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¿Deben los cristianos esperar solo bendiciones “espirituales”?

“¿Dios aún bendice a las personas dándoles cosas materiales?”. Quizás hayas escuchado una pregunta similar en un estudio bíblico o en un grupo pequeño. Estas preguntas a menudo se responden así: “No. Dios bendice a su pueblo espiritualmente como dice Efesios 1:3. Dios ‘nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo’”.

¿Es esto cierto? ¿Presenta la Biblia la bendición de Dios como dádivas materiales en el Antiguo Testamento y realidades espirituales en el Nuevo Testamento? Como tantas verdades teológicas, nuestras categorías de “esto o aquello” no captan con precisión el mensaje de bendición que es presentado en toda la Biblia. Estas son tres razones por las que los cristianos no deberían ser tan rápidos en ver la bendición de Dios como espiritual hasta el punto de excluir lo material.

Material, espiritual y relacional

El deseo de Dios de bendecir a su pueblo se ve en el capítulo inicial de la Biblia:

“Dios los bendijo y les dijo: ‘Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Ejerzan dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra’” (Génesis 1:28).

En este primer caso de bendición divina, Dios bendijo a sus criaturas para que crecieran numéricamente y ejercieran autoridad en la tierra como sus vicegerentes. La bendición está ligada a que el pueblo de Dios viva en obediencia para que pueda experimentar la plenitud de vida que Él diseñó para sus criaturas.

La bendición resuena en todo el libro de Génesis. Escuchamos ecos de Génesis 1:28 en las palabras dadas a Noé después del diluvio (Gn 9:1). Aun después del cataclísmico juicio global, el plan de Dios de bendecir a sus criaturas permanece intacto. Él quiere que su pueblo viva, no que muera.

En lugar de entender la palabra ‘espiritual’ como aquello que no es material, es mejor entenderla como algo mediado por el Espíritu

En ninguna parte es más evidente el firme deseo de Dios de bendecir a su pueblo que en la promesa dada a Abram (Gn 12:1-3). El uso quíntuple de la palabra “bendición” en estos versículos reitera el deseo de Dios. Una vez más, el Autor divino entreteje los temas de bendición, descendencia y dominio en la tierra. Su plan siempre ha involucrado el mundo material que creó, y su programa de bendición mediado por Abram finalmente traerá su restauración.

Dios creó a su pueblo como seres espirituales y físicos diseñados para relacionarse, tanto con Él mismo como con los demás. No debería sorprendernos que su bendición siga el patrón de su buen diseño. Antes de la caída, vivir bajo la bendición de Dios era conocer la plenitud de vida en su presencia de manera física, espiritual y relacional. Eliminar cualquiera de estas categorías de nuestra visión de la bendición de Dios nos alejará, en última instancia, del cuadro presentado en su Palabra.

La bendición en el mundo del “ya, pero todavía no”

Si la bendición de Dios siempre fue material, espiritual y relacional, entonces ¿por qué Pablo parece enfatizar solo la bendición espiritual en su carta a los Efesios (Ef 1:3)? ¿Entiende Pablo correctamente las bendiciones del Antiguo Testamento? ¡Absolutamente! Pero en lugar de entender la palabra “espiritual” como aquello que no es material, es mejor entenderla como algo mediado por el Espíritu.

Pablo entendió que nuestra participación en el reino de Dios en la tierra está mediada por el Espíritu de Dios. A través del Espíritu es que podemos experimentar la vida (Ro 8:6), hacer morir el pecado (Ro 8:13) y recibir nuestra adopción en la familia de Dios (Ro 8:15). En todo esto, el Espíritu viene a nosotros como las “primicias” de las bendiciones del reino, la “garantía de nuestra herencia con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios” (Ef 1:13-14; Ro 8:23).

Pablo reconoció que después de que Jesús finalmente murió, resucitó y derramó el Espíritu, los miembros del pueblo de Dios ahora viven como ciudadanos de un reino que ha venido, pero que aún no ha sido completamente revelado. Esto se conoce con frecuencia como el aspecto “ya, pero todavía no” del reino de Dios.

¿Significa esto que los cristianos ya no experimentan la bendición de Dios en forma de dádivas materiales? No. Él puede dar buenas dádivas a sus hijos cuando así lo desee, y muchos cristianos pueden testificar de cómo Dios en su gracia ha provisto económicamente en un momento de necesidad o milagrosamente en un momento de peligro físico. Estas buenas dádivas provienen de nuestro Padre celestial (Stg 1:17) y deben impulsarnos hacia la acción de gracias y la alabanza a nuestro Dios.

En el Espíritu tenemos todas las bendiciones que nos permiten vivir con contentamiento

El punto, sin embargo, es que estas evidencias de gracia no son la plenitud de lo que Dios quiere para su pueblo. En la era del reino “ya, pero todavía no”, hay temporadas de abundancia y necesidad (Fil 4:12), pero en el Espíritu tenemos todas las bendiciones que nos permiten vivir con contentamiento (Fil 4:13). El Espíritu nos da poder para vivir con fidelidad y contentamiento en una época en la que Cristo no reina sobre la tierra y su iglesia frecuentemente enfrenta persecución.

Pero este no es el final.

Bendiciones en el futuro 

La forma en la que pensamos sobre la bendición de Dios se ve directamente afectada por la forma en la que leemos el final de la historia bíblica. Con demasiada frecuencia, operamos con una visión abreviada de la historia de la salvación que termina cuando morimos como individuos. Si bien es posible que no lo digamos, muchos percibimos la vida diaria a través del lente de “cuando muera, todo habrá terminado”. Suena ridículo cuando lo decimos con tanta claridad, pero rara vez pensamos en lo que Dios va a hacer con el mundo una vez que lo abandonemos.

El plan de Dios de bendecir al mundo a través de su Hijo no se termina hasta que Él traiga una nueva creación para su pueblo

El plan de Dios de bendecir al mundo a través de su Hijo no se termina hasta que Él traiga una nueva creación para su pueblo. Las escenas finales de las Escrituras nos apuntan hacia el buen final de Dios (Ap 21-22). Allí vemos cómo su pueblo realmente llega a experimentar la plenitud de vida, la vida eterna, con cuerpos resucitados en su gloriosa presencia. La historia bíblica no termina con nosotros como espíritus flotando en las nubes, sino como individuos encarnados que ejercen dominio en los cielos nuevos y tierra nueva de Dios. Es mucho más que simplemente “bendiciones espirituales”, definidas de manera estricta.

La bendición no es algo reservado para el reino espiritual; abarca “todas las cosas” que Dios quiere para sus hijos (Ro 8:32). El Dios que nos ha bendecido en Cristo no se detendrá hasta que toda la tierra sea suya y su pueblo disfrute de su presencia para siempre.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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