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3 consejos para las creyentes creadoras de contenido en redes sociales

Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Redime tus redes en un mundo “insta” (Poiema Publicaciones, 2023), por varias autoras.

Quiero animarte como una colega creadora de contenido y propietaria de un negocio virtual por casi una década en las redes sociales. Si puedo dar consejo es solamente porque conozco de primera mano la dificultad para sortear las oportunidades de publicar, hablar, influenciar, inspirar y crear ingresos pasando tiempo constantemente en las redes sociales durante casi toda la década pasada. ¿Qué se necesita para beneficiarse de las redes sociales sin ser consumida por ellas?

1) Recuerda por qué estás allí

Las redes sociales hacen que la obra de Dios en tu vida sea accesible para muchos. Si la meta es dar a conocer la fidelidad de Dios en nuestra vida, debemos trabajar verdaderamente por conocer la fidelidad de Dios en nuestras vidas fuera de las redes sociales.

No podemos dar lo que en realidad no tenemos. Cuando pensamos en las redes sociales no tanto como un lugar para producir, sino más como un lugar donde se puede desbordar lo que somos, el tiempo que pasemos en cualquier plataforma deja de convertirse en el destino y se convierte en el vehículo. Recuerda que tu presencia en las redes sociales no se trata principalmente de tu mensaje, tus talentos, tu misión o tus ingresos. Se trata de la obra de Dios en tu vida —en todo tiempo, dentro o fuera de las redes sociales— y cómo afecta todo lo que Él te ha encargado hacer.

Recuerda que tu presencia en las redes sociales no se trata principalmente de tu mensaje, tus talentos, tu misión o tus ingresos. Se trata de la obra de Dios en tu vida

Las redes sociales nos permiten usar nuestra creatividad. Somos creadas como portadoras de la imago Dei y tenemos la oportunidad de reflejar la creatividad de Dios. Las temporadas más agotadoras que he experimentado en las redes sociales han sido cuando olvido reflejar el trabajo y la creatividad de Dios y, en cambio, me comparo con otra portadora de Su imagen —su creatividad, su estilo, su voz, su habilidad para atraer una audiencia—. ¡Nada me arruina más que la comparación! Pero cuando soy consciente de que Dios me ha dotado de una forma única, encuentro libertad en la creatividad. Recuerda que Dios te creó para ser una persona única.

2) Guarda tu corazón

Guárdate de enfocarte en ti misma. El peligro de construir nuestras plataformas, aumentar nuestra audiencia y alcanzar más personas es que somos propensas por naturaleza a adorarnos a nosotras mismas. Nuestros corazones son fábricas de ídolos que buscan cualquier oportunidad para poner la fama, la fortuna, la autoimagen, el éxito o la influencia en el trono de nuestro corazón.

Es probable que lo hayas experimentado. ¿Cuántas veces has luchado con tu autoestima, autoimagen, autocompasión, realización personal o con dudar de ti misma después de pasar tiempo en las plataformas de redes sociales? ¿Comienzas a sentir que aumenta tu falta de contentamiento y empeora tu confianza en Dios? Guarda tu corazón guardando tu tiempo, tus afectos, tu atención y a quién adoras realmente. 

3) Desarrolla prácticas útiles en las redes sociales

Entonces, ¿cómo podemos usar las redes de una forma útil? Amiga, me gustaría darte algunas ideas de mis propios recordatorios diarios: 

Escribe una declaración de objetivos para las redes sociales. Tu declaración puede ser sencilla, pero mientras más enfocada y detallada sea, más útil será. Debe ayudar a que te vuelvas a alinear con la razón por la que estás allí realmente. En casi todas las redes sociales, la declaración de objetivos común es obtener la mayor cantidad de seguidores posible por cualquier medio. Para los seguidores de Jesús, esa simplemente no puede ser la forma en que actuamos.

Nuestra misión no se trata simplemente de atraer a las personas hacia nosotras mismas, porque estamos llamadas a llevar a la gente a mirar a Cristo. Con frecuencia, cuando estoy de mal humor por culpa de las redes sociales o frustrada por el desempeño de alguna publicación, la pregunta que debo hacerme es: «¿A quién estoy apuntando?». Mientras más me apunte a mí misma, más infeliz seré.

