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Una de las realidades más claras del siglo XXI es que la tecnología está en todo lugar. Hoy no es fuera de lo común pedir un taxi, comprar alimentos, o adquirir boletos de cine, todo desde la comodidad de tu dispositivo móvil. Hay una accesibilidad al mundo entero desde cualquier aparato que se pueda conectar al Internet. 

Desde luego que esto representa un avance tecnológico que, en muchos casos, mejora la calidad de vida en la sociedad, facilita los servicios, y abre la puerta a una nueva revolución —una revolución virtual—.

Sin embargo, ¿cómo han afectado a la iglesia estos pasos agigantados de innovación? Más aún, ¿cómo han afectado estos avances al creyente “promedio”? La cantidad de recursos para creyentes y la magnitud de presencia de algunas iglesias en el Internet puede ser una tentación para algunas personas. Tanto así, que muchas iglesias han optado por acuñar un nuevo término: “iglesia en línea”. 

Es toda una nueva y creciente industria en sí misma. Miles de dólares se gastan anualmente para abrir iglesias en línea. En algunos casos, hay hasta 70,000 personas “congregándose en línea” durante los servicios. Y con esto no me refiero a iglesias que transmiten sus servicios en vivo, sino que son iglesias que literalmente abren campuses donde hay pastores y consejeros listos para servirte en salones de chat. Es toda una infraestructura que busca crear una congregación online. Para personas que están acostumbradas a pedir una pizza, o un Uber desde el teléfono, la iglesia en línea parecería la opción perfecta: fácil, cómoda, y ¡no tienes que salir de tu casa! Pero ¿es bíblica esta iniciativa? En otras palabras, ¿qué peligros pueden venir de la presencia mediática de estas iglesias virtuales? 

Los avances tecnológicos son indudablemente de gran bendición para el mundo cristiano. Sin embargo, permíteme darte algunos aspectos de cuidado para considerar con relación a la iglesia, el creyente, y el Internet.   

Iglesia en línea no es iglesia

La llamada iglesia en línea no cumple con los requisitos que Dios ha instituido para su iglesia. 

Lo primero que tenemos que clarificar es que el concepto de iglesia no está abierto a debate. No le falta ser revisado. Simplemente no se nos da la oportunidad de redefinir un concepto bíblico a nuestro gusto. Cristo dijo que la iglesia sería construida en el entendimiento de que “Cristo es el Mesías, el Hijo de Dios” (Mt. 16:18). Más aún, Pablo claramente explica que “Cristo es la cabeza de la iglesia” (Ef. 5:23), mientras que nosotros somos la iglesia (1 Co. 12). Las cartas de Pablo a las iglesias eran dirigidas a grupos de personas que estaban unidas en Cristo para la propagación del evangelio en sus respectivas sociedades (Mt. 28:19). La llamada iglesia en línea no cumple con los requisitos que Dios ha instituido para su iglesia. 

La iglesia es entonces un cuerpo vivo, tangible, real, cuidado y velado por los pastores y obispos, creciendo y ayudándose entre sí. Ver predicaciones en YouTube, o conectarte a ver predicaciones los domingos cuando pudieras ir a congregarte no quiere decir que estás obedeciendo a Dios en tu asistencia a una iglesia local (Heb. 11:25). 

Al contrario, la idea de que puedes ir a la iglesia en línea alimenta la noción incorrecta de que debemos buscar siempre nuestra comodidad. Cristo hizo un llamado a lo opuesto. Cristo quiere seguidores que estén dispuestos a negarse a sí mismos (Mt. 16:24), que estén dispuestos a amar a otros (Jn. 13:35), y que quieran estar bajo la autoridad de pastores (Heb. 13:17). La iglesia no se trata de mí, mi comodidad, mis deseos, mi tiempo, o mi preferencia. La iglesia es la máxima expresión del amor de Cristo a su pueblo (Ef. 1:22), su autoridad es el centro que une a la iglesia, y no mi opinión o gustos. Cuando he reemplazado la iglesia local por una “iglesia” en línea, eso refleja más mi deseo por hacer las cosas a mi manera que una necesidad por obedecer su Palabra. 

