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Su nombre era sinónimo de integridad. Él era la próxima estrella del reino, una figura de quien se habla en términos mesiánicos y… era un depredador sexual repugnante.

Esta es la historia de Amnón, el hijo de David y el príncipe heredero de Israel, quien en 2 Samuel 13 viola a Tamar, su media hermana.

Sin embargo, no se trata de Amnón solamente. Se necesita todo un sistema corrupto para planificar el mal, cometerlo, silenciar a la víctima y encubrirlo. La destrucción de Tamar involucra a: un oportunista malvado, Amnón; un consejero diabólico, Jonadab; un rey impotente, David; y un hermano cobarde, Absalón. Todos ellos juegan un rol en crear o mantener este ecosistema perverso.

Conoce a los personajes

Amnón, el fiel

El nombre de Amnón quiere decir «fiel», por lo que debe ser constante en su amor. Esta es la primera pista de que todo será al revés en esta historia. Él se ve a sí mismo como un romántico. En un principio, él muere de amor por Tamar (2 S 13:2) y, sin embargo, este verso no termina con una descripción de todo lo que él quiere hacer por ella. En cambio, él está atormentado porque no puede hacerle nada a ella. Él cree ser un amante fiel, pero su «amor» es consumado a través de una violación. Una vez que logra hacer todo lo que quería: «Entonces Amnón la aborreció con un odio muy grande; porque el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado» (2 S 13:15).

El «hijo de David» se supone que debe ser una figura mesiánica (cp. 2 S 7:12-26; Mt 21:9). Amnón termina siendo lo opuesto a Cristo.

Pero ninguna parte de este mal pudo haber sucedido sin otro de los miembros de este reino disfuncional. Consideremos ahora a… 

Jonadab, el sabio

El plan malvado de Amnón pudo haberse quedado como una fantasía perversa, si no hubiese sido por su consejero: Jonadab. Él es introducido en la historia como alguien «astuto», así como la serpiente en Génesis 3. Jonadab repta hacia la escena y sugiere tomar lo que es prohibido. Esto también es una traición a su nombre, pues Jonadab significa «el SEÑOR da». Aunque Dios puede usar su poder para dar, Jonadab estima que «el hijo del rey» debe poder tomar lo que él quiera (2 S 13:4-5). Esta acción de tomar es similar a cuando Adán y Eva toman lo prohibido o cuando David toma a una mujer que le era prohibida, Betsabé (2 S 11). Involucra un rey que renuncia a sus responsabilidades verdaderas, expone a la mujer que debe proteger y desata el caos en su reino. El pecado se esparce, se desenvuelve y hace metástasis. El simple consejo de Jonadab trae como resultado la profanación de Tamar, la muerte de Amnón y Absalón, el inconsolable dolor de David, una guerra civil y un reino dividido.

Tamar, la recta

Su nombre quiere decir «palmera» lo que evoca una imagen de alta elegancia, fructificación y rectitud. Ella es la única persona en la historia que evidencia poseer virtud y, de manera horrenda, es su virtud la que se vuelve en su contra. Debido a que ella es una hábil cocinera y una hermana cariñosa, la atraen hasta la habitación de Amnón mientras él sigue el consejo de Jonadab y finge una enfermedad. Allí la toma y le dice: «Ven, acuéstate conmigo, hermana mía» (2 S 13:11).

Esto es lo que ahora llamamos sexualización traumática. «Hermana mía» representa la conexión inocente. «Acuéstate conmigo» es lo que marca el cambio escandaloso en su relación. Ella protesta y trata de razonar con Amnón seis veces  (2 S 13:12-13). La primera vez debió haber sido suficiente: «No». Sin embargo, llegó a un completo horror: «él no quiso escucharla; como era más fuerte que ella, la forzó, y se acostó con ella» (2 S 13:14).

La terrible experiencia de Tamar no ha terminado. Una vez que Amnón ha atravesado todas las barreras que ella pudo levantar, vuelve a abusar de ella arrojándola fuera de su mundo (2 S 13:15-18). Habiendo sido desechada, está de luto, desolada y profanada (2 S 13:19). La palmera alta ha sido talada y no da frutos. Pero esto no es todo, el sistema continúa moviéndo a Tamar entre sus engranajes. Ahora viene su hermano Absalón.

Absalón, el pacificador

Su nombre significa «Padre de paz», pero la paz que Absalom busca es una parodia del shalom bíblico. Lo primero que hace es silenciar a su hermana afligida: «¿Ha estado contigo tu hermano Amnón? Guarda silencio ahora, hermana mía; tu hermano es; no se angustie tu corazón por este asunto» (2 S 13:20).

