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El crecimiento numérico de la iglesia es un asunto en el que líderes y pastores reflexionan a menudo y que suele inquietar sus corazones. ¿Está mal desear que la iglesia crezca en números de miembros y asistentes?

En un sentido, la respuesta es sencilla: «No». Por supuesto que no es malo desear que la iglesia crezca, pero un buen deseo se puede convertir fácilmente en algo pecaminoso. Por lo tanto, una respuesta más amplia demanda mayor reflexión.

Tres preguntas cruciales

Cuando hablamos de aspectos relacionados al crecimiento de la iglesia, debemos considerar varios factores que pueden estar infiltrándose en nuestros pensamientos y cultivar motivaciones que no son las correctas, en el mejor de los casos; o que son pecaminosas, en el peor de los casos.

Propongo abordar esta cuestión desde tres preguntas que nos ayudarán a explorar bíblicamente la raíz del deseo por el crecimiento numérico en nuestras iglesias.

1. ¿A qué nos referimos con “crecimiento numérico”? 

Lo primero que tenemos que hacer es definir qué es «crecimiento numérico». Puede que la expresión parezca obvia, pero en realidad hay diferentes formas de entenderla.

Por ejemplo, puede que un pastor quiera que más personas sean salvas. Puede que otro pastor esté pensando en plantar más iglesias y que así crezca el número de personas que se congregan cada domingo. O bien, alguien puede tener una carga por un grupo específico (jóvenes, profesionales, hombres o mujeres) y quiera alcanzar a más personas de ese grupo puntual. También puede haber algún pastor que desee ver el salón de reunión dominical lleno y que, de esa manera, aumente su popularidad.

El crecimiento numérico saludable es el proceso en el que el Señor añade a la iglesia aquellos que van siendo salvos, para la expansión de Su reino

Ya que existen diversas maneras de entender este asunto, tratemos de definirlo con la Palabra de Dios. Bíblicamente, el crecimiento numérico saludable es el proceso en el que el Señor añade a la iglesia aquellos que van siendo salvos, para la expansión de Su reino (cp. Hch 2:47). Esto va de la mano con el propósito de la iglesia, que es expandir el evangelio del reino de Dios, llevar el evangelio de Cristo a personas de todas las naciones con el poder del Espíritu de Dios (cp. Zac 4:6).

Entonces, si Dios añade personas a Su iglesia y lo hace para Su propia gloria, los líderes y pastores podemos anhelar el crecimiento numérico con esta motivación en mente.

No obstante, tendemos a pensar en el crecimiento solo en términos de nuestra iglesia local. De esa manera, olvidamos que cuando Dios promete que Su reino avanzará y crecerá como una «semilla de mostaza» (Mt 13:31-32), no se refiere a una sola iglesia, sino a la expansión de Su reino en todo el mundo.

Si ponemos todo junto, la implicación es muy clara: Dios añade personas a la iglesia de Cristo todos los días, en todos los continentes, a cada hora y minuto que pasa. El evangelio está salvando vidas, rescatándolas de la condenación eterna y trasladándolas al reino del Hijo amado (Col 1:13).

La iglesia está creciendo constantemente, no gracias a nosotros, sino más bien, a pesar de nosotros. Ese es el crecimiento numérico que debemos añorar con todo nuestro corazón y por el cual debemos doblar nuestras rodillas.

Si pensamos que el crecimiento de la iglesia se trata únicamente de cuántas personas están sentadas en mi pequeño auditorio los domingos, estamos viendo el panorama incompleto. Tenemos que ver lo global y lo eterno. El reino de Dios no se trata de mi iglesia local solamente. Mi iglesia es parte del reino, sí. Cada iglesia local es fundamental para el crecimiento del que estoy hablando, pero no lo es todo.

Dios añade personas a la iglesia de Cristo todos los días, en todos los continentes, a cada hora y minuto que pasa

La próxima vez que te pregunten: «¿Qué tan grande es tu iglesia?», te recomiendo responder lo siguiente: «Mi iglesia es de millones y millones de personas y cada domingo crece más». 

2. ¿Para quién es la gloria del crecimiento numérico? 

Cuando vemos el crecimiento numérico desde esta perspectiva —el Rey agrega a Su iglesia los que van siendo salvos—, tenemos que entender que lo hace para Su propia gloria, no para la nuestra (Is 43:7).

