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Nota del editor: 

¿Escribir? ¿Por qué a los cristianos debería importarles la literatura? Lee este artículo para descubrirlo.

Aquella tarde regresé emocionado a casa. Tendría unos ocho años. En el colegio, unos amigos estaban vendiendo sus cuentos (a 10 centavos), y yo había comprado un par. No podía creer que una persona pudiera escribir algo y le pagaran por ello. Yo quería ser una de ellas. Saqué una hoja de papel, y escribí mi primer cuento, titulado: “Cuidado con los dinosaurios”.

Nadie me lo compró.

Aprendí una importante lección: escribir es fácil, pero escribir algo que otros quieran es difícil. El día de hoy tengo el privilegio de vivir de lo que escribo y edito. Ha sido un camino extraño y que me tomó por sorpresa.

Muchos nuevos escritores (por lo menos los que yo conozco) desean que alguien los guíe para andar por el buen camino. Si eres creyente, debes buscar la excelencia en lo que haces para glorificar a Dios con tus talentos. Vivir el evangelio implica hacer todo, incluso escribir, para Su gloria (1 Co. 10:31). 

Si aspiras a escribir, y deseas ser remunerado por ello, quisiera darte algunos consejos sencillos que me han ayudado a mí. Incluso si no quieres ser un escritor profesional, sino simplemente compartir con otros tus pensamientos a través de la palabra escrita, estos consejos te ayudarán.

1. Lee mucho

No conozco ningún buen escritor que no disfrute la lectura. La mayoría no son lectores promedio, sino voraces. Es fácil identificar a un lector voraz, porque lo notas en los ojos. Mencionas, de casualidad, un libro que estás leyendo, e inmediatamente  se abren sus ojos. Quieren saber más. E inmediatamente te enfrascas en una conversación que gira en torno a libros y autores. Si ese eres tú, y quieres escribir, vas bien.

Si eres de los que prefiere ver la película, escribir no es para ti

Cuando doy este consejo, invariablemente alguien me pregunta: “¿Y qué debo leer?”. De todo. Lee un poco de todo. El periódico, para saber lo que pasa en el mundo. Biografías, para entender al ser humano. Novelas, para explorar el mundo. Artículos, para indagar en aquello que te da curiosidad. Lee sobre psicología, ciencia, tecnología, cultura… y no olvides que nuestro Creador es el Escritor, y nos dejó su Palabra para que la leamos y la pongamos por obra (cp. Lev. 18:4).

El buen escritor lee mucho porque encuentra que todo es “curiosesco, curiosesco”, como diría Alicia. Si eres de los que prefiere ver la película, escribir no es para ti.

2. Escribe mucho

Si quieres escribir bien, tienes que estar dispuesto a escribir miles de palabras que nadie leerá jamás. Cientos no. Miles. Piensa en un pianista profesional. Detrás de ese concierto magistral de dos horas, hay horas y horas de práctica que nadie jamás escucha, excepto el pianista mismo. Ha invertido gran cantidad de tiempo en soledad, practicando incansablemente, para traer delante del público los frutos de toda esa experiencia.

Lo mismo con el escritor. Me preocupa a veces que algunos nuevos escritores se sienten listos para publicar un libro cuando nunca han escrito uno antes. Brandon Sanderson comenta que había escrito unas diez novelas antes de publicar su primera. Yo, personalmente, he escrito literalmente miles de palabras que nadie ha leído. Y por cierto, muchas de ellas nadie las leerá, porque no son buenas. ¡Pero sirvieron de práctica! Incluso con eso, sé que tengo todavía mucho que aprender sobre escribir. 

Quizá vengan a tu mente algunas excepciones. Autores que lograron publicar el primer libro que escribieron, e incluso recibieron mucho dinero por ello. La mayoría de estos autores son como estrellas fugaces. Resplandecen por un tiempo corto. El segundo libro no es tan bueno, el tercero no vende, y el cuarto nunca llega a publicarse. La inmensa mayoría de los buenos escritores llegan a serlo porque escriben mucho, y escriben constantemente. Las excepciones a ello normalmente son los genios. Y dejémoslo claro: ni tú ni yo somos genios.

3. Vive

“El truco para encontrar ideas” —dice el autor Malcolm Gladwell— “es convencerte que todos y todo tiene una historia que contar”. La lectura, combinada con vivir la vida, es la clave para tener buenas ideas. Aunque me gusta estar en casa, y prefiero vivir las aventuras dentro de las tapas de un libro y con una taza de café en la mano, por mis trabajos viajo con relativa frecuencia. Cuando lo hago, observo el mundo y recolecto historias. 

