Unos 100 años después que la Reforma Protestante explotara en Europa, en 1517, el Sínodo de Dort tuvo lugar en Holanda. El motivo de esta convención fue discutir el crecimiento de una nueva y diferente doctrina en la Iglesia Reformada Holandesa: el arminianismo. La agenda de discusión incluía cinco temas fundamentales: la depravación total del hombre, la elección incondicional, la expiación limitada, la gracia irresistible, y la perseverancia de los santos. Al finalizar el sínodo, Jacobo Arminio y su enseñanza habían sido oficialmente rechazados por la Iglesia.
De estos cinco puntos sale el acróstico TULIP (tulipán, en inglés), que abarca de manera simplificada y concreta la teología reformada:
T: Depravación total (Total depravity)
U: Elección incondicional (Unconditional election)
L: Expiación limitada (Limited atonement)
I: Gracia irresistible (Irresistible grace)
P: Perseverancia de los santos (Perseverance of the saints)
Estos cinco puntos también se conocen como los “cinco puntos del Calvinismo” y “Doctrinas de la gracia”.
La Biblia, nuestra única autoridad
Como cristianos, no nos atenemos a nada más que a la Palabra del Señor, y solo la Biblia es nuestra autoridad suprema. A la luz de la misma veremos cada uno de estos puntos. También seremos ayudados por nuestros hermanos del cristianismo histórico de los 1600s. Tanto el Canon de Dort (1618), como la Confesión de Fe de Westminster (1646) hablan sobre estos cinco puntos.
Depravación total
Toda humanidad ha sido afectada, dañada, y distorsionada por la entrada del pecado al mundo. Esto no significa que el hombre es tan malo como pudiera ser, sino que cada aspecto de nuestra vida está afectado por el pecado, de manera que estamos muertos en nuestros delitos y pecados (Ef. 2:5), y no podemos cambiar nuestra situación por nosotros mismos (Col. 2:13).
El Canon de Dort nos dice, “Por consiguiente, todos los hombres son concebidos en pecado, y al nacer como hijos de ira, incapaces de algún bien saludable o salvífico, e inclinados al mal, muertos en pecados y esclavos del pecado; y no quieren ni pueden volver a Dios, ni corregir su naturaleza corrompida, ni por ellos mismos mejorar la misma, sin la gracia del Espíritu Santo, que es quien regenera” (Canon de Dort, Capítulo 3-4, IIL).
Las doctrinas del pecado y la depravación total del hombre están más que bien representadas en ambos testamentos (cp. Is. 53:6; 2 Cr. 6:36; Ro. 3:9-12; 1 Jn. 1:8,10; Mr. 10:18; Miq. 7:2-4; Jer. 17:9; Mt. 15:19; Gen. 6:5, 8:21).
Elección incondicional
Dios elige a quien Él quiere elegir. Este es uno de los puntos más conflictivos, sin embargo, está muy ligado al anterior. Debido a que estamos muertos —literalmente inhabilitados de tomar cualquier tipo de decisión que nos ayude— la única salida a nuestra muerte espiritual es que Dios nos saque de ella (2 Ti. 1:9). Si realmente creemos que somos malos, no tenemos derecho a quejarnos de que Dios ejerza su gracia soberanamente.
La elección incondicional simplemente significa que Dios escoge dar vida eterna sin haber visto nada bueno en los elegidos. Juan 15:16 no nos da lugar a dudas: “Ustedes no me escogieron a Mí, sino que Yo los escogí a ustedes, y los designé para que vayan y den fruto, y que su fruto permanezca”; asimismo, vemos mucho acerca de esto en la teología paulina (cp. Ro. 9:15-16; Ef. 1:4-5; 1 Tes. 1:4-5; 2 Tes. 2:13; 1 Cor. 1:27-29).
Nuestros hermanos de hace casi 400 años atrás nos dicen, “Por el decreto de Dios, para la manifestación de Su gloria, algunos hombres y ángeles son predestinados para vida eterna; y otros son preordenados para muerte eterna” (Confesión de Westminster, Capítulo 3, IV).
Expiación limitada
La muerte de Cristo paga por todos los pecados de los que han sido elegidos. El perdón de los pecados está disponible para todos los pecadores, pero solo paga por aquellos que el Padre ha predestinado desde la fundación del mundo. Esta doctrina también es conocida como expiación “específica” o “particular”.
