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¿Cómo puede ser este nuestro país?

Mientras veía en la televisión imágenes de turbas enojadas entrando en el Capitolio de los Estados Unidos, mis manos temblaban de indignación. Un amigo que ha servido durante muchos años en el gobierno envió un mensaje de texto: “Esto me parece como la caída de Roma”.

De hecho, años antes de que alguien escalara los muros de la Ciudad Eterna, Roma estaba cautivada por el pan y los circos. ¿Qué pueden hacer los estadounidenses, especialmente los seguidores de Jesucristo, en una época en la que parece que nuestra república es más frágil que nunca?

Personas de verdad

Lo primero es que podemos ser personas de verdad. Con esto no me estoy refiriendo a un pueblo que dice que creemos en la verdad o que buscamos pruebas de herejía interminables y cada vez más estrechas para la “verdad”. Lo que quiero decir es que somos personas que, como Jesús nos ordenó, hablamos de la abundancia de nuestro corazón, con congruencia entre lo que pensamos y lo que decimos. El problema en este país, y en la iglesia, no es primeramente que tanta gente esté cayendo en teorías de conspiración delirantes e irracionales. El problema es que demasiadas personas que no creen en tales cosas están temerosas de las personas que sí las creen.

El problema no son las teorías de conspiración irracionales, sino que demasiadas personas que no creen en esas cosas temen a las personas que sí las creen

No puedo decirte cuántas personas dirán una cosa en privado y algo completamente diferente en público. No me refiero a la prudencia al no ventilar todo lo que se supone que es privado. En cambio, me refiero a decir exactamente lo contrario en público a lo que dirán en privado.

¿Por qué?

Para algunas personas, esto es lo que nos advirtió C. S. Lewis: el deseo por el “círculo interior”. Pero para muchas más personas es el miedo a las turbas. La gente no tiene miedo de que las turbas invadan sus casas de la misma forma que han invadido el Capitolio. Pero tienen miedo de tratar con aquellos que creen en estas interminables teorías de la conspiración o que hacen distinciones entre ovejas y cabras; no sobre la base de la teología o, incluso, por una ideología política sino en niveles de entusiasmo por las personalidades asociadas con tales ideologías. Muchos están simplemente exhaustos, sabiendo que cada palabra de su boca los conducirá a una guerra psicológica.

Además, demasiadas personas, incluso dentro de la iglesia, han usado lenguaje apocalíptico para todo, excepto el mismo Apocalipsis. Se supone que cada elección es la última por nuestra libertad. Cada grupo de personas con las que no estamos de acuerdo está a punto de destruir el país de forma irreparable. ¿Cuál es el resultado de un estilo de vida como el vuelo 93 del 11 de septiembre de 2001 [en inglés]? Toda una generación de personas se ha vuelto cínica, porque saben que no solo cosas como esas (teorías de conspiración) al final nunca suceden, sino que también porque saben que —con frecuencia— las personas que dicen tales cosas, ellas mismas no lo creen.

Muchos simplemente están exhaustos, sabiendo que cada palabra de su boca los conducirá a una guerra psicológica

Pero avivar las pasiones es un asunto peligroso. Después de todo, Aaron no se propuso hacer un becerro de oro, pero se sintió intimidado por las multitudes que no querían nada menos. El pueblo insistió —dijo Aarón—, y entonces les pedí su oro, “lo eché al fuego y salió este becerro” (Éx 32:24). Eso puede generar un buen dinero, por poco tiempo. Eso puede ayudar a lograr cualquier cargo al que se aspire, en el corto plazo. Pero, ¿qué harás cuando llegue el final?

Cualquier líder puede tener una vida pacífica si simplemente finge estar indignado por las cosas “correctas” y guarda silencio sobre las cosas que son verdaderamente escandalosas.

Suficiente es suficiente

Pero ya es suficiente, y, de hecho, fue suficiente hace mucho tiempo. Tomarán décadas reconstruir desde los escombros en este país. Pero, como cristianos, podemos comenzar ahora, solo al no tener miedo de decir lo que es objetivamente la verdad. Joe Biden ha sido elegido presidente. Millones de bebés están siendo abortados. La pandemia es real. También lo es la injusticia racial, tanto personal como sistémica. También lo es el abuso sexual de mujeres y niños. Si los cristianos somos personas de verdad, deberíamos ser los primeros en reconocer la realidad.

Cualquier líder puede tener una vida pacífica si simplemente finge estar indignado por las cosas ‘correctas’ y guarda silencio sobre las cosas que son verdaderamente escandalosas

Hay mucho en juego. Como iglesia, nosotros —tal como Agustín en la caída de Roma— tenemos otra ciudad, una ciudad que sobrevivirá a todas las demás. Tenemos, como afirma Hebreos, “una patria mejor” que podemos ver desde lejos (Heb 11:16). Tenemos, como dice Pablo, una ciudadanía mejor, que está en el cielo (Fil 3:20). Pero, por ahora, también tenemos esta ciudad, este país, esta ciudadanía. Por ahora, tenemos una República, si podemos mantenerla. Lo que es más importante, tenemos un testimonio de personas que están a favor de la integridad, no solo de “nuestro lado”; por la paz, no solo cuando “nuestra gente” la quiere; y por la verdad, incluso cuando decirla tiene un costo.

Los países pueden caer. Espero que el nuestro no caiga. Pero, de cualquier manera, no nos caigamos con él.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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