Cultivar la santidad en toda nuestra vida es un mandato para las hijas de Dios; así agradamos al Señor y representamos a su reino. Pero nuestra naturaleza caída compite con la santidad de Dios todo el tiempo, así que debemos ser intencionales para luchar contra el pecado en nosotras. Que seas creyente no quiere decir que la pureza sexual surgirá de ti de manera natural. Debes trabajar para conseguirla, no para ser salva sino porque eres salva.
En este artículo te presento seis consejos para que puedas cuidar tu pureza sexual con la ayuda de Dios. No son una fórmula mágica para la santidad, sino sugerencias que podrían servirte. Léelas, medita en ellas, y ajústalas a tu necesidad. Todos los creyentes —sin importar su estado civil— necesitan cuidar su pureza sexual, así que no pases por este escrito pensando en alguien más; aplícalo primero a tu vida.
1) Decide desde el corazón.
Medita en la motivación por la cual debes cuidar tu pureza sexual. Cuidado con hacerlo solo porque otros te lo han dicho, por quedar bien, o por temor a las consecuencias (aunque estas sean reales). Ve delante del Señor a través de tiempos de oración en Su palabra. Abre tu corazón y descubre el carácter de Dios y su plan para ti. Es por causa de Su amor que el Señor te invita a valorar tu pureza sexual; es Su gracia que te indica un camino que te llenará de satisfacción.
Si quieres mantenerte pura, no puedes decidirlo solo por apariencias. Tarde o temprano se hará evidente la verdad, ya que tu conducta expresa lo que hay en tu corazón (Lc. 6:45).
2) Sé radical y no confíes en ti.
En mi experiencia en consejería con mujeres, esta es una de las tareas que más cuesta cumplir y mantener. Algunas me plantean algo intermedio; se autoengañan diciendo que “así lo pueden manejar”, que no hay riesgos… y luego caen y se lamentan. Ciertamente “más engañoso que todo es el corazón” (Jer. 17:9); no en vano encontramos en la Palabra pasajes que son mandatos —no sugerencias— de parte de Dios para nuestro bien.
“Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno”, Mateo 5:29.
Este versículo no significa que sacarte un ojo lujurioso es la solución al pecado sexual. Más bien, es una hipérbole gráfica para enfatizar lo radicales que debemos ser con el pecado sexual. Identifica las situaciones, personas, o hábitos que te tientan a pecar y elimínalos sin justificarlo.
No menosprecies tu vida viviendo de manera descuidada; eres valiosa, Cristo pagó por ti con su sangre. Haz todo lo necesario para ser una mujer libre y plena en Cristo. Sé radical, aunque eso signifique dejar de relacionarte con algunas personas, dejar de ver o escuchar ciertos materiales, negarte a algunas invitaciones, o cambiar la forma en que te vistes. No dejes nada afuera. Sal de esa cárcel de autocomplacencia pecaminosa y sé libre en Cristo.
No menosprecies tu vida viviendo de manera descuidada; eres valiosa, Cristo pagó por ti con su sangre
3) Toma una decisión de antemano.
No esperes encontrarte en medio de una situación que genere el impulso sexual para entonces determinar qué debes hacer. Plantea los escenarios posibles y decide ahora qué harás si llegas a estar en medio de uno de ellos o algo similar. Toma la decisión de huir de la tentación por la salida provista por Dios, antes de que se presente la misma (1 Cor. 10:13).
Pregúntate qué harás si tu novio mostrara intención de tocarte indebidamente, o si te invitan a ver material pornográfico, o si sale algún contenido pornográfico en tu computadora. ¿Qué vas a hacer cuando tu mente te invite a pensar en cosas impuras, o cuando te encuentres con un grupo de personas que estén hablando de temas eróticos? Decide de antemano huir, y así será más fácil escapar de la tentación.
4) Ama a tus hermanos.
Mantenerte pura, además de ser una forma de glorificar a Dios, es una expresión de amor a tus hermanos. Guarda el corazón de hombres y mujeres no siendo piedra de tropiezo para ellos; sé ejemplo de pureza y modestia en tu entorno.
“Sean, pues, imitadores de Dios como hijos amados; y anden en amor, así como también Cristo les amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma. Pero que la inmoralidad, y toda impureza o avaricia, ni siquiera se mencionen entre ustedes, como corresponde a los santos”, Efesios 5:1-3.
En estos tres versículos hay un contraste. En los primeros versos se nos manda a imitar a Dios andando en amor. Luego, en el verso 3, aparece lo opuesto para los hijos de Dios: la inmoralidad. Si estuviéramos enfocadas en amarnos unos a otros como Cristo nos amó, al punto de entregar su vida en sacrificio por los demás, las luchas con las tentaciones sexuales fueran menos intensas. Estaríamos pensando en el bien del otro y no en nuestros deseos.
5) Cultiva la humildad.
Admite que no tienes superpoderes. No tenemos lo que se requiere para ser santas: dependemos de Dios y Su gracia para agradarle. Nuestras debilidades nos recuerdan cada día lo necesitadas que estamos de Él. No podrás ser pura en tus fuerzas. A tu carne no le interesa la santidad de Dios; es su Espíritu en ti que te capacita para vivir en pureza sexual, lo cual llenará tu corazón de satisfacción plena.
El orgullo nos ciega y nos invita a jugar al borde del abismo, mientras te susurra: “¡tú puedes!”. No lo escuches. Elige descansar en la dependencia de Dios. Cultiva la humildad desarrollando una vida de comunión con el Señor a través de la lectura, meditación, y estudio de Su Palabra. Alejadas de Cristo no es posible mantenernos sexualmente puras (Jn. 15:4-5).
No tenemos lo que se requiere para ser santas: dependemos de Dios y Su gracia para agradarle
6) Cuida tu futuro.
El pecado sexual cobra muy caro en el presente y el futuro. Frecuentemente, las consecuencias son duraderas y podrían afectar tu vida emocional, tu matrimonio o —si no estás casada— tu posible futuro matrimonio. ¡La buena noticia es que la obediencia de hoy produce buenos frutos en el futuro! Créele a Dios, Él planificó tu futuro de antemano. Solo Dios es bueno y sabio para darte lo mejor en el momento justo. No te desesperes, espera en Él.