¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

La ciencia de la parábola del trigo y la cizaña

La forma que Jesús se conectaba con sus oyentes era, sin duda, llena de autoridad (Mr. 1:22). Una de las maneras más comunes que utilizó para comunicarse fue el uso de parábolas. Estas estaban llenas de términos cotidianos de la época, pero llevaban una enseñanza profunda. Como el Dr. R. C. Sproul afirma, Jesús utilizaba cosas conocidas para explicar misterios ocultos. Hubo diferentes tipos de parábolas: algunas cortas —de un versículo o dos— y otras de mayor extensión; algunas de ellas fueron explicadas a los discípulos y otras no.

Me gustaría explorar una de estas enseñanzas: la parábola del trigo y la cizaña (Mt. 13:24-30) y su posterior explicación (Mt. 13:36-43).

Las personas a las que Jesús declaró esta parábola tenían, en su mayoría, una gran familiaridad con la agricultura (a diferencia de la mayoría de nosotros, que nuestra mayor cercanía con el trigo suele ser a través de un sándwich o una pizza). El trigo es parte de nuestra alimentación más de lo que notamos y así ha sido desde tiempos antiguos; el trigo es considerada una de las primeras plantas domesticadas. Actualmente, es uno de los 10 alimentos de mayor consumo en el mundo. En la época de Cristo ya era un cultivo importante y familiar para los oyentes. El trigo era incluso uno de los cereales permitidos para hacer los panes sin levadura utilizados en la celebración de la pascua.

«El reino de los cielos puede compararse a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero mientras los hombres dormían, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando el trigo brotó y produjo grano, entonces apareció también la cizaña. Y los siervos del dueño fueron y le dijeron: “Señor, ¿no sembró usted buena semilla en su campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña?”. Él les dijo: “Un enemigo ha hecho esto”. Y los siervos le dijeron: “¿Quiere, usted, que vayamos y la recojamos?”. Pero él dijo: “No, no sea que al recoger la cizaña, arranquen el trigo junto con ella. Dejen que ambos crezcan juntos hasta la cosecha; y al tiempo de la cosecha diré a los segadores: ‘Recojan primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, pero el trigo recójanlo en mi granero’”», Mateo 13:24-30.

Las ciencias nos ofrecen algunos datos interesantes que nos ayudan a tener un mejor entendimiento de esta parábola. Las plantas de trigo y de cizaña son muy parecidas; según las clasificaciones taxonómicas aceptadas por la comunidad científica, aunque son especies diferentes, tanto el trigo y la cizaña son parte de la misma familia (y subfamilia) taxonómica.

Algunas de sus características morfológicas son bastante similares, como el tipo de raíz con grandes ramificaciones (raíz fasciculada). Tanto su tallo herbáceo y poco ramificado como sus hojas son tan semejantes que uno de los nombres comunes para la cizaña es “falso trigo”. La diferencia entre estos dos se muestra cuando se comienza a formar la inflorescencia, pues la de la cizaña es de color violáceo.

Por supuesto, no es la proximidad física, ni la similitud morfológica lo que hará que la cizaña deje de ser cizaña y se convierta en algo útil y bueno. De hecho, cuando hablamos de los granos del trigo y de la cizaña, es decir, sus frutos, es peligroso mezclar los granos de las dos especies. El grano de la cizaña es tóxico; se ha descubierto que la toxicidad es provocada porque en los estados iniciales de formación del grano hay hongos asociados que los colonizan, produciendo unos alcaloides conocidos como micotoxinas. Hay registros históricos de que estos alcaloides no se eliminan con el calor, así que preparar alimentos con granos de trigo mezclados con cizaña podría ocasionar temblores, cólicos, convulsiones, y más. Estos síntomas también son observados en animales que se alimentan de estos granos.[1, 2]

Entonces Jesús dejó a la multitud y entró en la casa. Y se acercaron Sus discípulos, diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo». Jesús les respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre, y el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno; el enemigo que la sembró es el diablo, la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Por tanto, así como la cizaña se recoge y se quema en el fuego, de la misma manera será en el fin del mundo.

»El Hijo del Hombre enviará a Sus ángeles, y recogerán de Su reino a todos los que son piedra de tropiezo y a los que hacen iniquidad; y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga.

Mateo 13:36-43 explica claramente lo que Jesús quería que sus discípulos entendieran. El campo es el mundo, y no solamente la iglesia, como algunos lo interpretan. Jesús fue quien plantó la buena semilla, los hijos del reino, cuando vino al mundo. El enemigo, el engañador, plantó la mala semilla, que son los hijos del maligno. La siega es el fin del siglo y los segadores son los ángeles (Ap. 14:14-20).[3]

¿Porque hasta la siega?

Como vimos anteriormente, tanto el trigo como la cizaña cuentan con una raíz fasciculada. Este tipo de raíz ocasiona que las plantas se entrelacen con las plantas vecinas; esto impide que la cizaña sea arrancada sin afectar al trigo (Mt. 13:29). Asimismo, las comúnmente llamadas malezas, como la cizaña, generan una competencia por luz y nutrientes con las plantas cultivadas, pudiendo ocasionar que estas últimas se debiliten y hasta mueran (Mt. 13:7). Esto nos enseña algo importante. Al igual que las plantas de trigo tienen que competir por nutrientes y luz para no morir ahogadas, nosotros como cristianos somos llamados a combatir la buena batalla y terminar la carrera en medio de un mundo hostil (2 Ti. 4:7).

Mientras estemos en este mundo, serán muchas las frustraciones y tensiones que tendremos que enfrentar; sin embargo, como dijo el apóstol Pablo, podemos estar entristecidos, pero siempre gozosos (2 Co. 6:10).

No nos engañemos: el trigo y la cizaña crecerán juntos. Jesús no pidió al padre que los suyos fueran quitados del mundo, sino que fueran protegidos del maligno (Jn. 17:16). Como la historia de la Iglesia lo demuestra, la maldad nunca va a avanzar a tal punto que haga desaparecer el bien. A Dios le ha placido que su reino avance en medio de dificultades. 

Como Cristo nos prometió, en este mundo tenemos aflicción (Jn. 16:33). Quizá sentimos la asfixia del mal a nuestro alrededor. Con todo, perseveremos. No nos corresponde a nosotros juzgar quién es trigo y quién cizaña; la cosecha revelará por quién fuimos plantados. Sigamos adelante con los ojos puestos en Jesús.


[1] FREEMAN, E.M. The seed-fungus of Lolium temulentum, L., the Darnel. Philosophical Transactions. Vol. 196, pp. 1-27. 1903
[2] LEEMANN, A.C. A short summary on our Botanical Knowledge of Lolium temulentum L. Oncler-stepooJ·t Journal of Veterinary Science and Animal lndustry, voI. 1.
[3] MacDonald, William. Comentário Bíblico Popular Novo Testamento. Ed. Mundo Cristão, pp. 56-58.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando