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#CoaliciónResponde es una serie donde pastores y líderes de la iglesia responden a inquietudes que llegan a Coalición por el Evangelio por diversos medios, y que son parte de las inquietudes que caracterizan la iglesia en nuestra región.

El Señor me salvó en el 2005 mientras leía el Evangelio de Juan, y me dio un deseo por conocerle más y leer su Palabra. Sin embargo, después del primer año, esa pasión fue interrumpida por una falta de deseo por leer la Biblia. No entendía por qué me costaba leerla. Peor aún, cuando sí sacaba el tiempo para entrar en la Escritura, se me hacía muy difícil concentrarme en lo que leía.

Quizá tú también has estado en esa situación. Te cuesta leer la Biblia, no porque dudes que es verdaderamente la Palabra de Dios o que necesitas leerla, sino porque el deseo simplemente no está.

¿Cómo podemos hacerle frente a esto? Déjame ofrecerte tres verdades que uso para combatir la falta de deseo por leer la Biblia.

1. Identifica el problema: el pecado.

Aun cuando por la gracia de Dios en Cristo y por el poder del Espíritu Santo se nos ha dado ese nuevo corazón que Dios prometió (Deuteronomio 30:6; Ezequiel 36:36), el pecado todavía está presente en nuestra vida. Todo creyente vive una lucha contra el pecado (Romanos 7:21-23).

La falta de deseo por la Biblia es pecado. Antes de que me acuses de legalista, déjame explicarte por qué. Al poner nuestro deseo en otras cosas antes de desear conocer más a Dios por medio de su Palabra, estamos diciendo que hay otras cosas que nos sacian más que el detenernos a meditar en la Escritura.

Puede ser que debamos organizar mejor nuestro tiempo y prioridades, pero es imperativo reconocer que esos son solo síntomas del problema, porque la raíz de la falta de deseo es el pecado. Por lo tanto, debemos identificarlo y confesarlo.

2. Luchando en las fuerzas de quien nos libertó: Cristo.

Algo que no debemos perder de vista es que a pesar de que nuestra lucha con el pecado es dura, no estamos solos en la batalla.

¡Cuán hermoso es poder decir junto con el apóstol Pablo: “Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Romanos 7:24-25)! Y también podemos decir que en Cristo vivimos luchando contra el pecado por el Espíritu Santo hasta que lleguemos a gloria, pero sin condenación (Romanos 8:1).

Así que al identificar que la falta de querer leer la Biblia es pecado, inmediatamente después debemos predicarnos el evangelio para recordar que por esto mismo Cristo murió. Los creyentes luchamos de este lado de la eternidad en las fuerzas y por la gracia de nuestro Salvador.

3. El medio para la salvación y santificación: la Palabra.

Finalmente, debemos ver la conexión entre la necesidad de la Palabra de Dios para salvación y el fruto de esa salvación.

La necesidad de la Palabra de Dios para salvación la vemos 1 Pedro 1:10-12; 23-25. Ahí el apóstol habla de cómo Dios habló por medio de los profetas para que todo fuera escrito para nuestro beneficio. Esa Palabra del Señor es la que permanece para siempre y es poderosa para abrir los ojos de los incrédulos para que vean a Cristo.

Además, esa misma Palabra es la que hace crecer al creyente en su salvación.  Esto lo vemos en 1 Pedro 2:2-3:

Deseen como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcan para salvación, si es que han probado la bondad del Señor.

El apóstol continúa su enseñanza de la necesidad de la Palabra para la salvación y el crecimiento espiritual. El antídoto para la falta de deseo al leer la Palabra es la misma Palabra de Dios. Pedro usa el ejemplo de un bebé que al probar la leche de su madre por primera vez continua deseándola porque es su alimento, su sostén, y el medio para crecer.

De la misma manera, la Palabra de Dios es el medio por el cual Dios ha diseñado que crezcamos y seamos santificados. Así que tal como necesitamos la Palabra de Dios para nacer de nuevo, también la necesitamos para crecer en nuestra salvación. Por lo tanto, pidámosle a Dios que nos haga conscientes de nuestra necesidad, y de que él la ha suplido por medio de su Palabra.

Quiero animarte a que oremos al Padre para que nos dé el deseo para leer su Palabra y que ella habite en abundancia en nosotros (Colosenses 3:16). La Escritura es el lugar donde conocemos más a Dios y donde vemos cómo apuntarnos los unos a los otros a Cristo como la fuente de todo gozo, sabiduría, amor, y paz.


Imagen: Lightstock
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