Más allá, en escritos de algunos de los grandes reformadores como Juan Calvino, John Owen y Charles Hodge vemos: “Suficiente para todos, efectivo para algunos”. La expiación de Cristo es suficiente para que toda la humanidad sea salva (independientemente de si creyeren o no), pero solo es eficiente para los que creen. La sangre de Cristo pudiese salvar a todos, si esa fuese la voluntad de Dios; pero esa no es su voluntad. Esto lo podemos ver en diversos textos (cp. Jn. 6:37-40; Ef. 1:4; Is. 53:11; 2 Cor. 5:21; Jn. 10:11-29).
“Porque este fue el consejo absolutamente libre, la voluntad misericordiosa y el propósito de Dios Padre: que la virtud vivificadora y salvadora de la preciosa muerte de Su Hijo se extendiese a todos los predestinados para, únicamente a ellos, dotarlos de la fe justificante, y por esto mismo llevarlos infaliblemente a la salvación” (Canon de Dort, Capítulo 2, VIII).
Gracia irresistible
Nadie se puede negar o resistir a la gracia salvadora de Dios. Esta doctrina también se conoce como “llamamiento eficaz”. Cuando la gracia llega, nunca puede ser rechazada: su efectividad es perfecta. Esto significa que si Dios ha elegido a alguien, no hay forma en que esa persona no llegue a ser salva. ¿Quiénes somos nosotros para decirles que ‘no’ al Señor?
“Todos los que Dios predestinó para vida, y solo esos, Él se place, en su tiempo, llamar efectivamente por Su Palabra y el Espíritu… ” (Confesión de Fe de Westminster, Capítulo 10, I).
Este es posiblemente uno de los puntos más esperanzadores de toda la teología cristiana: por su poderosa gracia, los que fuimos escogidos, seremos glorificados (Ro. 8:29-30). De la misma manera vemos el poder de la gracia a lo largo de la Escritura (cp. Jn. 6:37, 44, 65; Ro. 11:7; 2 Tes. 13-14; 1 Cor. 1:9; Gal. 1:5).
Perseverancia de los santos
Los elegidos —los realmente salvos— perseverarán hasta el final. ¡Otra gran y esperanzadora verdad! Filipenses 1:6 nos dice, “Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”. Esto no se refiere al mal llamado “salvo siempre salvo”, que una vez somos elegidos por Dios podemos vivir como nos venga en gana. Más bien nos dice que, en la soberanía de Dios, aquellos que Él eligió para salvación van a sostener esa confesión de conversión hasta su muerte, perseverando en vidas de santidad. Estas verdades están presentes una y otra vez en la Biblia (cp. Ro. 8:35-39; 2 Pe. 1:10; Jn. 10:28,29; 1 Jn. 3:9; 1 Pe. 1:5,9).
“A quienes Dios ha aceptado en su Amado, y que han sido llamados eficazmente y santificados por su Espíritu, no pueden caer ni total ni definitivamente del estado de gracia, sino que ciertamente han de perseverar en él hasta el fin, y serán salvados eternamente. … Esta perseverancia de los santos depende no de su propio libre albedrío, sino de la inmutabilidad del decreto de elección, que fluye del amor gratuito e inmutable de Dios el Padre” (Confesión de Fe de Westminster, Capítulo 17, I,II).
Más que calvinismo
Los cinco puntos no son tanto “calvinistas” como son “cristianos”. El TULIP no pretende ser un sustituto o mejora a la teología bíblica, sino un reflejo de la misma. Así como Newton no inventó la ley de la gravedad sino que enunció la ley, Agustín, Calvino, o Dort no inventaron estas doctrinas. El Señor decretó estos gloriosos cinco puntos, y solo Él merece la gloria por ellos.
Explicar el TULIP no es complicado. Nosotros podemos ver claramente cada uno de estos cinco puntos en toda la Biblia. Recordemos, esto no es ‘calvinismo’: este es el glorioso evangelio de Jesús:
Nosotros somos malos.
No hemos hecho nada bueno para ser elegidos.
Cristo murió por los pecados de los suyos.
Nadie se puede negar a la gracia.
Los que son realmente elegidos, perseverarán hasta el fin.
#Coaliciónresponde es una serie donde pastores y líderes de la iglesia responden a inquietudes que llegan a Coalición por el Evangelio por diversos medios, y que son parte de las inquietudes que caracterizan la iglesia en nuestra región.