Packer, Knowing God (InterVarsity Press, 1973)
  • The Westminster Confession of Faith, chapter 2
  • Erik Raymond, “The Cross Displays the Attributes in Perfect Harmony