En una ocasión alguien me dijo que siempre contaba historias interesantes de mis viajes. Me sorprendió el comentario. No lo hago adrede. Lo hago por instinto. Somos cuenta-historias por naturaleza.

Hace unos años viajé al sur de México en una avioneta para cuatro personas. Era como volar en un micro machine aéreo. La pista de aterrizaje, en medio del pueblo, era corta, de tierra, y terminaba en una pared de concreto. Si el piloto no aterrizaba correctamente, tendríamos un final explosivo. Mientras descendíamos, con la avioneta sacudiéndose y el corazón atorado en la garganta, no imaginé que ese momento se convertiría en una historia.

Porque así es la vida. La vivimos, la experimentamos, y después escribimos sobre lo que nos ha enseñado. No hay nada nuevo debajo del sol (Ecl. 1:9), pero podemos escribir sobre la vida que Dios nos ha dado debajo del sol.

4. Imita… al principio

Cuando comienzas a escribir, es imposible no imitar a tus héroes. De chico leía todo lo que llegaba a mis manos de Julio Verne. ¿Y qué escribía yo en ese tiempo? Sobre aventuras y exploración, por supuesto. Recuerdo leer las novelas de Michael Crichton con mucho cuidado, tratando de discernir la manera en que lograba transmitir la tensión y el suspenso en una escena.

Mientras no cometas plagio, no tiene nada de malo imitar un poco, al principio. Con el paso de las palabras, desarrollarás tu propia voz y estilo. Pero eso sucede con el tiempo y práctica. No te desesperes. Sigue escribiendo.

5. Sé claro

En la Segunda Guerra Mundial, los alemanes bombardeaban la ciudades por la noche. Para evitar ser blancos de los ataques, los comandantes aliados decidieron mandar un memorándum indicando que, por la noche, se debían oscurecer las luces de los edificios. El memo decía:

“Las preparaciones deben hacerse para oscurecer la visibilidad por completo de todos los edificios federales y todos los edificios que no sean federales ocupados por el gobierno federal, durante un ataque aéreo y por cualquier cantidad de tiempo, ya sea visibilidad interna o externa debido a la iluminación”.

Cuando Franklin Roosevelt lo leyó, pidió que simplificaran la redacción. “Diles que en los edificios donde tengan que seguir trabajando, que pongan algo sobre las ventanas”.[1]

Si vas a decir algo, dilo sin rodeos.

6. No aburras al lector 

Tienes cinco segundos para convencer al lector moderno de leer lo que has escrito. Antes, los lectores te daban un poco más de tiempo. La primera hoja, quizá. Hoy ya no. Vivimos en la época del scrolling. Por eso uno de los pecados capitales del escritor es ser aburrido.

Los grandes escritores han entendido eso. Desde la primera línea buscan atraparte. Mira estos ejemplos de algunas de las primeras líneas más famosas.

  • “Era un placer quemar” —Ray Bradbury, Fahrenheit 451.
  • “Si resulto ser el héroe de mi propia vida, o si resulta ser alguien más, estas páginas lo dirán” —Charles Dickens, David Copperfield.
  • “Era un luminoso y frío día de abril, y los relojes daban las trece” —George Orwell, 1984.
  • “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo” —Gabriel Garcia Marquez, Cien años de soledad.
  • “Llamadme Ismael” —Herman Melville, Moby-Dick.

La primera regla del buen comunicador es tener algo que decir. ¿Tienes algo que decir?

Hay aspirantes a escritor que me han dicho: “Mi historia comienza en la página 10. Si lees hasta la página 10, no podrás dejar de leer”. No. Tu historia debe comenzar en la primera línea. Si allí no me enganchas, nunca llegaré a la página 10. Ni yo, ni nadie excepto tu mamá. Y quizá hasta ella batalle.

7. Sé paciente

Si escribes bien, si te tomas el tiempo de trabajar en el arte de escribir, refinar tu técnica, y editar tus palabras, la gente te leerá. Te lo garantizo. En la universidad me enseñaron que la primera regla del buen comunicador es tener algo que decir. ¿Tienes algo que decir? ¿Te sientes como Jeremías, como si hubiera un fuego ardiente metido en tus huesos (Jer. 20:9)?

Perfecto. Sé paciente. Aprende a decirlo bien.

La cruda realidad es que quizá solo el 1 % de los escritores hispanos viven de ser escritores. Si piensas que después de algunos artículos escritos, o un par de libros publicados, podrás dejar tu trabajo y dedicarte a teclear, probablemente te estás preparando para una gran decepción.

Pero si no te importa si te pagan o no te pagan, sino que escribes porque no puedes más que hacerlo, puede ser que no te hayas dado cuenta, pero ya vas por el buen camino, y bastante avanzado.


[1] William Zinsser, On Writing.
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