El peligro de aumentar nuestra audiencia y alcanzar más personas es que somos propensas por naturaleza a adorarnos a nosotras mismas

Incluye la rendición de cuentas. Si realmente quieres usar las redes sociales para amplificar tu voz, necesitas tener personas que te pidan cuentas sobre lo que eres, tanto dentro como fuera de las pantallas. Hace poco escuché que Ed Stetzer dijo: «Hay varias bajas entre los pastores jóvenes que se hicieron famosos por sus habilidades antes de que su carácter estuviera listo». Me impactó el hecho de que se puede decir lo mismo de cualquier persona que tenga «seguidores» en las redes sociales.

Necesito vallas de contención que eviten que me pierda en el ojo público, en las redes sociales o en una industria que tienta a cada creador a verse a sí mismo como el nombre de una marca más grande de lo que debería ser (Fil 2:3).

Si ninguno de tus amigos en la vida real entiende el contexto de lo que estás publicando en línea y ninguno de tus amigos en línea te conoce en la vida real, estás demasiado aislada. Aún peor, vas camino al desastre. No hay un carácter suficientemente fuerte o profundo que no necesite rendir cuentas. De hecho, mientras más maduro y fiel es tu carácter, más consciente serás de que necesitas que otros sepan y puedan hablar verdad a tu vida.

Crea a partir de lo que se desborda en ti. No vivimos para producir, fuimos creadas para la presencia de Dios. Cuando estamos llenas, esto se desborda. 

Busca servir a otros. Una actitud de servicio cambia el espacio en las redes sociales. Si tu plataforma solo se trata de mercadeo o mostrar momentos perfectos de la vida, todo tu feed estará lleno de publicaciones tipo: «Mírame y déjame obtener algo de tenerte aquí». Pero cuando pensamos en las redes sociales como una manera más de servir a otros y expandir lo que Dios está haciendo en nuestras vidas, todo cambia.

Trata tus plataformas como una sala de estar virtual. Me gusta pensar en mi plataforma de redes sociales como la sala de estar virtual de mi casa. Eso me ayuda a tratar el espacio y las personas allí como trataría mi casa y las personas que invito allí. 

Este método es una forma realmente práctica para evitar una cuenta ostentosa o volverme adicta a mí misma en el proceso de compartir mi vida. Pensar en cómo trataría a alguien con mi tono, mis respuestas o incluso mi contenido, me ayuda inmensamente. Si invito a una nueva amiga a mi casa, no le abro la puerta y pretendo que mi vida es totalmente perfecta. Y no le doy una taza de café mientras procedo a hablar de mí misma sin parar. Más bien, trato de hacer preguntas, formar conexiones y ser hospitalaria.

Tampoco confundo intimidad con hospitalidad. Ser íntima significa compartir algo personal, tal vez incluso vergonzoso. Actualmente, nuestra cultura celebra este tipo de contenido porque es algo «real» o «auténtico», pero, hermanas, las cosas íntimas solo se comparten con las personas en quienes confías.

En cambio, busco una hospitalidad generosa. Quiero invitar a otros a que vean lo que está sucediendo en mi vida, incluir a las personas. Pero quiero hacerlo sabiamente, como lo haría si estuviéramos sentados en mi sala. Desde el sofá compartiría en términos generales lo que Dios me está enseñando, o consejos de cocina, o nuevos proyectos que tengo en el trabajo. La hospitalidad mantiene el enfoque en la experiencia compartida más que en los detalles íntimos. Además, le ofrece a tu «audiencia» un lugar para conectar, no un lugar para ser voyerista.

Cuando trato mi plataforma de redes sociales como una sala de estar virtual, doy la bienvenida en vez de intentar ganar una venta o un seguidor. Estoy allí para servir mientras están en mi casa y, con suerte, decidirán quedarse un rato más.

Apunta a la grandeza de Cristo

Entonces, amiga, al navegar por estas plataformas siempre cambiantes y por las oportunidades de crecer, construir, hacer estrategias y amplificar tu voz, recordemos lo que Juan el Bautista declaró siendo un hombre con seguidores: «Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya» (Jn 3:30).


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