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Aparte de Jesús mismo, creo que no hay ningún personaje en la Biblia haya sido tan malinterpretado como la persona de María, la madre de Jesús. A lo largo de toda la historia ha habido mucha confusión sobre lo que la gente cree sobre María y lo que las Escrituras nos enseñan.

¿Quién era realmente María? Bien, conocemos mucho de lo que se nos enseña en el Nuevo Testamento de ella, pero quiero mencionar que en el Antiguo Testamento hay una profecía acerca de ella en Isaías 7:14: “Por tanto el Señor mismo os dará señal: He aquí que una virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. Esta profecía se anunció unos 700 años antes de que ella misma naciera. Desde aquí ya podemos ver la fidelidad de Dios cumpliendo sus promesas. Él no miente: todo lo que promete lo cumple.

El Mesías en su vientre

En Lucas 1:26-38 tenemos la narración de cómo el ángel Gabriel se aparece a María y le anuncia que será la madre de Jesús. En ese momento era una jovencita virgen entre 16 y 18 años y estaba desposada con José, pero todavía no casada. El ángel le dijo que era bendita entre las mujeres, dichosa, bienaventurada.

Al principio María se turbó por las palabras del ángel y luego se sorprendió por el mensaje que le da. ¡Ella sería la elegida por Dios para llevar en su seno al Mesías!  Pero, ¿cómo sería eso si ella no había tenido relaciones con ningún hombre? El ángel le respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” , Lucas 1:35.

María no pensó en las consecuencias que le traería el ser la madre de Jesús, sino que respondió como una verdadera discípula y creyente a Dios: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”. Arriesgaba mucho: su propia reputación y su futuro, pero estuvo dispuesta a que se cumpliera la palabra de Dios en ella.

José se entera que María está embarazada y se siente engañado y traicionado, pero como era justo no quería armar ningún escándalo público y la quiere dejar en secreto. Pero un ángel se le aparece y le explica que ella no le ha engañado y que lo que en ella es engendrado, es obra del Espíritu Santo.

Así él la recibe como su mujer y se casa con ella, pero sin tener relaciones todavía (Mateo 1:25): “pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito”. Esto implica que sí tuvieron relaciones después de que ella diera a luz a Jesús. Si fue su primogénito, es que tuvo más hijos después de Jesús.

Nacimiento de Jesús: Lucas 2:1-7

José y María tuvieron que ir de Nazaret a Belén para apuntarse en el censo porque José era de Belén. Cuando estaban allí, no encontraron una posada u otro lugar mejor para refugiarse y María tuvo que dar a luz en el lugar donde guardaban a los animales, poniendo a Jesús en un pesebre.

En ningún momento vemos a María quejándose de José o de las circunstancias que le tocó vivir. ¿Por qué ocurrió todo esto? Para que se cumpliera la profecía de Miqueas 5:2, que de Belén, un pueblecito insignificante, saldría el Señor. Aquí vemos de nuevo las promesas de Dios cumpliéndose.

Habían unos pastores guardando sus rebaños y se le aparecieron unos ángeles dándoles las buenas noticias de que el Salvador había nacido. Rápidamente fueron a verle (Lc. 2:16) y María, al escuchar lo que los pastores le contaron de los ángeles, dice que “guardaba todas estas cosas, meditándolas  en su corazón”.

Además, recibió la visita de unos magos de oriente que, siguiendo una estrella, llegaron a Belén a adorarle y ofrecerle incienso, oro y mirra, tres regalos reales.

A la semana de nacer Jesús, lo llevan a Jerusalén, al templo, para circuncidarle y presentarlo delante del Señor. Allí encuentran a un hombre Simeón, justo y piadoso, quien reconoció que Jesús era el Ungido del Señor, lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios. José y María estaban maravillados. Simeón se dirigió a María y le dijo que una espada traspasaría su alma. ¿Qué quiere decir esto? Que María iba a sufrir mucho por todo lo que le iba a ocurrir a Jesús. Así se cumplió y así fue. María sufrió mucho al ver que la gente no creía ni confiaba en Jesús, pero el climax de su sufrimiento fue en la misma cruz, cuando lo crucificaron.