El Espíritu Santo lo llama violación (2 S 13:14), Absalom lo llama «estar con». Absalón quiere que Tamar se tranquilice de alguna manera, en lugar de estar aún más horrorizada de que haya sido su mismo hermano el que le haya hecho esto. Esto es típico de la forma en que los hombres de esta historia usan los lazos familiares: lo usan como pretexto para minimizar y manipular. Sin embargo, esta es la paz falsa que Absalón trae: «la paz y tranquilidad» del encubrimiento y luego, más adelante en el capítulo, la paz falsa de la justicia vigilante (1 S 13:23-29). Decide «manejar» el problema en la oscuridad en lugar de sacarlo a la luz. Por lo tanto, cuando es importante para él, Absalón guarda silencio y pide a los demás que guarden silencio, pero cuando ya no es importante, él actúa con violencia.

David, el poderoso

Más adelante vemos la reacción que tal maldad debería provocar: «Cuando el rey David se enteró de todas estas cosas, se enojó mucho» (2 S 13:21).

Esta emoción es completamente apropiada. Sin embargo, la tragedia es que esto es todo lo que David hace: no va con su hija; no se enfrenta a Amnón; no destierra a Jonadab; tampoco habla con Absalón. A medida que se manifiestan las consecuencias de sus pecados con Betsabé, David actúa como un inútil. Nos preguntamos si David hubiese confrontado estos males con un fuerte sentido de autoridad moral de no haber pecado de manera tan catastrófica en 2 Samuel 11. Pero tal como están las cosas el rey, el padre de Tamar, es pasivo ante el mal. 

¿Qué hay de nosotros?

Al mover nuestra atención a los escándalos de abuso en nuestros tiempos, la aplicación es clara: no basta con identificar la única manzana podrida, los «Amnón» de este mundo. Hay que abordar al «pueblo». Si queremos proteger a nuestras «Tamar» (y debemos hacerlo), entonces tenemos que enfrentar las cosas que habilitan el mal, las cuales son muchas y variadas.

Puede que no seamos un Amnón, pero podemos brindarle asistencia. Es posible que no pretendamos ningún mal y, sin embargo, colaboremos en su encubrimiento mientras «manejamos» el «problema». Podemos considerar que nuestras intenciones son completamente honorables (sin duda Absalón pensó esto sobre sí mismo), pero al mismo tiempo ser ciegos al papel que desempeñamos y al daño que estamos causando.

Las preguntas que nos hacemos deben ser escrupulosas, las respuestas difíciles y el arrepentimiento sincero. Si esta historia (2 S 13) es nuestra maestra, debemos ser conscientes de que abordar el abuso significa enfrentar todo tipo de maldad: la maldad afuera y la maldad dentro de mí, la cual tomará diferentes formas. Entonces, nos preguntamos:

¿Acaso soy yo un Amnón?

Un Amnón abusa de su poder para aprovecharse de los débiles y luego ocultar el mal.

¿Utilizo mi poder para servir o aprovecharme de otros? ¿Considero lo que puedo hacer «a» las personas o «por» ellas? ¿He permitido que la proyección de «fidelidad» sea muy distinta de la realidad? ¿Es mi reputación más como una fachada que esconde la suciedad que hay debajo? ¿A quién le permito ver más allá de la capa exterior para hacer brillar esa luz? Si he hecho mal, ¿confieso o lo encubro? ¿Mis pecados me conducen a la luz o más profundo en las tinieblas?

¿Acaso soy yo Jonadab?

Un Jonadab excusa y habilita los males de un Amnón a través de estrategias y racionalizaciones del «bien mayor».

¿Tergiverso las reglas o me hago de la vista gorda cuando confío en la posición y el potencial de alguien? ¿Mi lealtad es hacia «un hombre importante que hace un trabajo importante» o hacia las víctimas? ¿Mi instinto es proteger la reputación o pastorear el rebaño? ¿Veo a la gente pequeña como un daño colateral en una campaña mayor? ¿Valoro más a la tribu que la verdad?

¿Acaso soy yo Absalón?

Un Absalón busca minimizar y gestionar los problemas «en casa» sin sacarlos a la luz.

