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¿Qué hace que un cristiano sea reformado?

«Reformado» es una palabra que todo el mundo utiliza de muchas maneras. Pero ¿qué es realmente un cristiano «reformado»?

Históricamente, «reformado» se refiere a una tradición dentro del cristianismo que surgió a raíz de la Reforma del siglo XVI. Espero aclarar lo que significa para ayudarnos a entender algo de lo que ocurrió en la propia Reforma y su importancia para nosotros hoy.

El problema con las etiquetas

Las etiquetas como «reformado» pueden ser utilizadas de forma inapropiada. Algunos cristianos utilizan «reformado» para intimidar a otros. Por ejemplo, algunos la usan para excluir: «Tú no eres realmente reformado porque no crees en la expiación limitada». Otros usan la etiqueta para reclamar superioridad: «Nosotros los reformados afirmamos la gracia de Dios en la salvación, a diferencia de ustedes los arminianos».

Sin embargo, las etiquetas tienen su valor. Nos ayudan a clasificar la información para comprenderla mejor. Tanto «pino» como «eucalipto» son árboles. Pero sus etiquetas nos ayudan a entender las diferencias entre dos tipos de árbol, contribuyendo así a su cuidado y florecimiento. De la misma manera, una etiqueta como «reformado» nos ayuda a identificar las características únicas de una rama dentro de la tradición cristiana y a evaluar si su énfasis y su lectura de las Escrituras favorecen nuestro amor y servicio a Dios.

El problema con “calvinista”

Muchos utilizan la etiqueta «calvinista» como sinónimo de «reformado». Pero esto plantea dos problemas. En primer lugar, «calvinista» fue originalmente un término peyorativo, por lo que carecía de un significado preciso. Con el paso de los años ha ido acumulando aún más carga, lo que ha enturbiado aún más su significado. En segundo lugar, y lo que es más importante, ningún cristiano reformado de los siglos XVI o XVII consideraba que Juan Calvino definiera su tradición en su totalidad. Se le consideraba una figura entre otras como Ulrico Zwinglio, Martín Bucero, Enrique Bullinger, Juan Ecolampadio y Pedro Mártir Vermiglio, que ayudaron a fundar la tradición reformada. Sí, Calvino fue un gigante entre ellos. Pero sus escritos no fueron ni confesionales ni regulativos para los reformados. Calvino no es suficiente.

El problema con el “TULIP”

Muchos sostienen que los llamados cinco puntos del calvinismo son lo que define a un cristiano «reformado». Los cinco puntos son supuestamente un resumen del Sínodo de Dort (1618-1619) utilizando el acrónimo TULIP por sus siglas en inglés: Total depravity (depravación total), Unconditional election (elección incondicional), Limited atonement (expiación limitada), Irresistible grace (gracia irresistible) y final Perseverance (perseverancia de los santos).

Pero hay dos dificultades al utilizar los cinco puntos de esta manera. En primer lugar, el Sínodo de Dort no fue un intento de definir la tradición reformada en su conjunto, sino de resolver una controversia particular (la Remonstranza) en una tradición reformada ya existente. En 1979-1980 hubo una disputa sobre por qué el cricket australiano se jugaba con una bola ocho. Se decidió oficialmente que el cricket en todo el mundo utilizaría una bola seis. Esta controversia resolvió un elemento dentro del juego del críquet. No definió el juego en su totalidad. Por lo tanto, el críquet no puede definirse simplemente como «una bola seis». Es mucho más que eso. Así es la relación de Dort (TULIP) con la tradición reformada. No definió la totalidad de la tradición, sino que resolvió un elemento de la misma. De modo que, los cinco puntos del calvinismo por sí solos no determinan si una persona es reformada.

Cuando una media verdad se toma como una verdad absoluta, se convierte en una falsedad

El segundo problema con usar los cinco puntos del calvinismo es que este resumen en inglés de un documento en latín, con su acrónimo TULIP, no logra transmitir los matices de Dort. Los «cinco puntos» y el acrónimo «TULIP» se desarrollaron cientos de años después de Dort, y eliminan importantes distinciones hechas en Dort. Tomemos, por ejemplo, el tercer punto, el más controversial: la «expiación limitada». Ningún teólogo de los siglos XVI y XVII utilizó jamás la palabra «limitada» en referencia a la muerte de Cristo. Todos los teólogos reformados estaban de acuerdo en que, en cierto sentido, la expiación tenía una suficiencia infinita a la vez que, en otro sentido, una eficacia solo para los elegidos. Estas dos afirmaciones permitían diversas posturas sobre el alcance de la expiación, pero excluían la postura arminiana (o remonstrante). Así pues, el eslogan «expiación limitada» no transmite las afirmaciones suficientes y eficientes de Dort. Y cuando una media verdad se toma como una verdad absoluta, se convierte en una falsedad.

