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¿Pleitos? ¿Chismes? ¿Críticas? Los problemas de comunicación en nuestra vida son un problema de idolatría. Implementar técnicas de resolución de conflictos es solo una solución temporal. Para lidiar con el problema de manera efectiva necesitamos ir a la raíz: nuestro corazón. De eso trata el libro Guerra de palabras, de Paul Tripp.

Tuvimos la oportunidad de hacer algunas preguntas al autor acerca de este recurso. Tripp nos compartió acerca de su propia guerra con las palabras y de la esperanza que tenemos en el evangelio para ganar la batalla.

1) Al principio del libro, usted declara que escribió este libro por desesperación. También comparte una anécdota de su adolescencia, cuando su mamá le dijo que la comunicación sería “su mayor lucha”. ¿Cómo le ayudó en su propia debilidad escribir este libro?

Por alguna razón suelo ser atraído a escribir sobre cosas en las que no soy muy bueno. La comunicación es un excelente ejemplo. Todavía hay una guerra de palabras sucediendo en mi corazón y en mi vida. Si pudieras escuchar una grabación en audio de las últimas seis semanas de mi vida, rápidamente descubrirías evidencias de una lucha y mucho espacio para crecer. No escribí Guerra de palabras porque quería descubrir el alto estándar que Dios nos ha puesto y luego recordarnos qué tan cortos nos quedamos. Como yo, estoy seguro de que estás dolorosamente consciente de esa distancia entre donde estás y donde Dios quiere que estés. No, escribí este libro porque estaba desesperado por la esperanza: esperanza en el perdón que Cristo ofrece, y esperanza en el poder de cambiar por su gracia. ¡Jesús es la Palabra que es la única esperanza para nuestras palabras! Solo en Él encontramos la victoria para nuestra guerra de palabras.

2) El subtítulo de su libro dice: “Tratando el corazón de tus problemas con la comunicación”. ¿Cuáles son algunas de las cosas que intentamos arreglar para tratar nuestros problemas con palabras superficialmente, sin el corazón? ¿Cómo podemos identificar que estamos evitando el corazón de nuestras luchas con la comunicación?

Las técnicas de comunicación y estrategias para resolución de conflictos parecen atractivas, pero no consideran el corazón del problema —en este caso, el corazón (Mt. 12:34)— y por eso no son más que una calma temporal en la tormenta. La Biblia dice que si queremos abordar nuestro conflicto, necesitamos abordar el adulterio espiritual (Stg. 4:1). Hay una guerra ocurriendo en nuestros corazones, una guerra para obtener el control. Lo que controle nuestros corazones controlará nuestras palabras.

Para progresar en la guerra de palabras, necesitamos examinar nuestros deseos, lo que estamos llamando necesidades, y lo que estamos demandando de otras personas. Escucha lo que dices, porque las palabras idolátricas revelarán corazones idolátricos. Y ten esperanza: el evangelio promete nada menos que un nuevo corazón, uno que ya no está esclavizado a las pasiones y deseos de la naturaleza pecaminosa.

3) ¿Cómo es diferente la vida de alguien que está tratando el corazón de sus problemas de comunicación y alguien que no lo está haciendo?

Si has dejado de estar a la defensiva y ahora estás accesible —voluntaria y humildemente— ya sabes que la gracia transformadora te ha visitado. Me gustaría poder decir que siempre estoy abierto y accesible pero, tristemente, no puedo. Cuando alguien se acerca a mí por alguna palabra dura que he dicho, no tiendo a agradecer a la otra persona por confrontarme. Todos sufrimos de ceguera espiritual y no nos vemos con precisión. La pregunta es: ¿Somos ciegos a nuestra ceguera? No necesitas temer a todas las cosas oscuras que no ves en ti mismo pero que la Escritura revela acerca de ti, porque todas esas cosas oscuras han sido cubiertas y derrotadas por la gracia poderosa que es tuya en la vida, muerte, y resurrección de Jesús.

4) ¿Podría ofrecer un breve mensaje para las más de 10.000 personas que componen Coalición Lee, nuestro grupo de lectura?

Ganar la guerra de palabras significa vivir con los ojos abiertos, conscientes no solo de nuestra lucha, sino de los otros peregrinos que luchan junto a nosotros en el camino. Al hacerlo, nos damos cuenta de que no estamos solos. Cristo ha planeado que las muchas manos de su pueblo se unan para hacer soportable la carga que de otra manera sería imposible de llevar. No necesitamos desesperarnos, renunciar, o correr en la dirección opuesta. Más bien, fortalecidos y animados, sigamos en el camino. Recuerda, por lo que Cristo ha hecho, podemos decir “no” a las pasiones y deseos de la naturaleza pecaminosa. Podemos servirnos unos a otros en amor incluso cuando seamos provocados.

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