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Nota del editor: 

Entre creyentes existen diferentes posturas sobre cómo interpretar los sucesos que acompañan a la segunda venida de Cristo. Es por eso que te invitamos a que leas más sobre el arrebatamiento aquí.

Existen creencias y mitos sobre el rapto o arrebatamiento de la iglesia. El pasaje principal que habla al respecto es 1 Tesalonicenses 4:13-17. Pablo da esperanza a la iglesia de Tesalónica sobre el futuro de los que pertenecen a la Iglesia de Cristo. De este pasaje se desprende la pregunta: ¿Qué significa realmente este pasaje sobre el arrebatamiento?

Para responder a esta pregunta, te presento la opinión de algunos teólogos sobre ciertos puntos esenciales de este tema.

Sobre el cuerpo que resucitará y el rapto

Nuestra esperanza final tiene que ver con la restauración de nuestros cuerpos o la resurrección final. La pregunta es: ¿cómo experimentaremos esta transformación gloriosa que nos espera? Para los que hayan muerto en Cristo, cuando Él regrese, esos cuerpos serán restaurados, aunque ya solo sean partículas de polvo o ceniza. Martyn Lloyd-Jones lo describe así:

«¿Cuál es la naturaleza de este cuerpo resucitado del que estamos hablando? La Escritura enseña que preservaremos nuestra identidad: nuestro cuerpo será reconocible como tal. Nuestro Señor dijo a sus discípulos: “Miren mis manos y mis pies, que yo mismo soy” (Lc 24:39). Seremos nosotros mismos para toda la eternidad. También habrá una relación orgánica entre el cuerpo muerto y el que resucita. Preguntará alguno. ¿Y el caso del hombre que es incinerado y cuyas cenizas han sido esparcidas al viento o el cuerpo ingerido por algún animal? Bien, la doctrina de la resurrección no enseña que resucitarán las mismas partículas. Es un hecho científico el que las propias partículas de nuestro cuerpo están en constante cambio y no tenemos las mismas partículas en nuestro cuerpo que hace veinte años. Ese es un hecho probado y, sin embargo, tenemos el mismo cuerpo. Tomemos como ejemplo a un bebé y luego pensemos en él como un octogenario. No lo reconoceríamos, pero es el mismo cuerpo, a pesar de que las partículas obviamente no son las mismas y no están dispuestas del mismo modo».[1]

Pablo nos dice que cuando Jesús regrese seremos «arrebatados» los que todavía no hayamos muerto (1 Ts 4:17). Esa palabra en el original griego es harpazo y tiene la idea de «agarrar, arrancar» (en latín rapere, del que procede la palabra «rapto»). En su comentario sobre este pasaje, Holmes explica:

«Al usar este término particular, Pablo podría estar haciendo un juego de palabras; Plutarco, un cercano contemporáneo del apóstol, usó la palabra (o compuestos de la misma) para aquellos que mueren prematuramente y, por tanto, se ven “desfavorecidos” por ser “arrancados” de la oportunidad de la educación, el matrimonio, la ciudadanía, etc».[2]

No entendemos exactamente cómo será este evento, pero sabemos que será un evento público («con trompeta de Dios», 1 Ts 4:16), no será un evento secreto en el que el mundo quede confundido por la desaparición repentina de los cristianos, y sabemos que el propósito más importante es recibir a Jesús en el aire para estar con Él eternamente (v. 17).

Sobre las frases «en el aire» y «encontrarnos» en el arrebatamiento

«El aire» (gr. aer) se consideraba a menudo la morada de los demonios; que la reunión triunfante de Jesús y sus seguidores tenga lugar allí puede indicar, precisamente, que la victoria es completa sobre la muerte y el pecado.[3]

La palabra traducida como encontrarnos (gr. eis apantesin) es casi un término técnico que significaba la costumbre de enviar una delegación fuera de la ciudad a fin de recibir al dignatario que venía de visita.[4]

En las recepciones formales, los líderes de la ciudad y toda la población salían juntamente con los sacerdotes, estos últimos portando los objetos cúlticos, todos vestidos con ropa especial y con guirnaldas. «Cuando el dignatario entraba a la ciudad, la población le daba gran recepción con canciones, gritos y sacrificios, siendo este el contexto cultural de una recepción formal en el tiempo de la parousia imperial del Señor. No se puede dudar de que la costumbre de la época formaba el trasfondo de esta enseñanza, aunque pasaba por ciertas modificaciones claves (p. ej., no se sabía el tiempo de la venida [1 Ts 5:1-11])».[5]

El objetivo final del arrebatamiento

¿Dónde estaremos con Dios por la eternidad? El único lugar que describe la Biblia como el lugar permanente son los «cielos nuevos y tierra nueva», en donde Jesús será el Rey eterno (2 P 3:10-13; Ap 22:3-5). El arrebatamiento será «en un abrir y cerrar de ojos» y será la derrota final de la muerte para nosotros y la restauración final de todas las cosas (1 Co 15:51-55).

El rapto de la Iglesia forma parte de la inauguración de la era venidera, el estado eterno: nuestro estado de perfección en cuerpos glorificados, disfrutando de una creación restaurada y contemplando la gloria de Dios eternamente son la esperanza final para todo cristiano. Algunos creyentes morirán físicamente antes, otros estarán vivos todavía. Pero todos disfrutaremos del cumplimiento de las gloriosas promesas para el pueblo redimido de Dios.


[1] Lloyd-Jones, Martyn.   La Iglesia y las últimas cosas (Ciudad Real: Editorial Peregrino, 2002) p. 275-76.
[2] Michael W. Holmes, Comentario Bíblico con aplicación NVI: 1 y 2 Tesalonicenses (Miami: Editorial Vida, 2015) p. 160.
[3] Ibid., p. 161.
[4] En Hechos 28:15, Lucas utiliza este verbo (gr. eis apantesin) en su relato de una delegación de cristianos de Roma que salieron a recibir a Pablo y a sus compañeros cuando se acercaban a la ciudad imperial: «Los hermanos de Roma… salieron hasta el Foro de Apio y Tres Tabernas a recibirnos (en griego eis apantesin)». Como era costumbre en estas recepciones formales, los visitantes y la delegación entraban juntos a la ciudad (Ro 28:16; cp. Mt 25:6). El uso de este verbo en el AT son numerosos (p. ej., Jud 4:22; 1 S 9:14; 2 S 19:15; 2 R 4:26; 2 Cr 15:2) y en el mundo grecorromano la costumbre estaba bastante establecida, especialmente cuando venían personajes de alto rango político. Es de notar que los del más alto rango se esforzaban para ser los primeros en recibirlo, un pensamiento semejante al de Hechos 28:15.
[5] Eugenio Green, 1 y 2 Tesalonicenses (Grand Rapids: Editorial Portavoz, 2000) p. 227-28.
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