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En momentos de calamidad en una nación, muchos líderes cristianos realizan oraciones públicas citando las palabras de Dios a Salomón:

y se humilla Mi pueblo sobre el cual es invocado Mi nombre, y oran, buscan Mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces Yo oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra (2 Cr 7:14, énfasis añadido).

El Señor hizo esta promesa cuando Salomón subió al trono, después de la muerte del rey David. Esta sucesión en la monarquía israelita trajo una serie de beneficios que el autor de las crónicas reales registró con detalle.

El nuevo rey fue humilde delante de Yahvé al reconocer su incapacidad para gobernar a una nación grande, por lo que pidió ciencia y sabiduría para gobernar. Esta petición agradó al Señor, y por eso le concedió lo pedido y lo prosperó de tal manera que no solo benefició al rey, sino también al pueblo (2 Cr 1:11-12). ¿Por qué Dios hizo esta promesa a Salomón y qué significa la frase «sanaré su tierra»?

Una promesa futura para una tierra temporalmente sana y próspera

Cuando Yahvé prometió a Salomón «sanar su tierra», la nación de Israel pasaba por una época de bonanza y salud territorial evidenciada por su opulencia material y su robustez espiritual (2 Cr 1:14-17).

Salomón dedicó el templo recién construido y elevó una oración que concluyó con la manifestación de la gloria del Señor que llenó el nuevo santuario. Esta fue la mayor prueba de que el pueblo y su tierra experimentaban una salud orgánica en esta época (1 Cr 2 – 4).

Quizás este fue el momento climácico más notable de la prosperidad de Israel en el Antiguo Testamento: allí confluyeron la paz, una provisión material profusa, el ascenso de un rey piadoso, un sistema religioso íntegro y, sobre todo, la presencia portentosa de Dios. Ahora Israel se percibía como nunca antes: sano, libre, poderoso, estable, rico, unificado, amado, protegido por su Dios (1 Cr 7:1-3).

No obstante, junto con la promesa, el Dios omnisciente le dijo al rey Salomón en privado:

… He oído tu oración, y he escogido para Mí este lugar como casa de sacrificio. Si cierro los cielos para que no haya lluvia, o si mando la langosta a devorar la tierra, o si envío la pestilencia entre Mi pueblo, y se humilla Mi pueblo sobre el cual es invocado Mi nombre, y oran, buscan Mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces Yo oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra (2 Cr 7:12-14).

Estas palabras son particularmente descriptivas, ya que Dios no estaba proponiendo a Salomón un plan de contingencia; una manera inadecuada en la que se podrían interpretar las oraciones condicionales de este pasaje. Más bien, considerando su contexto, podemos ver que Dios le estaba anticipando de «enfermedades» que en efecto vendrían sobre Israel después de este periodo de salud y bonanza.

En otras palabras, Dios sabía que Salomón se apartaría de Su voluntad, que el pueblo se dividiría y que vendría una sucesión de reyes y sacerdotes que guiarían a la nación lejos de Sus caminos. La historia de Israel siguió su curso y en el registro bíblico podemos ver que Dios permitió sequías, y envió langostas y pestes (derivadas de las guerras) en diferentes momentos debido al pecado del pueblo, tal como se lo anticipó a Salomón.

La mala situación social de Israel se agudizó con la destrucción del reino del norte y con el cautiverio babilónico al que fue llevado el reino del sur.

Que Dios haya prometido sanar a Israel cuando atravesaba su periodo de mayor prosperidad nos demuestra que Él siempre toma la iniciativa en la redención de Su pueblo. De hecho, el Señor es el único que puede hacer que un corazón rebelde se vuelva a Él. Aunque hubo momentos en los que el pueblo de Israel buscó a Dios y le obedeció, cada periodo de salud fue una muestra de la misericordia del Señor y una vislumbre de un futuro en el que se cumplirá plenamente Su promesa para Israel y para todos los demás creyentes (p. ej., Os 14:4-7).

Una mejor promesa futura para un mundo enfermo y decadente

El ser humano siempre ha anhelado la salud, la prosperidad y la paz que perdió a causa de la caída. No obstante, la mayor pérdida fue la relación íntima y perfecta que tenía con su Creador. Sin embargo, al estar en la era de la iglesia, el plan de restauración de la creación está en su etapa final y a la espera de su consumación en la manifestación inminente de Cristo en Su segunda venida. Esperamos en Su promesa: «Vengo pronto» (Ap 3:11; 22:7, 12; cp. 2 P 3:9).

Entonces, para comprender mejor el alcance de la promesa de sanidad de Dios (que en realidad es supraterrenal), es necesario verla a la luz de la segunda venida de Cristo.

  • El corazón que cree en Cristo como su Señor y Salvador experimenta, en el presente mundo enfermo, una salud que será plena cuando Él vuelva.
  • Cuando Cristo se manifieste en Su segunda venida no se limitará a sanar una zona territorial única, sino que transformará la creación completa (p. ej., Ro 8:19-21; Ap 21:1).
  • La sanidad perfecta que Cristo traerá a la creación en Su segunda venida no será como resultado de nuestra obediencia, sino de la Suya (Fil 2:8; Ro 5:18).
  • Cristo es el camino, la verdad y la vida que traerá consigo una salud plena (salvación) y eterna para todo el que creyó en Él (Ap 7:17; 21:4).

En resumen, la promesa de Dios de «sanar la tierra» fue dicha en un momento específico para el pueblo de Israel y habla de sanidad para la extensión territorial de la nación en esa etapa de la historia de la redención. No es apropiado tomar este versículo fuera de su contexto para aplicarlo a nuestras naciones hoy. Por supuesto, si una nación entera se arrepintiera como fruto de comprender el mensaje del evangelio, su extensión territorial podría experimentar sanidad si Dios en Su soberana voluntad así lo desea. Sin embargo, esta sanidad no se cumpliría de manera absoluta, perfecta y permanente en este lado de la eternidad, porque es necesario que Cristo regrese para hacer una obra completa de restauración cósmica.

Esta realidad no debe frustrarnos, sino que debe robustecer nuestra esperanza segura de un futuro prometido por Dios que consiste en una vida glorificada que solo Él puede darnos.

Oremos a Dios para que derrame en nuestra tierra y nuestros países la sanidad que deriva de conocer la promesa del evangelio de Cristo y que será consumada en el futuro.

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