Al poco tiempo después, un ángel avisó a José para que huyeran a Egipto, porque Herodes quería matar al niño. Tuvieron que emigrar, ir a otro país con otro idioma, costumbres, y empezar desde cero. No tuvo que ser fácil para ella, pero por amor a su hijo así lo hicieron.

Por aviso de otro ángel vuelven a Nazaret, cuando ya era seguro para el niño. Seguimos viendo a una María que todavía no entiende lo que está sucediendo con su hijo, pero lo guarda todo en su corazón para meditar en ello.

Vemos a una María sujeta a su marido José y sujeta a los mensajes de Dios por parte de los ángeles. Obediente a toda palabra de Dios aunque le cueste mucho sacrificio. Vemos a una María que va descubriendo y deslumbrando quién es su hijo en realidad.

Junto a la cruz

Pasó el tiempo y a los 30 años Jesús deja el hogar familiar y empieza su ministerio público, donde se da a conocer a las multitudes. Tres años después, a María le quedaba lo peor por pasar. Cuando llegó el momento de la muerte y crucifixión de Jesús, sería el momento más doloroso y desgarrador para ella, con el corazón roto de ver a su hijo, insultado, maltratado, burlado y crucificado en una cruz injustamente. Se sentiría muy impotente al no poder socorrerle o aliviar en lo más mínimo sus sufrimientos. Su hijo mayor, el Prometido de Dios, estaba agonizando en una cruz delante de sus ojos, recibiendo el castigo que nosotros merecíamos.

María en el aposento alto: Hechos 1:14

Este es el último versículo en toda la Biblia que nos habla de María. Aquí la vemos después de la resurrección de Jesús y de su ascensión a los cielos. Ella está con el resto de los 120 creyentes orando con los apóstoles y los hermanos de Jesús, que se ve que después de resucitar creyeron en él. Ora como uno más de los creyentes y vive una vida de iglesia como cualquier creyente. No se le da más importancia ni preeminencia por ser la madre de Jesús.

¿Cómo puede mucha gente subirla a los altares y tratarla como mediadora entre Dios y los hombres? No lo vemos así en la iglesia primitiva, ni debemos hacerlo nosotros hoy como iglesia. El único que debe ser ensalzado es Dios mismo y su Hijo Jesucristo: ninguna criatura se puede poner a su nivel.

Qué podemos aprender de María

María fue una mujer de fe, esposa fiel, madre buena y sobre todo fiel creyente y temerosa de Dios. Demostró en su vida lo que dijo cuando le fue anunciada la venida del Mesías: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”, Lucas 1:38. Aprendamos y apliquemos esta actitud de servicio y humildad en nuestra vida.

Ninguno de los pasajes y versículos que hablan de ella nos da pie para pensar o tratarla de manera especial, ni ponerla en una posición que ni su hijo, ni los apóstoles, ni la iglesia primitiva la pusieron.

María es un ejemplo de mujer cristiana como pudo ser Débora, Priscila u otras muchas, pero en ningún lugar se menciona que hay que orarle a ella, rendirle culto, o ponerla en una posición que Dios mismo no ha dicho. Ella misma era una mujer que necesitaba un Salvador, como reconoció en lo que llamamos el Magnificat: “Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas 1:46), porque era pecadora como todos los seres humanos. ¿Cómo es posible que la Iglesia Católica diga que María nació, fue y es sin pecado? Todo ser humano está bajo pecado (Romanos 3:9) a excepción de Jesucristo, el Santo, el Justo.

En los propósitos y planes de Dios, María era un instrumento más para llevar a cabo el plan de salvación de los hombres. Al elegir a María, Dios tiene en mente no a la mujer, sino a su Hijo Jesucristo, la esperanza para los pecadores, el Salvador de su pueblo. A Él es al que debemos de adorar, de honrar y de obedecer, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

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