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Es difícil pensar en una pieza literaria más favorable para el quehacer científico moderno que Génesis 1.

Este capítulo provee todos los fundamentos necesarios para la ciencia, incluyendo tres requisitos previos.

1. Las leyes de arriba

Los antiguos chinos tenían una tecnología increíble, pero no ciencia como la conocemos. ¿Por qué? Porque, aunque ellos eran inteligentes, no creían en una Inteligencia Superior… no en el sentido bíblico. No creían que existieran leyes naturales siempre presentes y aplicables que gobernaran el universo. Salieron al mundo y lo domaron a través de la tecnología, pero no buscaron entender las profundas leyes del universo.

La razón es que no tenían Génesis 1. Ellos no creían que “en el principio, Dios”. No creían que a través de Su Palabra, fue creado un cosmos ordenado que tiene el sello de las regularidades confiables: estaciones y esferas con límites y señales en el cielo, dando vueltas una y otra vez, mañana y tarde, mañana y tarde. El Dios de Génesis 1 es un Dios tanto anterior a la naturaleza como trascendente de la naturaleza; por lo tanto, Él nos da toda razón para esperar leyes naturales. Este entendimiento es absolutamente vital si quieres hacer ciencia.

Hoy en día no es raro escuchar que los científicos duden de que se encuentre una “gran teoría del todo unificada”. Después de todo, creer en una gran teoría unificada suena demasiado similar a Génesis 1, ¿y quién cree en eso todavía?

Pero, lógicamente, creer en el Dios de Génesis 1 hará que te involucres más en el quehacer científico. La incredulidad hará que dejes de investigar de manera prematura.

2. El mundo de afuera

Los antiguos griegos eran muy inteligentes. Como dicen, toda la filosofía es una nota al pie de página de la filosofía platónica. La filosofía, las matemáticas, el arte, y la literatura fueron todas esferas de excelencia para los griegos. ¿La ciencia? No tanto, porque la ciencia requiere que creas que existe un mundo estable y predecible allá afuera, el cual puede investigarse. La ciencia ocurre cuando haces observaciones repetidas y comparas tus teorías contra los datos duros. Pero los griegos no creían en los datos duros. Creían en las mentes, en la razón, y en las leyes, pero no en la investigación empírica. Para ellos, el estudio se trataba de una travesía en la mente, no de una aventura en el campo. Así que no había ciencia.

Si realmente quieres confiar en el quehacer científico, mira Génesis 1, donde la humanidad es creada de manera especial en una relación con Aquel que ordenó las leyes de arriba y el mundo de afuera.

Pero en Génesis 1 tienes un mundo genuinamente concreto y real. No es una excreción de segunda clase de los dioses; Dios quiso hacerlo; es diferente a Él (contingente, no necesario) y sin embargo al mismo tiempo declarado muy bueno. Es la clase de lugar al que te puedes mudar y tener dominio sobre él. Está abierto para nosotros. De hecho, se nos dice que lo llenemos, lo ordenemos, y lo desarrollemos.

Génesis 1 no solo hace posible la ciencia; hace de la ciencia prácticamente un mandato.

3. La mente de adentro

Si las mentes humanas son el producto de operaciones irracionales que solo buscan la supervivencia, no la inteligencia (las cuales no son sinónimos, para nada), ¿entonces por qué deberíamos confiar en nuestras mentes para entender las leyes de arriba y el mundo de afuera? Si fuéramos el producto del cosmos y parte del cosmos sin propósito alguno más que el de propagar nuestros genes, ¿por qué confiaríamos en un cerebro que marcha al ritmo de su propia supervivencia?

Si realmente quieres confiar en el quehacer científico, mira Génesis 1, donde la humanidad es creada de manera especial en una relación con Aquel que ordenó las leyes de arriba y el mundo de afuera. Somos hechos a la imagen divina, y el mandamiento divino es gobernar y llenar el mundo. Más que esto, si la humanidad es creada a la imagen de Dios, es porque estamos destinados en Cristo (la Imagen) para tener comunión cara a cara con Dios. Y si esto es así, podemos tener confianza en que la mente humana es capaz de entender las cosas de arriba, incluso cuando somos enviados hacia el mundo de afuera.

Génesis 1 está lejos de ser anticientífico. Nos provee estos tres fundamentos que nos dan razón para creer que con ellos obtendremos nuevas y frescas ideas. Pero si nos apartamos de la Biblia, ¿cómo podemos esperar un orden racional en el cosmos? ¿Cómo podemos esperar un universo comprensible? ¿Cómo podemos privilegiar los procesos del kilo y medio de materia gris que tenemos entre las orejas?

Apartarnos de las Escrituras es debilitar la ciencia, no fortalecerla. Las realidades de Génesis 1 proveen al quehacer científico el fundamento más sólido posible.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Ana Ávila.
Nota del editor: 

Este artículo fue publicado gracias al apoyo de una beca de la Fundación John Templeton. Las opiniones expresadas en esta publicación son de los autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de la Fundación John Templeton.

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