El pasaje bíblico conocido como la «gran comisión» es una porción muy conocida de la Biblia. Pero ¿a qué nos llama? Por lo general respondemos: «A predicar el evangelio». Sin embargo, es más que eso. Jesús nos encomendó hacer discípulos de todas las naciones, bautizándolos y enseñándoles a obedecer todo lo que nos mandó.
Este detalle es importante, pues lo que creamos sobre cómo cumplir la gran comisión afectará a nuestra visión de la iglesia. De hecho, el enfoque limitado a evangelizar, descuidando el discipulado y la formación de miembros comprometidos de una comunidad local, se está convirtiendo en un problema para la iglesia hoy.
¿En qué resulta la falta de compromiso?
Cuando no discipulamos, puede haber muchos convertidos, pero pocos miembros comprometidos con sus iglesias locales. Me apena pensar que por muchos años se ha estado perdiendo el valor de pertenecer a una iglesia local. Por diferentes motivos, el compromiso con una comunidad de creyentes ha caído en descrédito.
Lo que creamos sobre cómo cumplir la gran comisión afectará a nuestra visión de la iglesia local
Hoy muchas personas dicen creer en Jesús, o al menos tienen una buena opinión de Él, pero no piensan lo mismo de la iglesia. Por ejemplo, la mitad de los evangélicos en los Estados Unidos que no asisten a una iglesia explican que no lo hacen porque practican su fe de otras maneras. Un gran número de cristianos nominales en aquel país creen que es posible ser seguidor de Jesús y nunca asistir a una iglesia local.
Lo que más me apena es que este menosprecio por la iglesia local se está transmitiendo a las siguientes generaciones. La organización Barna lleva años realizando estudios estadísticos sobre la Generación Z —personas nacidas entre 1999 y 2015—. A partir de las encuestas sobre fe y religión en el Volumen 1, Barna divide a la Generación Z en cinco categorías: (1) cristiano comprometido, (2) cristiano que asiste a una iglesia, (3) cristiano que no asiste a ninguna iglesia; (4) persona de otra religión; (5) persona sin fe.
Entendamos estas categorías antes de reflexionar en algunos resultados. La primera incluye adolescentes cristianos que tienen una relación vibrante con su comunidad de fe, relaciones sólidas con sus pares y también intergeneracionales y que son activos en el servicio. Las categorías 2 y 3 coinciden con lo que llamaríamos «cristianos nominales». Mientras que la última categoría abarca ateos, agnósticos y personas que simplemente son indiferentes a cualquier tipo de expresión religiosa.
Una de las preguntas de la encuesta es: ¿Cuál es el factor más importante cuando piensas en tu futuro? El 48 % de las «personas sin fe» responde: «Mis intereses personales» y el 39 % de los «cristianos que no asisten a una iglesia» responde lo mismo. Una diferencia de apenas nueve puntos porcentuales.
Lo que hace la diferencia en la vida de los adolescentes no es que digan creer en Jesús, sino que vivan su fe con un compromiso con una iglesia local
A la misma pregunta, un 1 % de los «sin fe» responden que lo más importante para su futuro es «Mi fe religiosa»; una respuesta esperable. Sin embargo, solo un 6 % de los cristianos que no asisten a la iglesia y el 15 % de los que sí asisten responden de la misma manera.
La misma encuesta indaga sobre cuestiones morales: el 20 % de las «personas sin fe» dice que mentir es incorrecto y el 5 % dice que tener relaciones sexuales antes del matrimonio es incorrecto. Otra vez, respuestas esperables. Pero ¿qué deberían responder los cristianos sobre estos asuntos? Siendo optimistas, quisieramos creer que cerca del 100 % diga que la mentira y el sexo fuera del matrimonio están mal. Lamento decirte que solo el 37 % de los «cristianos que no asisten a una iglesia» respondió que mentir es incorrecto y apenas el 14 % piensa que tener relaciones sexuales antes del matrimonio es incorrecto.
¿Te sorprende tanto como a mí? Tal parece que no hay diferencia sustancial entre lo que piensan adolescentes ateos y agnósticos, y aquellos que se identifican como cristianos pero que no se comprometen con una iglesia local. Es como si la fe en Jesús no hiciera ninguna diferencia en sus vidas. Sin embargo, hay una categoría que sobresale: ¡Los cristianos comprometidos con su fe y una iglesia local!
Aquellos adolescentes de la Generación Z que tienen relaciones profundas en una comunidad de fe, donde aprenden del Dios de la Biblia, de quien reciben cuidado y a quien sirven; esos adolescentes responden de manera diferente. El 77 % dice que mentir es moralmente incorrecto; el 76 % dice que tener relaciones sexuales antes del matrimonio es moralmente incorrecto; y el 53 % dice que su fe es el factor más importante a la hora de pensar en su futuro.
Necesitamos más que personas con buenas opiniones sobre Jesús, necesitamos verdaderos discípulos, como ordena la gran comisión
Podríamos decir, a la luz de estos resultados, que lo que realmente hace la diferencia en la vida de los adolescentes no es que digan creer en Jesús, sino que vivan su fe con un compromiso con una iglesia local. Necesitamos más que personas con buenas opiniones sobre Jesús; necesitamos formar verdaderos discípulos, como ordena la gran comisión.
La gran comisión y la iglesia local
La iglesia local es importante. La gran comisión de Jesús, la historia y las cartas del Nuevo Testamento señalan una y otra vez la importancia de plantar iglesias locales, y de pertenecer y comprometerse con una comunidad de creyentes. Allí se forman cristianos maduros y se transmite la fe a la siguiente generación (He 10:25; Hch 2:42).
Cada cristiano debe entender este énfasis bíblico sobre el valor de la iglesia local, para cultivar amor y compromiso por su comunidad local y transmitir este mismo énfasis a la siguiente generación de creyentes.
Entonces, ¿estoy diciendo que el evangelio no transforma a las personas, sino que es la iglesia quien realmente lo hace? ¡Para nada! Lo que afirmo es que el evangelio bíblico nos guía a la vida en comunidad. Dios nos salva para pertenecer a un pueblo.
Si no transmitimos el valor de la iglesia local a los niños, adolescentes y jóvenes de nuestras iglesias, estaremos enseñándoles un «evangelio» esteril, sin implicaciones prácticas. Estaremos transmitiendo solo una parte de la fe, una parte del mensaje bíblico, una parte de lo que Jesús mandó.
El evangelio bíblico nos guía a la vida en comunidad, Dios nos salva para pertenecer a un pueblo
Los menores de edad en nuestras iglesias están en la etapa crítica de cultivar y madurar su fe personal, por lo que necesitan la fuerza de una comunidad local enfocada en obedecer la gran comisión alrededor de ellos. La Biblia nos llama a pasar la fe a la siguiente generación, la misma fe que el pueblo de Dios ha sostenido hasta hoy, por la cual ha luchado y derramado sangre a lo largo de su historia y alrededor de todo el mundo.
No se trata solo de mi salvación, sino de «nuestra común salvación». No es solo mi fe, es la «fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos». Enseñemos a la siguiente generación a luchar ardientemente por ella (Jud v. 3), plantando y cultivando iglesias sanas que promueven la gran comisión.