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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de Destellos de gracia: Cómo atesorar el evangelio en tu hogar (Poiema Publicaciones, 2017), por Gloria Furman.

Otra vez. Anoche, otra vez, dejó un vaso encima de la cocina. Mi esposo, David, es un hombre brillante y muy capacitado, pero su sentido común parece desaparecer desde que entra a la cocina.

Arándanos pegados y la desconsideración

Ya podía imaginarme el enorme trabajo que me tomaría despegar esos pedacitos de arándanos del vaso. Empecé a decirme a mí misma en voz alta (¿también lo haces?), murmurando: «No tengo tiempo para eso». Apreté los dientes y comencé a lavarlo con fuerza, y cuando David pasó por la cocina suspiré con exasperación y exageré mis esfuerzos por limpiar el vaso. «Espero poder limpiar bien este vaso, no lo enjuagaste».

David pidió perdón y dijo que simplemente se le olvidó.

«Qué desconsiderado», pensé. «Sabe todo el trabajo que tengo. Lo menos que pudo haber hecho era enjuagar el vaso. Desconsiderado…». Pero en realidad la que estaba siendo desconsiderada era yo, y lo sabía. El Espíritu Santo trajo a mi mente el famoso pasaje acerca del amor en 1 Corintios 13:

«El amor es paciente, es bondadoso. El amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante. No se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido. El amor no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser», 1 Corintios 13:4-8.

Era consciente de que no había demostrado amor. Otra vez. Es algo en lo que fallo cada día.

¿Está Dios reinando sobre lo cotidiano en tu vida?

Soy la esposa de un pastor ocupado y la madre de tres niños. Cada semana tengo que lavar ocho veces y cortar las uñas de cuatro pares de manos y pies. Mi vida es completamente ordinaria.

Cuando fui a una conferencia de matrimonios de Paul Tripp, le escuché decir algo que me dejó devastada. Tripp dijo: «Si Dios no está reinando sobre lo cotidiano en tu vida, entonces no está reinando sobre ti. Porque es allí donde vives».

Lo ordinario en mi vida es ser ama de casa. Independientemente de lo que sea normal para ti, estoy segura en que podemos estar de acuerdo en que allí es donde vivimos.

Glorifica a Dios en lo que hagas

Soy consciente de que cuando sirvo a mi familia estoy sirviendo a Jesús, y que cuando sirvo en mi hogar debo hacerlo como para el Señor. Colosenses 3:23-34 dice: “Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia. Es a Cristo el Señor a quien sirven».

El comentario de Tripp me recordó que la Biblia tiene mucho qué decir en cuanto a lo cotidiano. En 1 Corintios 10:31 dice: «Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios».

¡Sí! ¡Por supuesto que quiero glorificar a Dios! Es el tesoro más preciado en todo el universo, y es digno de ser adorado a través de lo que soy, todo lo que tengo y todo lo que hago.

Dios puede utilizar los momentos ordinarios en tu vida para conformarte a la imagen de su Hijo y así glorificar su nombre.

La pregunta no era si debía esforzarme o no por glorificar a Dios en todo. Yo sabía que vivir para la gloria de Dios sería mi mayor gozo. Mi única pregunta era: ¿cómo lo hago? ¿Cómo puedo doblar la ropa y resolver peleas entre hermanitos para la gloria de Dios cuando yo misma fallo tanto a causa de mi pecado? ¿Cómo es que el evangelio me convierte en una mujer que limpia inodoros o limpia narices de buena gana como para el Señor?

Los pañales pueden llevarte a buscar las cosas de arriba

Si la Palabra de Dios es para personas ordinarias que hacen cosas ordinarias, entonces seguramente la Escritura habla acerca de cómo podemos glorificar a Dios en medio de nuestras labores en este mundo. Justo donde estamos podemos ver destellos de gracia al aprender a aplicar pasajes como Colosenses 3:1-3, que dice:

«Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque ustedes han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios».

El poder de Dios se perfecciona en nuestro ministerio, prosperando las obras que hacemos por la fe (2 Ts. 1:11). Así que, ese enésimo pañal sucio, cuando lo vemos a la luz de la esperanza y las promesas que están en la Palabra de Dios, puede ser un gran instrumento en las manos de Dios para transformar tu corazón.

Milagros en medio de lo cotidiano

Dios puede utilizar los momentos ordinarios en tu vida para conformarte a la imagen de su Hijo y así glorificar su nombre. Eso es precisamente lo que quiere hacer.

Los platos sucios en el fregadero o los restos de crayones rojos dentro de un enchufe, cortesía de un bebé curioso, no son tormentos que interrumpen la tranquilidad de tu día. Son oportunidades para ver destellos de gracia.

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