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Las Escrituras han estado bajo ataque desde que surgió la alta crítica en la época de la Ilustración. Distintas filosofías han cuestionado la inerrancia, infalibilidad, suficiencia de la Biblia, y el impacto de ella en las personas.

El ataque continúa hoy. El nuevo ateísmo con sus argumentos, el movimiento de la nueva era con su mezcla de prácticas orientales, o el secularismo avasallante buscan dejar a la Biblia fuera de la ecuación de la sociedad. Nos llaman a abrazar las novedades y dejar en el pasado el “opio” de la religión.

Sin embargo, es innegable el poder transformador de la Biblia en la vida de millones de personas a lo largo de la historia. En la Biblia conocemos a Dios de manera especial y por eso necesitamos responder a ella correctamente. ¿Cómo hacerlo? Primero, necesitamos mirar qué tenemos en la Biblia.

El Dios que se revela

Dios siempre se ha revelado a nosotros, empezando por su revelación en la creación. El ser humano niega esta realidad debido a su pecado, como Pablo escribe a los Romanos:

“Porque desde la creación del mundo, Sus atributos invisibles, Su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que ellos no tienen excusa. Pues aunque conocían a Dios, no Lo honraron como a Dios ni Le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido”, Romanos 1:20-21.

El rey David también habló de esto en el Salmo 19: “Los cielos proclaman la gloria de Dios” (v. 1). Sin embargo, ese salmo no solo señala la forma en que la creación habla de Dios, sino que también celebra su ley, la Palabra escrita, como otra forma en la que el Creador se ha revelado (v. 7-11). En ella aprendemos cosas sobre Él que no vemos en la creación. Por eso los teólogos hablan de la Biblia como revelación especial de Dios.

A Dios no solo le interesa que sepamos que Él ha hecho todo lo que existe, sino que también desea que conozcamos su carácter. Desea que seamos sus hijos y nos ha dado por escrito su revelación especial: la Biblia. Nota las cualidades que tiene esta Palabra de acuerdo al salmo: es perfecta, confiable, recta, clara, pura, verdadera, más deseable que el oro puro, dulce como la miel, nos advierte, y es una gran recompensa (Sal. 19:7-11).

Solo en la Escritura conocemos el evangelio que puede cambiar nuestras vidas.

Pero el Señor no se detiene allí. Él coronó esta revelación y afirmó su amor haciendo carne su Palabra. Dios mismo ha venido a estar con los hombres. La Palabra que creó todas las cosas, que estuvo antes del principio y que sostiene todo lo que existe, se humilló a sí mismo y se hizo como uno de nosotros: “El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:14).

Cristo, la mayor revelación de Dios (Heb. 1:1-2), vivió de forma perfecta, se hizo hombre, fue a la cruz, y se entregó allí por nuestros pecados. “Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:8). Él no se quedó para siempre en una tumba, sino que venció a la muerte al resucitar. Ahora, tú y yo podemos conocerlo en las páginas de la Escritura.

Nuestra respuesta coherente

Solo en la Biblia podemos conocer todas estas verdades y mucho más sobre Dios. La Escritura es revelación especial de Dios para nosotros hoy. Y cuando vemos toda esta revelación, y el interés de este Dios por el ser humano —su creación más preciada—, demanda una respuesta humilde de nosotros.

Nuestra respuesta debe iniciar con una solicitud de misericordia. La revelación especial de Dios produce un reconocimiento de pecado y una respuesta en arrepentimiento y fe que solicita Su perdón. “¿Quién puede discernir sus propios errores? Absuélveme de los que me son ocultos” (Sal. 19:12).

La misma Palabra provoca que el corazón arrepentido pida ser protegido de sentirse independiente de su Hacedor: “Guarda también a tu siervo de pecados de soberbia” (Sal. 19:13). Finalmente, esa Palabra provoca en el individuo un deseo de que tanto su meditación como lo que exprese con sus labios sean agradables a su Señor (Sal. 19:14). Una maravillosa revelación de Dios demanda una humilde respuesta.

En medio de una época llena de ataques contra la Palabra de Dios, necesitamos aferrarnos a la Biblia y aprender cómo dar defensa de nuestra fe (1. Pe. 3:15), porque solo en la Escritura conocemos el evangelio que puede cambiar nuestras vidas.

Entonces, ¿qué haremos con esa Palabra? ¿No deberíamos exponernos a ella día tras día, convencidos de que no es posible vivir separados de ella? ¿No deberían estar nuestras casas, redes sociales, actividades, e iglesias saturadas de ella? ¿No deberíamos defenderla con pasión? ¿No deberíamos consumirla y someternos a ella?


Imagen: Lightstock.
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