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En el ministerio, a menudo hay momentos en los que te sientes impulsado por una visión bíblica, pero Dios te llama a esperar. Esperar puede ser desalentador y difícil. Entonces, ¿cómo se puede esperar de tal manera que te conviertas en partícipe de lo que Dios está haciendo, en lugar de alguien que lucha contra la espera? Permíteme sugerirte varias cosas.

Recuérdate a ti mismo que no estás solo

Mientras esperas, repítete una y otra vez que no eres el único. Recuerda que formas parte de un gran grupo de personas que están llamadas a esperar. Reflexiona en la historia bíblica. Abraham esperó muchos años por su hijo prometido. Israel esperó 420 años por la liberación de Egipto, y luego otros cuarenta años antes de poder entrar en la tierra que Dios les había prometido.

El pueblo de Dios esperó generación tras generación al Mesías, y ahora la iglesia espera Su regreso. El mundo entero gime mientras espera la renovación final de todas las cosas que Dios ha prometido. En el ministerio, es vital comprender que la espera no es una interrupción del plan de Dios. Es Su plan. Y también puedes saber esto: el Señor que te ha llamado a esperar está contigo en tu espera. No se ha ido a hacer otra cosa, como el médico al que estás esperando para ver. No, Dios está cerca y te proporciona todo lo que necesitas para poder esperar.

Date cuenta de que la espera es activa

Normalmente, nuestra visión de la espera es la del consultorio médico. La vemos como una pérdida de tiempo sin sentido, como un hombre atrapado en el área de recepción hasta que no le queda nada más que hacer que ojear recetas en una revista de hace dos años.

Nuestra espera en Dios no debe entenderse de esta manera. El tipo de espera al que estamos llamados no es de inactividad. Es muy positiva, intencionada y espiritual. Ser llamados a esperar es ser llamados a la actividad de recordar: recordar quién soy yo y quién es Dios. Ser llamados a esperar es ser llamados a la actividad de adorar: adorar a Dios por Su presencia, sabiduría, poder, amor y gracia. Ser llamados a esperar es ser llamados a la actividad de servir: buscar formas de ayudar y animar con amor a otros que también son llamados a esperar. Ser llamados a esperar es ser llamados a la actividad de orar: confesar las luchas de mi corazón y buscar la gracia del Dios que me ha llamado a esperar. Debemos replantearnos la espera y recordarnos a nosotros mismos que la espera es en sí misma un llamado a la acción.

Celebra cuán poco control tienes

Debido a que el esfuerzo constante en el ministerio por ser un pequeño dios sobre algún rincón de la creación es agotador e inútil, esperar debería ser en realidad un alivio. Es un recordatorio de que no tengo tanto poder y control como pensaba. Cuando se me pide que espere, me doy cuenta otra vez de que no tengo que cargar con mi iglesia sobre mis hombros. Puede que tenga responsabilidades dadas por Dios en varias áreas, pero eso es muy diferente a pretender que tengo soberanía en cualquier área.

Dios está comprometido con las innumerables formas, grandes y pequeñas, en las que Su gracia está obrando para cumplir Sus propósitos en ti 

La iglesia está siendo llevada sobre los hombros capaces del Pastor Salvador, Rey de reyes. Lo único de lo que soy responsable es de la descripción del trabajo del carácter y el comportamiento al que este Rey me ha llamado en Su Palabra. Lo demás soy libre de confiarlo a Él, ¡y por eso estoy muy, muy agradecido! Él realmente tiene todo el mundo en Sus manos.

Celebra el compromiso de Dios con Su obra de gracia

Mientras esperas, reflexiona sobre cuán profundamente quebrantado está en realidad el mundo en el que vives. Reflexiona sobre cuán dominante es realmente tu propia lucha contra el pecado. Luego, celebra el hecho de que Dios está comprometido con las innumerables formas, grandes y pequeñas, en las que Su gracia está obrando para cumplir Sus propósitos en ti y en aquellos a quienes ministras.

Cuando se trata de la obra continua de la gracia, Él es un Redentor insatisfecho. No abandonará la obra de Sus manos hasta que todo haya sido completamente restaurado. Dios ejercerá Su poder de cualquier manera que sea necesaria para que finalmente podamos ser completamente redimidos de este mundo quebrantado y liberados del pecado que nos ha mantenido atados. Celebra el hecho de que Dios no abandonará ese proceso de gracia en tu vida y ministerio para darte el consuelo, el placer y la comodidad momentáneos que preferirías tener en tus momentos de agotamiento, desánimo y debilidad. ¡Simplemente te ama demasiado como para intercambiar la gratificación temporal por la gloria eterna!

Deja que tu espera fortalezca tu fe

Cuando pienso en la espera, a menudo recuerdo lo que se dice de Abraham en Romanos 4:18-21. Este pasaje nos dice que, mientras esperaba, Abraham se fortaleció en su fe. No es lo que esperaríamos, ¿verdad? Tendemos a pensar que, al haber recibido una promesa de Dios, una persona podría comenzar a esperar con una fe vibrante. Pero, a medida que la espera se prolonga, esa fe se debilitaría gradualmente. Entonces, ¿por qué la fe de Abraham se hizo cada vez más fuerte? Por lo que hizo mientras esperaba. Durante su espera, Abraham se convirtió en un estudioso del carácter y el poder de Dios, y cuanto más veía a Dios tal como es, más fuerte se hacía su fe. Él meditaba en la gloria de Dios, no en la dificultad de su situación.

