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En la vida hay momentos que debemos celebrar públicamente. La adopción es uno de ellos. Quienes adoptan son personas dignas de imitar y privilegiadas porque viven la hermosa experiencia de reflejar lo que Dios hace por amor a los creyentes (1 Jn. 3:1).

La doctrina de la adopción enseña que Dios hace miembros de su familia a quienes creen el evangelio. Esta enseñanza es central en el Nuevo Testamento y aquí hay algunas verdades que necesitamos saber sobre ella.

1. La adopción revela que no todas las personas son hijos de Dios

Necesitamos la adopción porque la relación entre Dios y la humanidad es hostil y distanciada debido a nuestro pecado. El evangelio se trata de que Cristo vino para restaurar esa relación.

Dios quiere adoptar a pecadores porque nos ama y sabe que sin Él estamos en tinieblas y condenación eterna. Por eso las personas necesitan conocer al Dios que adopta al perdido y creer el evangelio. Sin fe verdadera, no hay salvación ni adopción (Ro. 10:12-15; Jn. 1:12).

2. La adopción es inseparable de nuestra salvación

Cuando alguien admite que necesita salvación y cree en Cristo, ocurren eventos espirituales que no se perciben. Sabemos de ellos porque la Biblia los registra.

Millard Erickson afirma que la adopción “sucede al mismo tiempo que la conversión, la regeneración, la justificación, y la unión con Cristo”. La adopción es un hecho distinto de todos los mencionados en la lista anterior, pero es inseparable de todos ellos.

Cuando Dios obra estos eventos soluciona el mayor problema de la humanidad: nuestra condenación (Jn. 3:18). En medio de su obra salvadora, tenemos la adopción en donde Él nos hace sus hijos y herederos de grandes beneficios espirituales.

3. La adopción es ratificada con la llegada de Cristo

Dios eligió a Israel y tuvo una relación especial con él, hablando de Israel como su hijo (Dt. 14:1; Jer. 31:9). Esto significa que Dios ya salvaba y adoptaba antes de que Cristo llegara. Lo mismo sucedió con los gentiles que creyeron en Dios (Rt. 1:16; Heb. 11:31).

Sin embargo, Cristo ratificó con su presencia y mensaje que la adopción está disponible para todas las naciones (Jn. 1:12; 3:16). Sus apóstoles enseñaron lo mismo (ej. Ef. 3:6-7).

El Padre demostró que está dispuesto a adoptarnos; el Hijo estuvo dispuesto a ser el medio para ratificar esa adopción

La llegada de Cristo cumplió la esperanza de salvación que tenían los creyentes en tiempos del Antiguo Testamento. Ellos tenían una fe hacia el futuro. Esperaban al Mesías y el cumplimiento de las profecías sobre Él. Hoy vemos claramente que el Padre demostró que está dispuesto a adoptarnos; el Hijo estuvo dispuesto a ser el medio para garantizar esa adopción.

4. La adopción es un resultado de la liberación de la ley

Cristo vino al mundo para redimir “a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos la adopción de hijos” (Gá 4:5). Él no vino para abrogar la ley, sino para cumplirla (Mt. 5:17). De manera que ser “libres de la ley” no significa que no debemos cumplirla, sino que ya no puede ser un medio de condenación. Nuestra adopción es un resultado de esto.

La adopción nos recuerda que somos salvos por gracia y no por cumplir la ley (Gá. 2:16). Un hijo de Dios ya no es condenado por la ley ni está sujeto a cumplir ritos como los que encontramos en el Antiguo Testamento (Col. 2:16-17; Hebreos).

5. La adopción es garantizada por la presencia del Espíritu Santo

La llegada y ascensión de Cristo cambió la relación entre el Espíritu Santo y los creyentes (Jn. 14:16). En el Antiguo Testamento, el Espíritu posaba temporalmente en algunos hombres. Vemos un ejemplo de esto cuando el Espíritu dejó al rey Saúl (1 S. 16:14) y otros personajes.

Ahora, un beneficio de la adopción es la presencia permanente del Espíritu Santo (Gá. 4:6). Es por esto que el Nuevo Testamento no nos ordena pedir que el Espíritu no se aparte de nosotros, sino que evitemos apagarlo o contristarlo (1 Ts. 5:19; Ef. 4:30). La presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas garantiza que somos hijos de Dios (Ef. 1:13-14).

6. La adopción transforma nuestra manera de vivir

Los adoptados por Dios somos declarados libres de la esclavitud al pecado (Ro. 6:22). Ahora somos guiados por el Espíritu Santo (Ro. 8:14). Por lo tanto, los hijos de Dios debemos dar evidencia externa de nuestra transformación interna:

“Como hijos obedientes, no se conformen a los deseos que antes tenían en su ignorancia, sino que así como Aquél que los llamó es Santo, así también sean ustedes santos en toda su manera de vivir”, 1 Pedro 1:14-15.

Esto también nos recuerda que debemos compartir el evangelio con las personas que nos rodean para que Él transforme sus vidas también. Las acciones espirituales de Dios son para cambiar la triste realidad humana en un testimonio de gozo. No temas compartir el evangelio y tu testimonio de adopción espiritual.

¿Puedes ver cómo la doctrina de la adopción cambia nuestras vidas?

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