¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×
#CoaliciónResponde es una serie donde pastores y líderes de la iglesia responden a inquietudes que llegan a Coalición por el Evangelio por diversos medios, y que son parte de las inquietudes que caracterizan la iglesia en nuestra región.

La tolerancia está de moda. O, mejor dicho, la palabra tolerancia está de moda. La frase de Francis David, “No necesitamos pensar igual para amar igual”, se ha vuelto muy famosa, y hasta la han escrito con símbolos de diferentes religiones. 

En los últimos años, las posturas religiosas respecto a temas como matrimonio, guerra, derecho a la vida, entre otros se han hecho más conocidas debido a los medios digitales y las redes sociales. Debido a lo diferentes que son, estas posturas han generado muchas peleas y desacuerdos. Creo que el conocer mejor las diferencias entre las religiones ha producido más intolerancia que la tan buscada tolerancia.

Entonces, ¿dónde quedamos los cristianos?

En el contexto de otras religiones existen dos extremos que debemos evitar. Un extremo es pensar, creer, y hasta predicar que “todos los caminos llevan a Dios” y que no somos nadie para juzgar a otros, citando Mateo 7:1. De plano, esto sería utilizar un texto fuera de su contexto, pero además debemos preguntarnos, ¿a qué Dios llevan los diversos caminos? Como cristiano, mi Dios es un Dios trino, eterno, soberano por sobre todas las cosas, encarnado en la persona de Cristo Jesús a través de su Santo Espíritu. Esto sería impensable para un Musulmán o para un Judío, y tiene profundas disonancias para un Mormón o Testigo de Jehová. Como cristianos creemos y afirmamos que el único camino a Dios es a través de Jesucristo (Juan 14:6). Decir que todos los caminos llevan a Dios es una mentira muy peligrosa, y es ofensivo al sacrificio de Jesús (puesto que hace la cruz innecesaria).

A la vez, y en el otro extremo, recuerdo muy bien a alguien decirme que “no podría soportar” a alguien que negara al Dios de la Biblia. Su argumento principal giraba en torno al primer mandamiento de no tener otros dioses (Éxodo 20), y que por esa razón él no podía tolerar de ninguna manera a personas que confesaran otra religión. Esta postura es más común de lo que la sociedad admite, como se evidencia en conversaciones privadas entre evangélicos.

Tolerancia y evangelio

¿Dónde encontramos entonces el balance entre estos dos extremos peligrosos de la tolerancia? Como todo, el evangelio habla a este problema y contesta la pregunta en cuestión.  

En primer lugar, debemos reconocer que tolerancia es una palabra buena, puesto que implica actitud de respeto. El diccionario define tolerancia como la actitud de la persona que respeta opiniones, ideas, o actitudes de las demás personas aunque no coincidan con las propias.

Sin embargo, cuando el evangelio está en el centro de nuestra cosmovisión, no solo exige tolerancia y actitud de respeto ante ideas y pensamientos diferentes a los nuestros. Cuando Jesús le predicó a una gran multitud en la ladera de una montaña, parte de ese sermón cita de la siguiente manera:

“Ustedes han oído que se dijo: ‘Amaras a tu projimo y odiarás a tu enemigo.’ Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos; porque El hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa tienen? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen más que otros? ¿No hacen también lo mismo los Gentiles? Por tanto, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto”, Mateo 5:43-48.

Jesús menciona algo que dejaría perpleja a su audiencia original, y que hace lo mismo con el lector de hoy en día. El ejemplo de la más alta justicia que el reino de Dios demanda tiene que ver con el trato a los enemigos. La ley ya señalaba que los israelitas debían de amar a su prójimo (Levítico 19:18), y a la vez los Salmos mostraban una inclinación de odio a quienes estaban en contra del Dios de Israel (ej. Salmos 139:21-22). Esta actitud “intolerante” nacía del contexto mismo del Antiguo Testamento en contra de quienes perseguían al pueblo de Dios. Era una actitud justa dirigida contra los enemigos de Dios, quienes se convertían automáticamente en enemigos de Israel. Pero ahora vemos a Jesús poner un estándar aún más alto. Jesús anuncia que debemos de amar a nuestros enemigos y orar por los que nos ultrajan y persiguen.

Por nuestros corazones egoístas, amar al prójimo no es nunca fácil. Pero, ¿amar a los enemigos? Eso es imposible. Y es que el amar a quienes nos aman realmente no tiene mayor virtud. Eso no requiere gracia y poder divino. Únicamente a través de la obra del Espíritu Santo en nosotros y por los méritos de Cristo en el evangelio es que seríamos capaces de poder amar a nuestros enemigos.

Si nuestras actitudes no son más elevadas que las del mundo, realmente nunca vamos a impactarlo con el mensaje del único y verdadero Dios. Pablo le recuerda a los romanos que una de las implicaciones del evangelio es que debemos de devolver bien por mal. De hecho, en Romanos 12, al describir la verdadera adoración, Pablo nos enseña que al entregarnos por completo y absolutamente a Dios, nuestra mente será renovada y podremos entender cómo nadie es mejor que otros (cp. Romanos 12:1-3). En los versos 9 al 12, Pablo menciona cuál debe de ser nuestra actitud con nuestros hermanos, y del 14 al 21 habla de nuestra actitud ante los enemigos:

“Bendigan a los que los persiguen. Bendigan, y no maldigan. Gócense con los que se gozan y lloren con los que lloran. Tengan el mismo sentir unos con otros. No sean altivos en su pensar, sino condescendiendo con los humildes. No sean sabios en su propia opinión. Nunca paguen a nadie mal por mal. Respeten lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto de ustedes dependa, estén en paz con todos los hombres. Amados, nunca tomen venganza ustedes mismos, sino den lugar a la ira de Dios, porque escrito está: ‘Mia es la venganza, Yo pagare,’ dice el Señor. ‘Pero si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber, porque haciendo esto, carbones encendidos amontonaras sobre su cabeza.’  No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien”, Romanos 12:14-21.

Es mi oración que en cuanto dependa de nosotros podamos vivir en paz, respeto, tolerancia y amor con quienes profesan otras religiones. El amor es aún mayor que la tolerancia, porque implica orar por el cambio en los demás y no solo conformarnos con que cada cual pueda adorar como quiera. Ahora, al amarlos verdaderamente, estamos reflejando el amor divino. Un amor de esa manera solo puede brotar en un corazón absolutamente rendido ante la cruz.

Imagen: Lightstock
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando