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Querido joven cristiano y (aspirante a) científico:

¡Me alegra mucho que estés considerando estudiar una carrera científica! El salmista escribió: “Los cielos proclaman la gloria de Dios” (Sal. 19:1). Y eso es solo un aspecto del mundo natural; espera a que descubras todo lo que hay bajo el microscopio.

Tal vez intentas decidir cuál programa es mejor para ti, o quizá ya estás cursando tus primeros semestres de química, física, o matemáticas. Sea como sea, pronto descubrirás que las cosas no se parecen nada a la preparatoria. Ahora eres un adulto. Ya no hay nadie tras de ti diciéndote qué hacer y cuándo hacerlo. Y probablemente ya te has dado cuenta de que no eres tan “raro”. Todos en tu clase aman la ciencia, y la mayoría fueron de los mejores en su clase.

Los próximos años no serán fáciles. Y no lo digo solo por todo lo que tendrás que estudiar y las muchas horas que pasarás en el laboratorio. Quizá ya lo has notado. Algunas personas piensan que la razón y la fe no tienen nada que ver. Es más, hasta te han dicho que la ciencia y la religión se contradicen. Que están en conflicto irremediable. No me sorprendería que tu maestro de biología te haya dejado muy claro que, si quieres ser un científico serio, debes sacar a Dios de la ecuación de una buena vez.

Tranquilo. No es verdad. Para hacer ciencia no tienes que dejar a un lado tu fe. Tampoco tienes que abandonar el laboratorio para ser un creyente fiel.

Si has crecido en una iglesia, lo más probable es que tus padres, maestros de escuela dominical, y pastores te hayan enseñado cada semana acerca de Dios y su Palabra. Has aprendido que Jesús murió por tus pecados y resucitó milagrosamente. Todas las personas a tu alrededor firmemente lo creen. El Dios de la Escritura jamás se ha puesto en tela de juicio.

Ahora las cosas serán muy diferentes. Te verás rodeado de personas que tratan a la Biblia como un libro de cuentos y a Dios como un Santa Claus para adultos. Otros te dirán que los verdaderos científicos solo creen en lo que pueden percibir con sus sentidos, medir, y demostrar a través de experimentos en el laboratorio. Recibirás clases que parecen contradecir completamente todo lo que has creído sobre el origen de la vida y el desarrollo de los seres humanos.

O tal vez Dios ni se mencione. Mientras más te sumerjas en tus estudios, el Creador parecerá cada vez más irrelevante. La ciencia parece tener todas las respuestas. En medio de todo, los cristianos a tu alrededor te han advertido que “mucho estudio es fatiga a la carne” (Ec. 12:12, RVR60). Que debes tener cuidado de que los maestros ateos no te vayan a lavar el cerebro.

Soberbia y miedo

Nada de esto es fácil, y solemos caer en dos errores: soberbia o miedo.

Quizá ya sabías que te ibas a enfrentar con todo esto. Te lo advirtieron en la iglesia, así que te has preparado. Leíste algunos buenos libros de apologética y estás listo para enfrentar a esos impíos que se atreven a darte clases. Has investigado todo acerca de la evolución, el Big Bang, y la psicología. Claro, todo aquello que está totalmente de acuerdo con lo que te han dicho que debes creer. No estás dispuesto a mirar ni por un segundo a cualquiera que se atreva a contradecir las cosas que ya sabes que son verdad.

Toda verdad es verdad de Dios. Esa debe ser la base para todo lo que hacemos, incluyendo en la escuela.

Por otro lado, tal vez estás aterrado. También te hablaron de lo que te esperaba en la universidad, así que buscas mantener un perfil bajo. Ruegas que nadie te pregunte acerca de lo que crees, porque te da vergüenza responder y al mismo tiempo te llena de temor negar al Dios que te ha salvado. Tampoco estás dispuesto a escuchar ningún argumento que parezca estar en contra de tu fe. Sientes que no sabes nada y temes que todo lo que has creído durante toda tu vida se derrumbe ante tus ojos.

¿No sería mejor enfrentar tus años en la universidad con otra actitud?

Humildad y valor

Tú y yo sabemos que el Dios de la Biblia es el Dios del universo, el único Dios de verdad. Y toda verdad es verdad de Dios. Esa debe ser la base para todo lo que hacemos, incluyendo en la escuela.

Aprecio la intención de tu tía, esa que te manda devocionales por WhatsApp, de que no “te contamines” durante tus años universitarios y que recuerdes que “la letra mata”. Ella y otras personas bien intencionadas querrán mantenerte protegido. Te recordarán una y otra vez que dudar está mal. Que “esas preguntas no se hacen”.