La espera es una oportunidad para conocer mejor a Dios al pasar tiempo en Su Palabra

Hay tres maneras en las que, como Abraham, puedes permitir que la espera fortalezca tu fe. Puedes reconocer que la espera es una oportunidad para conocer mejor a Dios al pasar tiempo en Su Palabra, desarrollando así un sentido más profundo de Su carácter, sabiduría, poder y plan. En segundo lugar, puedes reconocer que la espera es una oportunidad para conocerte mejor a ti mismo. Mientras esperas y se revela tu corazón, tienes la preciosa oportunidad de convertirte en un estudiante de tu propio corazón. ¿Qué pecados, debilidades y luchas ha revelado Dios durante la espera? ¿En qué áreas la espera ha expuesto las mentiras y los dioses falsos que hacen que esperar sea difícil? En tercer lugar, puedes reconocer que la espera es una oportunidad para conocer mejor a los demás, ya que sus corazones se revelan de manera similar. Esto puede ofrecerte oportunidades preciosas para un ministerio aún más eficaz con aquellos que están a tu cuidado.

Ten la determinación de crecer y hacerte más fuerte, más efectivo y más lleno de fe mientras esperas. Después de todo, es una parte clave del propósito de Dios.

Cuenta tus bendiciones

Algo vital para una espera productiva es el compromiso de resistirnos a la tentación de quejarnos y refunfuñar, que con frecuencia nos secuestra a todos. Para pelear contra esta tendencia, aprende a enumerar tus bendiciones mientras esperas.

Una vez escuché a un líder misionero contar una historia sobre cómo le aterrorizaba un viaje por carretera extremadamente largo. Entonces se le ocurrió que ese tiempo en el que estaría atrapado al volante de su automóvil era, en realidad, una oportunidad. Decidió que, mientras conducía, daría gracias a Dios por cada pequeño detalle de bendición y gracia que pudiera recordar, comenzando por su recuerdo más antiguo. Mientras conducía hora tras hora, le contaba a Dios año tras año y década tras década de bendición tras bendición. Al final de su viaje, aún no había llegado al presente. Como resultado, en lugar de terminar su viaje agotado y aburrido, lo terminó emocionado y transformado. Vio su vida con nuevos ojos, y la presencia y la provisión de Dios en su vida adquirieron una claridad y una amplitud que nunca antes había vislumbrado.

En contraste, esperar a menudo se convierte para nosotros en un ejercicio para recordarnos lo que no tenemos. Cuánto mejor, cuánto más fructífero, cuánto más alegre es tomar la espera como una oportunidad para recordar las muchas, muchas cosas buenas que hemos recibido en nuestras vidas, cosas que nunca podríamos haber ganado, logrado o merecido.

Anhela la eternidad

Hay otra cosa que la espera tiene por objetivo: Dios quiere que la espera me haga anhelar mi hogar. Cuando pienso en esto, a menudo me acuerdo de acampar. Sospecho que el propósito de acampar es hacerte agradecer tu hogar. Cuando acampas, todo es más difícil que en casa. Al principio, eso puede ser divertido. Pero al cabo de tres o cuatro días, empiezas a cansarte de tener que hacer fuego, buscar agua para beber y pescar para cenar. Empiezas a añorar tu hogar en silencio (o no tan en silencio).

Debido a que tu espera no está fuera del plan de Dios, sino que es una parte vital y necesaria del mismo, Él está contigo en tu espera

La espera tiene como objetivo recordarte que vives «entre el ya y el todavía no». Sí, hay muchas, muchas cosas por las que estar agradecido en esta vida, pero este lugar no es tu hogar definitivo. Estás en una morada temporal en un lugar temporal. En la vida y el ministerio que experimentas aquí, hay un aspecto u otro que puede recordarte que este no es tu hogar. Las dificultades de tu vida y ministerio actuales lo dicen claramente: este no es el destino final. La espera tiene como fin producir en ti una insatisfacción con el statu quo que honra a Dios. La espera tiene como objetivo hacerte sentir hambre, producir en ti un anhelo. ¿Por qué? Por estar en casa, en tu hogar con tu Señor para siempre, en un hogar donde ya no existe el pecado, en un hogar en un mundo que ha sido completamente renovado. Mientras esperas, sigue diciéndote a ti mismo: «Este no es mi destino final».

Ahora mismo, aquí mismo, en tu vida personal o en tu ministerio, hay alguna forma, quizá muchas formas, en las que Dios te está llamando a esperar. ¿Qué tan bien estás esperando? ¿Tu espera ha producido en ti una fe más fuerte? ¿O más débil? ¿La forma en que esperas te ha acercado más a Dios? ¿O te ha alejado? ¿Tu forma de esperar te ha ayudado a recordar todas las bendiciones que Dios ha hecho llover sobre ti? ¿O te ha tentado a repasar continuamente tu lista de deseos no cumplidos? ¿Tu espera te ha servido para enseñarte verdades sobre ti mismo? ¿O solo te ha hecho más ciego sobre ti mismo y más enojado con tus circunstancias? ¿La forma en que esperas te ha permitido acercarte y ministrar mejor a los demás, o simplemente te ha sumergido más profundamente en el drama claustrofóbico de tu propia espera?

En cada caso, es tu elección. Aférrate a la gracia que Dios pone a tu disposición. Todos estos resultados dependen de si eliges a Dios o a ti mismo, la productividad o la futilidad, Su poderosa gracia o tu débil voluntad. Recuerda siempre que Dios nunca está separado de tu espera. Él es el Señor de la espera. Él es el dador generoso de la gracia para la espera. Debido a que tu espera no está fuera de Su plan, sino que es una parte vital y necesaria del mismo, Él está contigo en tu espera. Y recuerda que Dios no busca tanto el éxito de tu ministerio, sino que te busca a ti. Así que, mientras esperas, repítete una y otra vez: «La espera no se trata solo de lo que obtengo al final de la misma, sino de en quién me convierto mientras espero».


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por María del Carmen Atiaga.
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