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Elisabeth Elliot (1926-2015), amada por Dios con amor eterno, autora y conferencista cristiana, partió a casa en el día de hoy. Este es un día de regocijo por una vida bien vivida. Con esas palabras iniciaba su programa radial “Con amor eterno te he amado” (Jer. 31:3)

Elisabeth Elliot era egresada del prestigioso Wheaton College, y fue internacionalmente reconocida por su labor misionera – junto a Raquel Saint– entre la tribu de los Huaoraníes del Ecuador. Fue aún más conocida por ser la viuda del afamado mártir cristiano Jim Elliot, quien acuñó la frase “No hay nada de tonto en dar lo que no puedes mantener, para ganar lo que no puedes perder”. Él fue martirizado junto a otros cuatro misioneros en su intento de evangelizar esta tribu no alcanzada.

La labor misionera de Elisabeth se enfocó en alcanzar la misma tribu que había asesinado a su esposo. Esta misma tribu posteriormente vino a escuchar y conocer el evangelio debido al testimonio vivo de perdón y valentía que esta mujer presentó junto a Rachel Saint.

Posteriormente estuvo casada  con Addison Leitch quién falleció en 1973 y fue profesor del Seminario Teológico Gordon-Conwell.  En el 1977 contrajo matrimonio con Lars Gren, quién fue su esposo y compañero de ministerio hasta el momento de su muerte.

La autora de más de veinte títulos, una de las conferencistas cristianas más influyentes en los últimos 50 años, conductora de un programa radial, y con películas acerca de su ministerio misionero, Elisabeth era una mujer usada por Dios de manera particular. Su testimonio, amor por la palabra, y la sencillez y centralidad con la que abordaba temas profundos de la vida cristiana han impactado millones de vidas alrededor del mundo.

Los libros escritos por esta mujer, quien como consejera guiaba mi corazón de niña y adolescente, son recuerdos irrevocables, grabados en mi mente y corazón, que aún al día de hoy impactan mi vida y caminar cristiano y como misionera.

A través de las páginas de sus libros y sus testimonios radiales, podemos apreciar, que la belleza de esta mujer de Dios, quien hoy se goza con su Creador y amado Señor, es una belleza no lograda con efectos externos, sino con efecto eterno, que grita a voces y muestra sin duda la belleza incomparable de Cristo.

De manera muy especial, hay tres libros suyos que no sólo visité una y otra vez, sino que también circularon por las manos de muchas de aquellas a quienes en esos años de adolescencia discipulaba, teniendo un alto impacto en mi vida y llamado, Igual como en las vidas de todas esas jóvenes quienes posaron sus ojos en esos textos.

Portales de Esplendor” encendió y alimentó mi llamado misionero a pueblos no alcanzados y de forma transcultural. La pasión por Cristo, por su causa, por su gloria y por mantener los ojos en la vida eterna, sin importar el precio, son vertidos en la vida y testimonio de esta mujer y de aquellos que junto a Jim Elliot entregaron su vida por el evangelio. Estos fueron testimonios fieles de la belleza de Cristo, vivida en y a través de las vidas y la meditación de los corazones de pecadores perdonados pero completamente vendidos en amor a nuestro eterno Cristo. Esto inició uno de los mayores movimientos de movilización misionera de los últimos 60 años. Una frase:

Dios no retiene ninguna bendición sino por su sabiduría, nunca por mero distanciamiento.

“Pasión y Pureza: Aprendiendo a Traer Tu Vida Amorosa a los Pies de Cristo” es un libro donde ella abre su corazón, con su diario personal y comunicaciones intercambiadas durante su tiempo de cortejo con Jim Elliot. Este ue contiene verdades espirituales más profundas que los hechos mismos que narran. Con él aprendí cuán preciosa es a Dios no solo hacer las cosas, sino la pureza con la cual hacemos dichas cosas, ya sean los pasos triviales de cada día, hasta las decisiones más significativas de la vida. También me enseñó la rendición que debe caracterizar cada día, a través de lo que ella llama “pequeñas muertes”: al yo, al pecado, y a todo lo contrario a Cristo y su plan.

Si nos aferramos a cualquier cosa que nos es entregada, sin la intención de permitir que sea usada como fuese el deseo del Dador, estancamos el crecimiento del alma. Lo que Dios nos da, no es necesariamente “nuestro” sino solo nuestro para retornarlo a Él, nuestro para renunciar al mismo, nuestro para dejarlo ir, si queremos ser nuestros “yo” verdaderos. Muchas muertes tienen que acontecer en nosotros si vamos a alcanzar la madurez en Cristo, muchos dejar ir.

“Dejadme Ser Mujer” me enseñó a “aterrizar” mis deseos y entendimientos acerca del matrimonio. Está repleto de realidades llenas de gracia y verdad en cuanto a la perspectiva bíblica y los aspectos prácticos que implica el alinear nuestras expectativas y criterios a lo que enseña la Palabra de Dios, Aunque ella escribió este libro como consejos a su hija Valerie, sentí de manera personal que esta mujer de Dios hablaba en mi juventud ilusoria las verdades que necesitaba saber con una gracia incomparable. Una frase:

“La madurez inicia con la disposición de darse a uno mismo”

Como misionera, no pasa mucho tiempo en que no medite en el ejemplo que Elisabeth y otros como ella han dejado de manera personal para mí misma y muchos otros creyentes. Aprendo del ejemplo de sus labores por el evangelio y el reino, pero aprendo aún más de su pasión y entrega por la santidad de Dios, el amor y rendición al señorío Soberano de Cristo.

Bien, buena sierva y fiel. Hoy se goza en su anhelado Señor. Como ella misma decía en la introducción a su programa “Eres amado con amor eterno…y debajo sostienen los brazos eternos”. En esos brazos descansa hoy.

“No vale la pena vivir, por lo que que no valga la pena morir” Elisabeth Elliot

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