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Iba caminando apresurado en el aeropuerto, en medio de mucha gente. Llevaba de la mano a mi hijo de seis años y juntos intentábamos llegar a la puerta de abordaje lo más pronto posible. De repente, sentí en mi brazo un beso. Volteé sorprendido hacia mi hijo, no me esperaba algo así en ese momento. Él solo me miró y me dijo: «Te amo, papi».

Son esos momentos los que me recuerdan el privilegio de ser padre. Hay pocas cosas más dulces y genuinas que el amor de los hijos. ¿Cómo podemos los padres devolver ese tipo de amor? Sin duda que con gestos de cariño también, pero creo que la mejor muestra de amor será el cumplimiento esforzado de una tarea prioritaria de nuestro rol: guiarlos a los pies de Cristo.

Estoy convencido de que la manera más genuina de demostrar amor a nuestros hijos es con el evangelio. Pero ¿qué significa esto? ¿Cómo lo ponemos en práctica? Aquí te comparto tres maneras para «vivir» el evangelio con tus hijos, como la mejor forma de mostrarles tu amor.

Presenta el evangelio a tus hijos

La Palabra de Dios dice que no existen personas justas en el mundo, ni siquiera una (Ro 3:10); esto incluye a nuestros hijos.

Tus hijos son infractores de la ley de Dios y lo demuestran a diario. Entonces, no pierdas el tiempo preguntándoles con escándalo y frustración: «¿Por qué desobedecieron?». Muchos padres cristianos llegamos a desperdiciar muchas horas y esfuerzos enfocados en transformar las conductas pecaminosas de nuestros hijos. Luego nos exasperamos por sus errores, nos enfadamos por su desobediencia y perdemos el control cuando nuestros hijos mienten, pelean y gritan… otra vez.

Papá, mamá, nuestro trabajo principal no es que los hijos se porten bien, sino que conozcan a Dios y a Su Hijo

Debemos entender que el problema es que son pecadores y, por sus propias fuerzas, ¡no pueden dejar de pecar! El pecado está adherido a sus almas y por más que quieran, no pueden erradicarlo. No creo que sea bueno hacerles prometer todo el tiempo que «se van a portar bien», porque puede convertirse en una trampa que les haga sentir decepcionados de sí mismos y avergonzados contigo.

Más bien, te animo a guiarlos con amor para que entiendan que la meta es más que «portarse bien», es agradar a Dios descansando en Su gracia. Y que el verdadero problema que impide esto es su condición pecaminosa. Esa es la causa de todos los demás problemas en sus vidas. Tienen un corazón de piedra y necesitan uno de carne (Ez 26:36), y eso es algo que solo Dios les puede dar a través de Su Espíritu y el evangelio.

Papá, mamá, nuestro trabajo principal no es que los hijos se porten bien, sino que conozcan a Dios y a Su Hijo. Preséntales el evangelio. Cada vez que caen en pecados y malas conductas, llévalos a Cristo. Muéstrales las buenas noticias de salvación en Él. Diles que hay un remedio para su enojo, sus mentiras, sus malas palabras y sus frustraciones.

No me malinterpretes, no estoy diciendo que no debemos corregir a nuestros hijos cuando hacen algo malo. Pero te animo a que no olvides enfocarte en sus corazones y en guiarlos a Cristo siempre. Sin el evangelio, seguirán «portándose mal» por el resto de sus vidas.

Perdona con el evangelio a tus hijos

El Señor Jesús contó una parábola acerca de un hombre que le debía una cantidad impagable de dinero al rey, pero su deuda le fue perdonada. Este hombre luego se encontró con otro que le debía dinero a él. Era una deuda pequeña comparada a la que el rey le había perdonado, pero eso no le importó y echó a su prójimo a la cárcel hasta que le pagara. Jesús condenó esta actitud y, a través de esta historia, no enseña la importancia de perdonar a nuestros deudores tal como Dios perdonó nuestros pecados (Mt 18:21-35).

