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Ovejas y cabritos en la iglesia: la verdadera diferencia

Amo la música de Keith Green. Me encanta el piano intenso y fuerte, así como las muchas palabras que emplea en las letras de sus canciones. Me encanta que representa el estilo de los ochentas y del movimiento de Jesus People. Amo su pasión.

Mi papá fue el que me presentó a Green en un inicio. Lo escuchábamos con frecuencia durante nuestro trayecto a casa desde la escuela. En mi opinión, no hay mejor ejemplo de una canción de Green que «The Sheep and the Goats» (Las ovejas y las cabras).

Green canta la parábola de Jesús en Mateo 25:31-46 en esta canción. En el pasaje, Jesús describe el juicio final del mundo como un pastor que separa a las ovejas justas de los cabritos injustos. La forma en que el pastor distingue entre los dos grupos es examinando el amor sacrificial que han mostrado hacia «uno de estos hermanos Míos, aun a los más pequeños» (Mt 25:40, 45).

Green se apega al texto de manera notable. Sin embargo, él agrega este comentario final sobre el pasaje en la última línea de la canción: «Amigos míos, la única diferencia entre las ovejas y las cabras, según esta Escritura, es lo que hicieron y lo que no hicieron».

Estas palabras sacudieron el mundo de mi infancia porque resaltaron mi hipocresía. Yo era un cristiano profesante en ese momento de mi corta vida, pero en realidad estaba lejos de Jesús. Afirmaba amar a Jesús, pero no amaba como Él. Como resultado, esta canción me hizo sentir el desconcertante peso de la hipocresía de mi falta de amor.

No hay nada más horrible que la hipocresía, ¿verdad? En especial, la hipocresía cristiana. No hay nada tan descorazonador, deshonesto y desorientador como una persona que profesa ser cristiana, pero no ama a los demás.

La suprema idoneidad del amor

¿Por qué nos molesta tanto la hipocresía cristiana? ¿Por qué los pecados que reflejan una falta de amor entre los que profesan ser cristianos causan tal sensación de desorientación, disonancia y (si no tenemos cuidado) desilusión?

No hay nada tan descorazonador, deshonesto y desorientador como una persona que profesa ser cristiana, pero no ama a los demás

Más importante aún: ¿por qué el Pastor odia la hipocresía de la falta de amor? 

Cuando leemos el texto de Mateo 25, parece evidente que el amor sacrificial es supremamente apropiado para el cristiano. Es la base sobre la que el Buen Pastor separa a sus ovejas de los cabritos.

Sin embargo, no inferimos que es apropiado solo de pasajes como Mateo. Lo vemos articulado a lo largo del Nuevo Testamento. Jesús declara: «En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros» (Jn 13:35).

Jesús no podría ser más claro. La forma en que amamos a los demás (especialmente a «uno de estos hermanos Míos, aun a los más pequeños») es importante. Importa porque nos hace diferentes. Importa porque este tipo de amor es la forma en que el pastor distingue a sus ovejas de los cabritos. Importa porque está en juego la entrada al reino del Padre (Mt 25:34).

Todo esto plantea otra pregunta: ¿En qué sentido es que la entrada al reino está en juego? Si no podemos hacer algo para ganar nuestra salvación, ¿por qué Jesús dice todo esto en Mateo 25? En otras palabras, ¿cuál es la verdadera diferencia entre las ovejas y los cabritos? 

Oveja verdadera, lana verdadera

Aunque me encanta la música de Green en general y me encanta «The Sheep and the Goats» en particular, creo que la última línea de la canción es engañosa. 

Jesús no podría ser más claro. La forma en que amamos a los demás es importante

La única diferencia entre las ovejas justas y los cabritos injustos no es lo que hicieron o dejaron de hacer. La diferencia no está simplemente en las características externas. Las ovejas y los cabritos tienen un ADN diferente. Tienen células diferentes y son especies diferentes. 

Sí, existen diferencias externas entre las ovejas y los cabritos. Sí, podemos distinguir entre los dos basándonos en esas diferencias externas («en esto conocerán todos que son Mis discípulos»). Pero debemos tener cuidado de no confundir los síntomas con las causas. Debemos tener cuidado de no confundir la fruta con la raíz, ni la lana con el ADN. 

El Nuevo Testamento es claro de forma consistente. La manera en que amamos a los demás tiene un significado eterno. No te equivoques, los justos serán separados de los injustos en base a la presencia de un amor genuino por los demás. Sin embargo, este amor sacrificial no es la causa de una nueva naturaleza justa, es el fruto inevitable de recibir esta nueva naturaleza. 

El amor sacrificial es la verdadera lana que distingue a las ovejas de los cabritos. Tener lana verdadera no te convierte en una oveja, pero ser oveja hace que tengas lana verdadera.

El amor sacrificial es la verdadera lana que distingue a las ovejas de los cabritos

Por lo tanto, cuando Cristo separa a las ovejas y los cabritos, los está separando basándose en la presencia de resultados inevitables. Sí, podemos reconocer la verdadera conversión por la presencia del amor sacrificial. Pero nunca debemos creer que nuestro amor sacrificial es la causa de una verdadera conversión. El amor sacrificial es al nuevo nacimiento, lo que la lana verdadera es a una oveja.

El fruto inevitable de una semilla incorruptible

Pedro expresa esta realidad cuando manda a los creyentes: «ámense unos a otros entrañablemente, de corazón puro. Pues han nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible» (1 P 1:22-23).

El mandamiento de amar a los demás es real, pero nunca debe ser obedecido por nuestras propias fuerzas. Pedro nos aclara que el amor sacrificial es el fruto inevitable de una simiente incorruptible.

En lugar del hedor de la muerte del pecado, el amor sacrificial es el aroma de la nueva creación resucitada. En lugar de los harapos manchados de suciedad del hijo rebelde, el amor sacrificial es la hermosa túnica que se ajusta perfectamente al hijo pródigo que ha regresado. En lugar de las sutilezas superficiales de los cabritos injustos, el amor sacrificial es la lana verdadera y duradera de las ovejas verdaderas.

En lugar de las flores marchitas que crecen de las raíces podridas de Babilonia, el amor sacrificial es el fruto hermoso, eterno e inevitable de una simiente incorruptible.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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