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Imagina a alguien que conoces bien que no es cristiano. Mientras te miran caminar por el sufrimiento, ¿qué ven? ¿Qué oyen? ¿Qué les estás comunicando sobre la esperanza que tienes?

El sufrimiento puede ser una distracción. Puede amargar el espíritu, endurecer el corazón y paralizar la voluntad. Volviéndonos hacia adentro, a menudo nos impide ver las oportunidades que Dios está colocando a nuestro alrededor para amar a los demás y compartir el Evangelio. A veces, somos tentadas a renunciar en proclamar a Cristo porque somos derrotadas por el pecado, agotadas por el dolor corporal o emocionalmente gastadas por los intentos de reconciliar las relaciones rotas. El sufrimiento parece requerir toda nuestra atención y esfuerzo ya que nos despoja de recursos. Sentimos que no tenemos nada más que dar.

‪Pablo escribe que somos frágiles “vasos de barro” (2Co. 4:7) y nuestras grietas existen para un propósito: brillar el evangelio, nuestra posesión preciada incluso, especialmente, en nuestro dolor. Exhibimos y proclamamos su luz a través de nuestras “grietas” únicas, y qué oportunidad es esta.

Mientras estaba encadenado en una prisión romana, Pablo escribió a los cristianos colosenses:

“Perseveren en la oración, velando en ella con acción de gracias. Oren al mismo tiempo también por nosotros, para que Dios nos abra una puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo (el Mesías), por el cual también he sido encarcelado, para manifestarlo como debo hacerlo. Anden sabiamente para con los de afuera, aprovechando bien el tiempo. Que su conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepan cómo deben responder a cada persona”, Colosenses 4: 2-6.

Observa dónde está Pablo mientras escribe: en prisión. Él está sufriendo. Y, sin embargo, parece que está cada vez más fortalecido por su situación, no derrotado por ella. ¡Sus cadenas físicas lo han alentado a seguir proclamando la verdad que espiritualmente lo ha desencadenado!

En la luz de Cristo, el sufrimiento es un ministerio, no una piedra de molino. Es un regalo, no un fallo en el plan.

Encarcelado, pero con poder. En prisión, sin embargo, en oración. Encarcelado, pero audaz. Este no es un hombre amargado, embotado, paralizado. Pablo no está distraído. No, él sabe que sus persecuciones y “grietas” son oportunidades para derramar el evangelio, no obstáculos para esconderse.

¿Puedes ver tu sufrimiento como una oportunidad única para proclamar el misterio de Cristo a los incrédulos? Te están mirando y te están escuchando. ¿Qué están viendo y escuchando?

La gente está mirando

“Anden sabiamente para con los de afuera, aprovechando bien el tiempo” (Col. 4: 5). ¿Cómo se ve un cristiano sufriente que camina sabiamente alrededor de los extraños? Los incrédulos están viendo cómo sufrimos. Están respondiendo las preguntas básicas de la esperanza: “¿Cómo puede soportar esta persona? ¿Qué tan bien puede su sistema de creencias soportar la presión de un giro no solicitado? ¿Su alegría sobrevive en el sufrimiento?

Cuando la vida va bien, la alegría cristiana y la felicidad mundana son difíciles de distinguir. Pero cuando la vida se desmorona y la felicidad mundana ha huido hace mucho tiempo, el gozo cristiano puede brillar de manera clara y única. Dado que el mundo ve el sufrimiento como algo negativo, tenemos una enorme oportunidad de atrapar a la gente desprevenida y hacerles cuestionar su comprensión de la aflicción, así como también cómo una persona puede perseverar a través de ella.

Pero, ¿cómo se produce esta alegría?

Pablo dice que la primera clave para mostrar el evangelio a través de nuestras acciones, es la oración vigilante y agradecida. Cualquier muestra de la verdad a otros comienza a los pies de Jesús. No podemos dar a los demás lo que no poseemos nosotras mismas. Entonces nos acercamos a Dios en oración porque necesitarlo es nuestro estado natural, y conocerlo y servirlo es nuestro mayor deleite.

La gente está escuchando

La segunda clave para mostrar el evangelio implica entrar en una conversación clara y llena de gracia con las personas. Proclamamos nuestra respuesta a la pregunta mundial de esperanza: “Que su conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepan cómo deben responder a cada persona.” (Col. 4: 6)

Puede que no tengas una plataforma mejor para proclamar la gracia de Dios en el evangelio que la de tu propio sufrimiento. Tus conversaciones sobre las luchas y el dolor pueden estar sorprendentemente llenas de gracia, hablando de la gracia de Dios y hablando con gracia a los demás.

Tus conversaciones también pueden estar llenas de sal, llenas de interés en otras personas, no enfocadas completamente en tu sufrimiento. La conversación salada genera preguntas, y luego puedes responder a las personas de maneras que apuntan a la bondad de Dios y, supremamente, al evangelio.

La luz sale a través de las grietas

Mientras escribo esto, mi esposo, mi hermana y yo estamos esperando la fiesta sorpresa del 30 aniversario de mis padres. Los planes llevan meses en desarrollo y la lista de invitados está hecha. Esta noche, un grupo de amigos se reunirá en su casa, e imagino que tendremos conversaciones sobre el trabajo, el matrimonio, la familia y la salud. Entonces he estado pensando, ¿Qué diré si me preguntan cómo me he sentido últimamente?¿Qué esperanza voy a comunicarles?

Podría pretender que todo está bien, o podría actuar como si estuviera completamente desanimada. Podría hablar de áreas de regresión como reveses devastadores o como regalos extrañamente envueltos de la mano de mi Padre.

Cristo me liberó de las cadenas de una vida centrada en mi misma y unida al pecado, incluso cuando las cadenas físicas del sufrimiento siguen siendo muy reales. Me ha confiado el misterio del evangelio, y tiene la intención de que fluya a través de mis “grietas” a medida que mi vida y mis palabras muestran su gloria a los que me rodean.

¿Y tú?

Por la gracia de Dios, tu sufrimiento es un ministerio: la luz del evangelio fluye a través de las “grietas” de tu aflicción en las mentes y corazones de los que lo miran. La forma en que sufres dice mucho. Que hable en voz alta del evangelio aun cuando duela, y del Dios que nos dio esperanza a través del sufrimiento.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún.
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