El evangelio nos recuerda que debemos perdonar mucho, porque se nos perdonó mucho

¿Has pensado cómo este pasaje se aplica a la crianza? Qué lamentable es reconocer que muchos padres cristianos somos como el hombre insensato de la parábola. Hemos sido perdonados por el Rey de reyes cuando teníamos pecados de toda clase, impurezas de toda índole, mentiras, traiciones, engaños y toda forma de inmoralidad. Dios nos perdonó todo, pero cuando nuestro hijo de cinco años no obedece como esperábamos, llegamos a reaccionar con frustración y enojo. Cuando el adolescente no limpia su habitación, gritamos, insultamos y nos sentimos cansados de lidiar con su actitud. Cuando el joven oculta algún aspecto de su vida, emitimos una sentencia con decepción: «Ya perdiste toda mi confianza y no sé si algún día la recuperarás».

¿Por qué actuamos de maneras tan iracundas e impacientes? El evangelio nos recuerda que debemos perdonar mucho, porque se nos perdonó mucho. Insisto, no estoy hablando de ser permisibles, dejando que nuestros hijos hagan cualquier cosa que se les venga en gana. Más bien, estoy diciendo que la disciplina bíblica no tiene cabida para el enojo desmedido y la desesperación. Tus gritos sobran, tus palabras obscenas (si las pronuncias) no son corrección y tu frustración no es piadosa. Todo lo opuesto.

Así que perdona a tus hijos sus errores y pecados tal como Dios te perdonó en Cristo (Col 3:13). Sé paciente para instruirlos en todo tiempo en la verdad. No hay mejor forma de mostrar el evangelio a tus hijos que perdonando sus ofensas.

Modela una vida según el evangelio para tus hijos

Nuestros hijos son más inteligentes de lo que pensamos y sus pequeños ojos nos observan todo el tiempo. Pueden percibir si estamos enojados o felices, estresados o tranquilos. Los hijos «estudian» a sus padres y los imitan consciente o inconscientemente. ¿Qué modelo les estás dando?

Dios nos hizo a Su imagen (Gn 1:28), pero después de la caída Adán y Eva, esa imagen quedó corrompida y deformada. Sin embargo, cuando creemos en el evangelio, somos renovados a la imagen de Dios (Ef 4:23-24) y por eso tenemos la oportunidad de ser imitadores Suyos otra vez (5:1). De hecho, esa es nuestra meta, ser imitadores de Cristo y un reflejo de Su carácter, para que otros también puedan imitarlo (1 Co 11:1).

La mejor muestra de amor para nuestros hijos será cumplir de manera esforzada una tarea prioritaria de nuestro rol: guiarlos a los pies de Cristo

Padre, madre, te ruego que seas un imitador de tu Padre celestial, para que tus hijos hagan lo mismo. Refleja a Jesús en tu hogar, esa es tu prioridad máxima. No te pierdas en los ajetreos de la vida diaria y recuerda que el gozo de todos tus logros personales no se compara con ver a tus hijos caminar con el Señor. Junto al apóstol Juan di: «No tengo mayor gozo que este: oír que mis hijos andan en la verdad» (3 Jn v. 4).

Claro que sabemos que el Espíritu Santo se encarga de abrir los ojos espirituales de nuestros hijos. Él es el único que puede convencerlos de su pecado y necesidad de Cristo (Jn 14:26; 16:8). La salvación de tus hijos no depende de ti, sino de Él. Pero eso no quiere decir que ignoremos nuestra responsabilidad de criar a nuestros hijos en la amonestación del Señor (Ef 6:4). No modelamos una vida según el evangelio para que sean automáticamente salvos, pero sí para que puedan ver cómo luce una vida redimida, mientras rogamos que el Espíritu de Dios utilice nuestro ejemplo imperfecto para su salvación.

El beso que mi hijo me dio en el aeropuerto me derritió por completo. Mi hijo me ama, lo puedo ver. Pero ¿cómo puedo expresarle todo el amor que yo tengo por él? ¡Mostrándole el evangelio todos los días! Vivamos según el evangelio con nuestros hijos y es mi oración que, tanto en tu familia como en la mía, Dios use nuestro testimonio para Su gloria.

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