Desafortunadamente, lejos de fortalecer tu fe, permanecer en una burbujita cristianoide hará que esta se debilite cada vez más. David Vetter fue el niño burbuja original. Nació con una inmunodeficiencia increíblemente severa. Cualquier microorganismo podía matarlo, así que vivió más de una década dentro de una burbuja de plástico para evitar el contacto con el mundo exterior. Esta fue solo una solución temporal para él, y también lo es para nosotros. No podemos durar mucho tiempo en la burbujita cristianoide; tarde o temprano va a reventar. ¿Y qué pasará cuando nos enfrentemos a un mundo lleno de mentira sin ninguna defensa real?

Mejor sal de la burbuja y enfrenta tus años universitarios con humildad y valor.

El propósito de estudiar ciencias es el mismo propósito para todo lo que hacemos: glorificar a Dios.

Sé humilde. Reconoce que, aunque la Palabra de Dios es infalible, tú no lo eres. Tu pastor no lo es. Tu mamá tampoco. Así que puede ser que tus interpretaciones acerca de la Biblia y la ciencia estén equivocadas. Y eso está bien. Nadie lo sabe todo.

Sé valiente. Reconoce que, aunque la creación de Dios es infalible, tu profesor no lo es. Quizá tiene tres doctorados. Habla con seguridad sobre casi cualquier tema bajo el sol. Con todo, él es otro ser humano. Se equivoca. Tiene puntos ciegos. Tiene una cosmovisión que afecta la manera en que hace ciencia.

Cuando enfrentes la universidad con esta actitud podrás escuchar cualquier argumento con humildad, reconociendo que tienes cosas que aprender de la persona con la que hablas; y también con valor, sabiendo que Dios seguirá siendo Dios al final de la clase.

La duda correcta

Todos los cristianos dudan. La duda es simplemente no estar seguro de algo. El único que jamás duda es aquel que pretende saberlo todo.

No tienes que mantener separada el área “científica” del área “espiritual” de tu vida.

Así que no temas hacer preguntas. No te alarmes si es difícil (o incluso imposible) encontrar la respuesta. No te sientas derrotado. Solo asegúrate de tener la duda correcta. Barnabas Piper, autor de Help My Unbelief (Ayuda mi incredulidad) dice:

“Existe una clase de duda que nos aparta de Dios; es cuando permitimos que nuestra duda nos haga cuestionar quién Dios dice que es. Cuando nuestras dudas nos empiezan a llevar hacia la rebelión. […] Esa duda se vuelve pecaminosa y rebelde. Pero la duda como tal nos puede llevar a una fe más profunda al hacer preguntas que nos llevan a buscar respuestas en Dios y la Escritura”.

La universidad será un excelente espacio para explorar. Conocerás a personas que no se parecen nada a ti. Escucharás preguntas que jamás te has hecho. Fortalecerás tu fe tratando de responder argumentos con los que jamás te has encontrado. Y también aprenderás que decir “no sé” no es malo.

Quizá te sentirás solo. No lo estás. Tal vez eres el único creyente en tu clase, pero no eres el único creyente estudiando ciencias. Ángel estudia ahora mismo una carrera en químico biólogo clínico. Mi amiga Sandra está haciendo su doctorado en ciencias. Elizabeth trabaja en su maestría en física. Yo tengo años sin pisar un laboratorio, pero sigo amando la verdad de Dios en la Biblia y en la ciencia mientras escribo estas palabras.

Ciencia para la gloria de Dios

El propósito de estudiar ciencias es el mismo propósito para todo lo que hacemos: glorificar a Dios. Amar a Dios y amar a nuestro prójimo. No se trata de ganar un premio Nobel o publicar un montón de artículos. Puedes trabajar duro y al mismo tiempo descansar en la gracia de Dios. Tu identidad está en Jesús, no en el título impreso en tu bata de laboratorio. Que Dios sea exaltado cada día en tus éxitos y también en tus derrotas.

No tienes que mantener separada el área “científica” del área “espiritual” de tu vida. Fuiste creado para reflejar la imagen de un Dios creador. Al aprender cómo funciona su mundo y cómo aprovechar los recursos de este para el bien de los demás, estás haciendo eso. Tu maestro naturalista no lo sabe, pero mientras expone sobre las complejidades del universo, está hablando de Aquel que lo puso todo en movimiento.

Así que sé humilde y valiente, porque estás a punto de ver a Dios más glorioso que nunca.

Nota del editor: 

Este artículo fue publicado gracias al apoyo de una beca de la Fundación John Templeton. Las opiniones expresadas en esta publicación son de los autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de la Fundación John Templeton.

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