¿Doy prioridad a «la paz y la tranquilidad» en vez de priorizar una paz bíblica que pudiera alterar el status quo? ¿Estoy minimizando los males cometidos en aras de una vida tranquila? ¿Estoy usando los lazos familiares o la lealtad para silenciar o controlar a las personas? ¿Estoy buscando resolver problemas en la claridad de la luz o manipularlos al amparo de la oscuridad? ¿Tomo el asunto en mis propias manos o permito que la luz brille desde afuera?

¿Acaso soy yo David?

Un David puede mostrar indignación, pero finalmente descuida sus responsabilidades y permanece pasivo.

¿Estoy renunciando a mis responsabilidades sobre quienes están a mi cuidado? ¿Estoy fallando en confrontar a las personas y las quejas cuando se requiere una acción? ¿Estoy permitiendo que el miedo a la insuficiencia o las acusaciones de hipocresía me impidan abordar el mal?

Hay muchas formas de ser cómplice de un sistema disfuncional. El simple hecho de proponernos no llegar a ser como Amnón es establecer un estándar muy bajo y es completamente insuficiente para la protección de las «Tamar». Puede que no seamos un Amnón, pero ¿somos un Jonadab, un Absalón, un David? ¿Dónde somos tentados?

Por supuesto, hay un quinto personaje que podríamos ser en este capítulo.

¿Qué hay con Tamar?

La historia en el libro de Samuel (2 S 13) muestra la caída de la casa de David: la caída de la casa de los hombres. Isaías muestra la redención:

«Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre Sus hombros. Y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. El aumento de Su soberanía y de la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afianzarlo y sostenerlo con el derecho y la justicia desde entonces y para siempre» (Isaías 9:6-7).

La casa de los hombres no puede elevarse a sí misma para ser la casa de Dios. En cambio, el Dios Poderoso desciende, ¡y cuán diferente es Él! Considera sus cuatro nombres:

  • Él es el Admirable Consejero. No es como Jonadab, el asesor astuto. Su sabiduría usa la omnipotencia al servicio del amor.
  • Él es el Dios Poderoso. No como David, el rey impotente y angustiado. Aquí hay un gobernante que establecerá derecho y justicia.
  • Él es el Padre Eterno. El «amor» de Amnón se convirtió rápidamente en odio. Sin embargo, el amor de Dios es eterno y confiable.
  • Él es el Príncipe de Paz. A diferencia de Absalón, Cristo no es cobarde ni justiciero; no minimiza ni manipula. Mientras que Absalón trajo guerras y conflictos en 2 Samuel, Cristo trae un imperio de paz sin fin.

Hoy somos herederos de ese reino, predicho por Isaías, establecido por la muerte y resurrección de Cristo, que ahora aumenta en la tierra sin parar. Este reino trastorna los caminos de los seres humanos. Aquel que se convirtió en Víctima en la cruz ha demostrado ser Victorioso y es victorioso precisamente por su sacrificio. En su reino los gobernantes sirven, los poderosos protegen, los humildes son elevados, los cuerpos son templos, el sexo es sagrado y las víctimas son honradas. Cuando estas verdades son violadas, cuando los hijos de Dios son violados y cuando ocurre en la iglesia de Cristo, incluso en su nombre, no podría haber un mal mayor. Es contrario a Cristo.

Pero Cristo es más fuerte. Esta es la esencia misma de la fe cristiana. ¿Podemos mirar la maldad en este mundo, todas sus formas opuestas a Cristo y decir que Cristo es más fuerte, más verdadero, más real? Confesar esto es creer y creer es tener esperanza.

Por supuesto, es muy difícil tener esperanzas si eres Tamar. Si has vivido 2 Samuel 13, puede parecer imposible creer en Isaías 9. Sin embargo, si has conocido algo de la bondad, el poder y el amor de Jesús, entonces escucha esa pequeña voz que susurra: ¡La Víctima aún vive! ¡Y Él vive por mí! Atrévete a creer en Cristo otra vez. Aunque puede conllevar mucho más tiempo, atrévete a creer en su reino, en su pueblo. Isaías 9 nos asegura que queda un lugar de verdadera paz, una nueva sociedad, una verdadera comunidad. Este es el lugar de la esperanza y la sanidad. Por supuesto, será muy difícil volver a confiar. Pero en un mundo lleno de personas como Amnón, ¿a dónde más podemos ir? Mientras te atreves a creer en Cristo, ese «Hijo de David» que es muy diferente, también te atreves a creer en el reino de Cristo que también es muy diferente.

Que Cristo nos fortalezca y equipe a todos, por su Espíritu, para hacer de la iglesia un santuario digno de su nombre.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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