Acerca de ser reformado

¿Qué hace, entonces, que un cristiano sea reformado? Si la tradición reformada surgió de la tradición cristiana protestante (en la Reforma), en primer lugar debemos saber cómo definir la tradición cristiana y, en segundo lugar, la tradición protestante.

Cristianismo católico

La tradición cristiana también se conoce como «católica», en el sentido de universal y no romana. Históricamente, el cristianismo católico se expresa en el Credo Niceno. Fue redactado en los concilios de Nicea (325 d. C.) y Constantinopla (381 d. C.) contra la herejía arriana. Este credo contiene un resumen del evangelio trinitario. Establece los límites de las creencias de la tradición cristiana que engloba a protestantes, católicos romanos, ortodoxos orientales, y a la antigua Iglesia de Oriente. Dado que las tradiciones no trinitarias, como los Testigos de Jehová y el mormonismo, no pueden afirmar el Credo Niceno, no pueden ser llamadas cristianas.

Cristianismo protestante

La tradición protestante dentro del cristianismo surgió en la Reforma del siglo XVI encabezada por Martín Lutero. Los reformadores se llamaban a sí mismos «evangélicos» mucho antes de que se utilizara el término «protestante», para mostrar que el evangelio (euangelion) era fundamental para su comprensión de las Escrituras y la teología.

La tradición protestante suele distinguirse por las clásicas «solas»: Escritura sola, gracia sola, Cristo solo, fe sola. Afirma que solo la Escritura es la autoridad suprema (no la única) para los creyentes, y que la salvación es por la gracia sola de Dios debido a la obra sola de Cristo recibida por la fe (o confianza) sola. En oposición a esto, el catolicismo romano defiende la autoridad suprema de la Escritura y la tradición, así como la salvación por la fe y por las buenas obras del creyente (incluso si son impulsadas por el Espíritu).

Cristianismo reformado

Sin embargo, en la Reforma surgieron dos tradiciones dentro del campo protestante: la luterana y la reformada. Lo que originalmente distinguía a ambas no era la predestinación, sino la Cena del Señor. Lutero y sus seguidores sostenían que el cuerpo y la sangre de Cristo estaban físicamente presentes en el pan y el vino (la presencia real). Mientras que representantes reformados como Zwinglio, Bullinger y Calvino negaban esto. Pero «la presencia real» era tan importante para Lutero y sus seguidores que llevó a una separación oficial entre luteranos y reformados.

Los límites de las creencias de la tradición luterana se definieron oficialmente en el Libro de la Concordia (1580), una colección de confesiones importantes y afirmaciones luteranas. Sin embargo, como la tradición reformada abarcaba varias comunidades geográficas distintas (en Francia, Escocia, Inglaterra, Renania y los Países Bajos, por nombrar algunas), cada grupo elaboró su propia confesión. De ahí que la tradición reformada se caracterice por una serie de confesiones: la Confesión Gálica (o Francesa) (1559), la Confesión Escocesa (1560), la Confesión Belga (1561), los Treinta y Nueve Artículos (1563), el Catecismo de Heidelberg (1563) y la Segunda Confesión Helvética (1566). A estas confesiones fundacionales se añadió el Sínodo de Dort (1618/9), que resolvió una controversia particular en una tradición ya existente. Posteriormente se refinó con las grandes confesiones del siglo XVII, como la Confesión de Fe de Westminster (1647) para los presbiterianos, la Declaración de Saboya (1658) para los congregacionalistas y la Confesión de Fe Bautista de Londres (1689) para los bautistas reformados.

Así pues, un cristiano es reformado si es capaz de afirmar una o varias de sus principales confesiones. Podemos diagramar esto de la siguiente manera:

Cuando definimos la tradición reformada de este modo, se derivan varias implicaciones importantes. En primer lugar, ser reformado no tiene que ver únicamente con la predestinación. Las confesiones reformadas fundacionales incluyen también una comprensión particular, por ejemplo, de la iglesia, del ministerio y de los sacramentos, gran parte de lo cual se ha perdido para muchos que dicen ser reformados.

En segundo lugar, los que pertenecen a la tradición reformada son libres de discrepar sobre muchas cuestiones sobre las que las confesiones reformadas divergen o no definen. Por ejemplo, tanto los bautistas como los paidobautistas pueden ser reformados. Los presbiterianos, congregacionalistas y episcopales pueden ser reformados. En cuanto al alcance de la expiación, los seguidores de John Owen, Moïse Amyraut y John Davenant encajan en la tradición reformada. Los que niegan o afirman el llamado «pacto de obras» son reformados en conjunto. Tanto los que afirman la simple como la doble predestinación son reformados. Todos estos debates son intramuros o dentro de la propia tradición reformada.

En tercer lugar, las doctrinas exclusivas de la tradición reformada no tienen tanto peso como las que definen la catolicidad. Por ejemplo, la doctrina nicena de la Trinidad es mucho más importante que las opiniones sobre «la presencia real» de Cristo en la Cena (que no carecen de importancia).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition Australia. Traducido por Equipo Coalición.
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