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Hay una nueva especie de secta que está creciendo en Latinoamérica. Este grupo se caracteriza por decir que si no estás de acuerdo con ellos y su modo de pensar, no eres un verdadero creyente. Si no estás de acuerdo completamente con su confesión o catecismo, serás catalogado como un ecuménico, entre muchas otras cosas. Lo más sorprendente: este grupo se denomina protestante, y creen en muchas de las mismas cosas que nosotros creemos.

Lamentablemente, este grupo sectario en Latinoamérica cree tener la llave para identificar quiénes pueden entrar al campamento de los reformados. Lo más increíble del asunto es que, al ellos tratar de definir lo que es ser reformado, muestran gran ignorancia y, añado con dolor, muestran también gran arrogancia.

Quiero ser claro sobre a qué tipo de grupo me estoy refiriendo. No deseo incluir a grupos que no caen en esta categoría. El grupo al que me refiero es aquel que tan pronto alguien sale fuera de sus definiciones le acusan de ecumenista y apostata. La más mínima infracción de sus definiciones hace que no se tome en cuenta el resto de su teología. Más importante todavía, no se toma en cuenta cuál es la visión de esta persona sobre el evangelio. No estoy hablando de no defender posturas; es correcto defender y presentar sus posturas. El problema es cuando violamos los principios de Romanos 14 y queremos imponer nuestra conciencia en otros que tienen pensamientos diferentes. 

El uso de confesiones

Las confesiones son medios de gracia para ayudarnos en nuestras definiciones teológicas. Nos ayudan a definir convicciones. Nunca se deben usar para especificar que alguien es, o no, un hijo de Dios. Más bien son guías para permanecer en el camino correcto, el camino ortodoxo; pero debemos entender que no son la Biblia. La conciencia informada por la Palabra de Dios debe guiarnos, no una confesión humana. Si tú crees algo y estás convencido de ello solo porque lo escribió alguien en particular, y no porque has creado convicciones bíblicas al respecto, eso es pecado. Así lo podemos ver en Romanos 14:22-23:

“La fe que tú tienes, tenla conforme a tu propia convicción delante de Dios. Dichoso el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. Pero el que duda, si come se condena, porque no lo hace por fe; y todo lo que no procede de fe, es pecado”.

Si fuéramos a definir lo que significa ser reformado de una forma histórica, tendríamos que hablar de las iglesias que salieron de la reforma de Ginebra, o Zúrich. De ahí salieron las iglesias presbiterianas de Holanda y Escocia que luego fueron de influencia en los Estados Unidos y ahora están representadas por la PCA o la OPC. Muchos de los que pertenecen a lo que llamo esta secta reformada, que se autodeclararon defensores de la Reforma Latinoamericana, no entrarían en esas denominaciones.

Una gran parte de este grupo reformado son bautistas que se apegan a la Confesión de Fe de Londres de 1689. Este hermoso documento histórico, el cual guía mis convicciones sobre la doctrina del pacto, es un medio de gracia para los creyentes. Pero debemos enfatizar que ninguna confesión es la Biblia. Estos son documentos falibles y creados por hombres que tratan fielmente de interpretar la Biblia. Nada más y nada menos.

Ser protestante

Al final, los líderes de este grupo olvidan que ser protestante incluye aceptar que diferentes hermanos de la fe pueden tener diferentes convicciones. Pretender que en todo tenemos que pensar igual es la esencia de la teología y práctica católico romana. Es, en un sentido muy real, volver a lo mismo que la Reforma protestó.

Personalmente, no uso el término reformado al describirme, y prefiero decir cuando me preguntan que trato de ser un creyente bíblico por la gracia de Dios. Si me presionaran a ponerme una etiqueta, entonces digo que soy esencialmente reformado por mis creencias soteriológicas y eclesiásticas (pertenezco a una denominación con gobierno presbiteriano), y que difiero de la tradición reformada clásica por mis convicciones credobautistas.

Debemos permitir que personas con entendimientos ortodoxos de las cosas que importan, las doctrinas fundamentales, puedan diferir de nosotros en otras doctrinas secundarias, o en cuestiones de preferencias. Acusar, por ejemplo, a un hermano de no ser creyente por no seguir el principio regulativo de adoración es algo que, estoy seguro, Dios mira con desprecio. 

Todos los reformadores tuvieron diferencias: en los pormenores del significado de la santa cena, la relación con el estado, y en algunos temas eclesiológicos. Si tomamos en cuenta la definición tan cerrada de estos grupos, ¡ni Martín Lutero podría ser parte de la comunión de los creyentes! Que Dios tenga misericordia. Y que podamos por el evangelio, al mirar a Cristo, tener paciencia con nosotros mismos y extender esa gracia también a otros hermanos.


Actualización: Se agregó el tercer párrafo posteriormente a la publicación del artículo.


Imagen: Lightstock.
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