Pastores icónicos no son mis pastores  

Dios no instituyó a pastores virtuales, sino a pastores que estén cerca de ti, que te conozcan, y que velen por tu alma.

Dios levanta a ciertos hombres en cada generación para anunciar su Palabra con ímpetu en una plataforma única e irrepetible. En nuestra generación tenemos a grandes predicadores de la Palabra de Dios que sin duda son siervos de Dios y herramientas para glorificar Su nombre y expandir el Reino de Dios. Agradecidos a Dios por sus ministerios, reconocemos, sin embargo, que Tim Keller, Sugel Michelén, o John Piper no son nuestros pastores en todo el sentido del significado bíblico. Ellos mismos hablan de esa realidad. Hombres como ellos bendicen y edifican pero no suplantan el rol del pastor en tu iglesia local. Decir que ves por Internet a alguno de ellos los domingos en lugar de ir a una iglesia local está limitando tu crecimiento espiritual, porque Dios no instituyó a “pastores virtuales”, sino a pastores que estén cerca de ti, que te conozcan, y que velen por tu alma. 

De igual forma, el  escuchar exclusivamente a esta clase de predicadores puede ser un reflejo de un problema de corazón. Puede que estés haciendo de ellos verdaderos ídolos. Corremos el riesgo de poner al mensajero por encima del mensaje, al siervo por encima de su Señor. Te puedo asegurar que si es un predicador verdaderamente espiritual, él sería el primero en pedirte que no cometas esa falta. Así que no reemplaces a tu pastor local por pensar que no sabe tanto como tus referentes pastorales, o porque no es tan famoso como ellos

La comunidad es la base de la Iglesia 

No pretendo decir que la iglesia tiene que resistirse a cualquier clase de cambio. No todo lo nuevo es malo; no todo lo moderno es antibíblico. Sin embargo, el criterio que evalúa toda actividad para el creyente se encuentra en la Biblia, siempre. Cuando Pablo habla de que nos debemos “edificar los unos a los otros” (1 Ts. 5:11), está claramente marcando los límites de la iglesia. En otras palabras, una iglesia que no se edifica mutuamente no es iglesia. 

Desde luego que se podría argumentar que se puede también edificar a los hermanos de manera virtual. Pero Pablo claramente explica que no se trata simplemente de una operación transaccional, sino más bien de una actividad espiritual. No se trata de “cumplir” con un contrato mutuo, sino se trata de ser un cuerpo. La comunidad es la base más anatómica de la iglesia. Cristo ordenó que nos amaramos los unos a los otros (Jn. 13:34-36), Pablo explicó que nos sometamos los unos a los otros (Ef. 5:21-33), a los Colosenses les dijo que se soportaran y perdonaran los unos a los otros (Col. 3:13-15); a los Hebreos se les manda a exhortarse los unos a los otros (Heb. 3:13). 

Ves tras vez en las Escrituras hay una clara percepción de que la iglesia es presencial, personal, corporativa, y por cierto, esta percepción no es descriptiva, es prescriptiva.  

La tecnología como bendición

Habiendo dicho lo anterior, quisiera recalcar que la presencia de la iglesia y organizaciones paraeclesiásticas que se encuentran en el Internet son causa de celebración general. No hay duda que sitios como Coalición por el Evangelio son de gran bendición para millones de personas alrededor del mundo. El hecho de que podamos escuchar predicaciones de hombres usados grandemente por Dios es una bendición que generaciones anteriores hubieran querido disfrutar. No minimizo los beneficios de la tecnología, solo maximizo el poder de la iglesia local. 

Gracias a Dios que la iglesia local cuenta con herramientas y recursos que facilitan la propagación del evangelio. Sin embargo, con todas sus ventajas y aspectos positivos, debemos considerar bíblicamente si el movimiento de “iglesia en línea” realmente puede suplantar a la iglesia local. Las Escrituras sugieren que es imposible. Gracias a Dios por la iglesia local.


Imagen: Lightstock.
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