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¿Te has detenido ante una pieza de arte que simplemente te deja sin aliento? ¿Has contemplado sin distraerte el talento del artista? ¿Cómo es posible que alguien pueda crear algo así? Nuestra mente se llena de admiración y adjetivos que no logran describir tal genialidad. Si de algo estamos seguros, es que en el mundo hay talento que sobrepasa nuestras expectativas y es capaz de crear cosas complejas y hermosas que ni siquiera podemos imaginar que podrían ser hechas por seres humanos.

Es frecuente mostrar admiración por los que demuestran talento y sobresalen en el arte. Pero tendemos a olvidar que nuestra admiración principal debe ser, ante todo, al Dios que dio esta capacidad al ser humano. Dios creó todo maravillosamente de la nada y, al ser hechos a Su imagen (Gn. 1:27), puso en nosotros la capacidad para crear, incluida la expresión artística. Por tanto, el arte y su expresión debería tener como propósito absoluto darle la gloria a Dios. El arte y la capacidad de crearlo es de Él y para Él. 

Todo es de Dios y para Él

Debemos crear arte agradeciendo a Jesús por la gracia de Dios que obra para nuestro bien

El arte es un concepto amplio. Me gustaría aclararte a lo que me refiero con la frase “expresión artística”. Básicamente es la acción de ejercer un talento por medio del arte (arquitectura, escultura, pintura, música, danza, literatura, cine, etc) como medio de manifestar algo de manera creativa. Aunque todos podemos expresarnos y utilizar técnicas del arte para hacerlo, solo algunos poseen la habilidad innata y la gracia para sobresalir entre los demás. Con esto me refiero a lo que hace que nuestras piezas destaquen entre muchas y sean objeto de admiración.

Esto, otorgado a simples pecadores, debería tener un propósito y, de hecho, lo tiene. La Biblia dice que todo fue creado por y para Dios (Col 1:16). Todo es todo. Esto incluye nuestro talento, la capacidad para crear y expresar algo de forma hábil y hermosa. Lo más importante es afirmar que lo que Dios creó tiene como finalidad absoluta Su gloria.

Probablemente en estos momentos estarás pensando en cómo debería verse el arte ante esta afirmación. Podríamos imaginar que eso se cumple al observar una escena del Barroco, como el “Sacrificio de Isaac” de Rembrandt.

Pero la realidad es que me refiero a algo más profundo que la contemplación visual.

El problema de un mundo distorsionado por el pecado es que tiende a evaluar el corazón por el producto de sus acciones y no por su motivación. Eso era lo que Dios le reclamaba a Israel cuando decía que únicamente de labios le honraban y que su corazón estaba lejos de Él (Is 29:13). Fue la razón por la que Jesús confrontó a los fariseos cuando dijo que sus obras podrían parecer correctas, pero su corazón estaba lleno de hipocresía (Mt 23:28). En términos de un hijo de Dios, no se trata solo de cómo luce genialmente su obra de arte, sino principalmente de que su corazón, al utilizar su talento, glorifique a Dios. Lo que motiva el corazón de un artista a la expresión es lo que impactará su creación.

Para la gloria de Dios o la nuestra

“Y todo lo que hagan, de palabra o de hecho, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de Él a Dios el Padre”, escribe Pablo (Col 3:17). Aunque esta afirmación suene familiar en tu mente, resulta difícil relacionarla en medio de la cotidianidad. Pero de nuevo, todo se refiere a todo. “Hacerlo todo” resuena dos veces en un solo versículo para dejar en claro que todo debería hacerse en el nombre del Señor. Esto incluye el arte. Tu talento es dado por Dios, es para Él. Si tienes una nueva vida en Cristo, entonces deberías crear todo en Su nombre.

Reconocer que nuestro talento fue dado por Dios creador,  debe ubicarnos en una posición de humildad al expresarnos artísticamente

Debemos crear arte agradeciendo a Jesús por la gracia de Dios que obra para nuestro bien. La obra de Cristo en un pecador debería ser el motor de sus obras. Reflexionar en el evangelio y lo que significa para nuestras vidas cambia drásticamente la percepción de nuestro talento y lo que estamos por crear. Cuando el evangelio está ausente, nuestro talento solo alimenta nuestro corazón pecador sediento de gloria propia y, por lo tanto, las obras serán para nuestro propio nombre y no para el Señor. 

Solo mediante Cristo

Un pecador no puede estar por sí mismo ante un Dios santo. No tiene nada que ofrecerle. Aunque sus obras sean fascinantes y su talento deslumbrante, lo que un artista produzca jamás será por sí solo algo suficientemente bueno. Pero Dios nos permite darle gloria mediante su Hijo, y esta es la única vía para hacer lo agradable delante de Él (He 13:21).

Por medio de Jesucristo somos ajustados y perfeccionados para hacer la voluntad de Dios. Lo glorificamos al expresarnos con talento en el arte. Sin embargo, aún en Cristo podemos preferir nuestra propia gloria a la de Él. De nuevo, solo acudiendo a Él, reconociendo nuestro pecado, es que podemos glorificarle desde lo profundo de nuestro corazón.

La firma en tus obras solo debería ser una formalidad. No olvides que el corazón humano es propenso a buscar su propia gloria. Pero cuando reconocemos que nuestro talento fue dado por un Dios creador, exclusivamente para su gloria, esto debería ubicarnos en una posición de humildad al expresarnos artísticamente. Es el evangelio lo que nos recuerda nuestra necesidad profunda de Jesucristo para cumplir con el propósito absoluto de nuestra expresión: darle gloria a Dios.

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