Si anhelo que mi iglesia aumente sus números para que yo sea más reconocido, para que mi pastor sea más famoso, para que tengamos más dinero, más ofrendas, más sillas o más suscriptores en YouTube, entonces estaríamos pecando gravemente (cp. Jn 3:30). Estaríamos deformando el diseño divino para el crecimiento de la iglesia y lo estaríamos convirtiendo en algo carnal y egoísta. Nuestra convicción debe ser que la gloria del crecimiento numérico es para Dios, no para nosotros; esto muchas veces es más fácil decirlo que vivirlo.

Si eres pastor o miembro de una iglesia, evalúa con absoluta sinceridad la motivación de ver a tu iglesia crecer en número: ¿Qué sucede en tu corazón cuando una semana ves el auditorio lleno? ¿Y si al siguiente domingo está casi vacío? Si somos honestos, reconoceremos que la cantidad de personas sí nos afecta. Cuando vemos mucha gente, asumimos que «tiene que ser una buena señal» y nos alegramos; pero si no, nos ponemos tristes y nos desanimamos, o esto hasta provoca nuestro enojo. Estos altibajos emocionales revelan que es posible que estemos buscando nuestra gloria, en vez de la gloria de Dios en el crecimiento numérico.

En el mundo secular encontramos un sistema cruel de evaluación que debemos evitar a toda costa en la iglesia. Si una empresa no «produce números», entonces es eliminada, descartada y calificada como un fracaso. Pero en la iglesia del Rey las cosas no funcionan así. Él no está más impresionado con una mega iglesia de tres mil personas, que con una iglesia pequeña de cincuenta ovejas. Una no es más que la otra y ambas pueden darle gloria con su obediencia, integridad y fidelidad. Él dará el crecimiento que quiera dar (cp. 1 Co 3:6).

3. ¿Está bien si quiero que mi iglesia se mantenga con poco crecimiento? 

Dios está haciendo crecer a Su iglesia en todo el mundo y, en ese sentido, no tenemos que preocuparnos. La iglesia está en buenas manos. Cada semana crece exactamente como debe crecer, porque Dios tiene el crecimiento de la iglesia bajo Su control.

Eso no quiere decir que no podamos o debamos desear y trabajar para que nuestra iglesia local contribuya y participe en ese crecimiento numérico universal por medio del crecimiento de nuestra iglesia y la plantación de nuevas iglesias. Aunque debemos ser agradecidos y tener contentamiento, no es bueno simplemente conformarnos con el crecimiento numérico que Dios nos haya dado hasta ahora. Es triste que muchas veces no tenemos una visión amplia del propósito de Dios para cada iglesia y por eso nos quedamos satisfechos con ser siempre el mismo grupo de personas que se reúnen cada domingo.

Dios está haciendo crecer a Su iglesia en todo el mundo y, en ese sentido, no tenemos que preocuparnos; la iglesia está en buenas manos

Si lo piensas bien, esto también puede ser un pecado, porque podríamos haber secuestrado la iglesia del Rey y haberla hecho nuestro «club social»: no queremos que más personas se sumen porque nos sentimos cómodos como estamos en vez de tener que lidiar con el costo de alcanzar y discipular a nuevos creyentes.

Al mismo tiempo, si tu iglesia local tiene mucho tiempo sin crecer numéricamente, está bien que te preguntes la razón, si es porque Dios no ha querido sumar más personas o es por causa de la iglesia misma.

Reconozco que puede sonar muy duro decir esto, pero hay iglesias que no crecen porque no hay una salud integral dentro de sus filas; tal vez hay murmuración, chisme, legalismo, libertinaje o algún otro pecado que va en contra de lo que la iglesia debería ser. En otros casos, no existe el deseo de proclamar el evangelio ni una carga por expandir el reino de Dios en la tierra. Tal vez nos falta visión para crecer, tal vez nos falta «denuedo» para predicar (Hch 4:29-31, RV60).

Si nos estamos poniendo demasiado cómodos, renovemos nuestro compromiso con glorificar a Dios y hacer conocido Su nombre. Recordemos las palabras de Jesús: «El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel» (Lc 16:10). Por lo tanto, seamos fieles con lo que Dios nos ha dado, pero no dudemos ni por un segundo en querer que Dios nos siga usando para Su gloria. Con 50, 100 o 3000 personas, seamos fieles embajadores del reino de Dios y confiemos en que el crecimiento está en Sus manos, y Él nunca se detiene. Por lo tanto, Él añadirá a los que han de ser salvos.

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