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Conozco a un joven pastor de estudiantes que descubrió recientemente que el pastor principal de su iglesia estaba plagiando sermones de manera rutinaria. Este hombre estaba predicando los sermones de otros pastores sin citarlos o dar crédito a la fuente original, presentados a la congregación como el trabajo original del pastor principal.

Durante mi tiempo relativamente breve en el ministerio pastoral, me ha sorprendido y descorazonado la prevalencia del plagio dentro de los púlpitos evangélicos. El plagio pastoral parece común, no extraño, y es una amenaza seria a la salud de los pastores y las congregaciones. 

El plagio pastoral puede ser definido como predicar (o escribir) las ideas únicas de otra persona (bosquejo, percepción, ejemplos) de tal manera que lleve a la congregación a creer que esas ideas son originales del predicador.

En el centro de todo plagio hay dos pecados: (1) robo y (2) engaño. Cuando un predicador hace un plagio, él no solo está tomando “una decisión no sabia” o involucrándose en una “indiscreción inmadura”. Él está violando tanto el octavo como el noveno mandamiento (Éx 20:15-16). Él está insultado al único y santo Dios.

Razones comunes

¿Qué lleva a un pastor a robar de otro pastor e intencionalmente engañar a su rebaño?

Aquí hay 3 razones comunes:

1. Sentirse abrumado o deprimido

De este lado de la tumba, nosotros (los pastores) aún no hemos experimentado la redención de nuestros cuerpos (Ro 8:23). Somos susceptibles de sentirnos abrumados o emocionalmente drenados. Estos tiempos pueden ser causados por presiones externas (por ejemplo, pastorear en una pandemia) o por angustia interna (por ejemplo, una batalla prolongada con la depresión o la ansiedad). En medio de estas temporadas tormentosas, robar el sermón de otra persona puede parecer menos inconcebible que si estuviéramos bajo la luz del sol. Cuando nos topamos con esta tentación, debemos recordarnos a nosotros mismos que la transigencia y el pecado nunca ofrecen un descanso duradero (Stg 1:14-17).

Cuando un predicador hace un plagio, él no solo está tomando “una decisión no sabia” o involucrándose en una “indiscreción inmadura”. Él está violando tanto el octavo como el noveno mandamiento

2. Sentirse inadecuado al ser comparado con otros

Hoy, con solo unos pocos clics, podemos cruzar continentes y siglos para encontrar los grandes sermones de los grandes predicadores; desde Agustín, a Spurgeon, a Piper, y muchos otros. Rodeado por voces tan brillantes y articuladas, nuestras propias habilidades pueden empezar a sentirse aburridas o inadecuadas. Si no mantenemos nuestros ojos sobre el Pastor Principal y sobre las ovejas que Él puso a nuestro alrededor, es muy fácil sucumbir ante el cóctel nocivo del desánimo que lleva a la envidia.

Pastor, recuerda quién te colocó entre tus ovejas (no fue Spurgeon) y prepara un sermón para su gloria. Recuerda la voz que anhelas escuchar decir “bien hecho” (no es la voz de Piper), y predica para su beneplácito.

3. Holgazanería

Pastorear ovejas puede resultar pesado (He 3:17). Predicar y enseñar la Palabra es una tarea difícil, una digna de doble honor (1 Ti 5:17). En adición a esto, dentro del corazón de todo hombre existe una aversión pecaminosa al trabajo. A la luz de esto, no es de extrañar que el plagio abunde en tantos púlpitos. ¡El plagio es fácil! Puedes encontrar el contenido de un sermón sin esfuerzo alguno en línea. Pastor, resiste la tentación y trabaja duro en la tarea que se te ha entregado.

Excusas comunes

Sin embargo, he escuchado varias objeciones que intentan excusar el plagio. Aquí hay tres.

1. “Todo el mundo lo hace”

Escuché esta excusa de un anciano de una iglesia que acababa de descubrir que su pastor principal estaba plagiando múltiples sermones. No tengo duda que la motivación de este hermano era defender y amar a su colega. Sin embargo, la idea de que la prevalencia de un pecado de alguna manera aligera su seriedad moral es una falacia.

Podemos todos estar de acuerdo que el adulterio es común entre los evangélicos americanos. También podemos estar de acuerdo que la frecuencia del adulterio en ninguna manera aligera su severidad o la naturaleza descalificadora de ese pecado. 

2. “Tenía permiso para usar ese material”

Esta es una de las excusas más comunes y, en la superficie, puede parecer legítima. Muchos predicadores hoy publican sus sermones en línea y le dan a los demás total permiso de usar este material. A la luz de esto, algunos preguntan: “¿Cómo puede estar mal usar estos sermones?”. Esta pregunta malinterpreta el pecado fundamental del plagio. Sí, el plagio es un pecado doble cuando involucra robo total de las ideas de otros. Pero el robo no es el pecado central del plagio. El pecado central del plagio es la deshonestidad. Esta deshonestidad, una tergiversación egoísta de la realidad, yace en el corazón del plagio pastoral.

El robo no es el pecado principal del plagio. El pecado principal del plagio es la deshonestidad

Mi madre es profesora universitaria y enfrenta plagio con una frecuencia semi-regular. Una de las respuestas más comunes que ella recibe cuando atrapan a un estudiante: “Esto pertenece al ensayo de mi amigo(a). Él/ella me dio permiso para usarlo”. Obviamente, esta respuesta no saca al estudiante del problema. ¿Por qué? Porque el problema principal no es si tenías permiso para usar este material, es la deshonestidad de presentar el trabajo de alguien más como el tuyo propio.

3. “Esta iglesia necesita un pastor que sea más que un predicador”

Escuché esta excusa de primera mano de un pastor que había sido hallado plagiando sermones. Es cierto que una iglesia necesita que el pastor principal sea más que un predicador, y hay ocasiones en las cuales satisfacer varias de las necesidades de la iglesia parecerá más de lo que cualquier hombre pueda soportar. Pero, debemos tratar las necesidades de una congregación por “más que un predicador” como una excusa para descuidar la predicación o, en el caso mencionado antes, como una justificación para robar y mentir. Sí, tu iglesia necesita un pastor principal que sea más que solo un predicador. Pero ciertamente no necesita un pastor principal que sea menos que eso.

Sube al árbol. Excava en la tierra.

Prepararte para predicar con todo lo que tienes es difícil. Es agotador. Pero vale la pena, no solo por el bien de las ovejas, sino por el bien de tu propia alma.

Las palabras escritas de Dios son como la dulce miel y son preciosas como el oro (Sal 19:10). Tu congregación necesita saborearlas, guardarlas en sus corazones, y maravillarse de su valor. Como predicador, Dios te ha llamado a ti a ser el medio humano primario por el cual esta degustación y asombro milagroso son logrados. Para que esto pueda suceder de la manera en que Dios quiere, sin embargo, primero debes saborear y asombrarte de la Palabra por ti mismo, sin el atajo de usar el fruto del sudor de otra persona.

Pastor, trepa el árbol interpretativo más alto para encontrar la miel más dulce. Excava el suelo rocoso de las palabras y frases para poder agarrar el oro con tus manos. Luego, ve y regocíjate en ello con el rebaño que Dios te ha dado. Y después hazlo otra vez la próxima semana, y la próxima, hasta que el Príncipe de los pastores aparezca (1 P 5:4).

No te conformes con nada menos. No te conformes con el fácil pecado del plagio.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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