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Hace un tiempo compartí con personas a quienes les he dado consejería algunas cosas que he escrito sobre cómo Dios usa el estrés en nuestras vidas. Fue oportuno para mí en ese momento y ahora, porque estoy en un momento de estrés, ¡y de hecho Dios lo está usando para mi bien!

1) Dios usa el estrés para llamar nuestra atención. Dios creó nuestros cuerpos. Los diseñó para enviarnos mensajes. Si meto la mano en el fuego, mi cuerpo me enviará un mensaje, rápido y claro. Si lo ignoro, llevaré las consecuencias.

C. S. Lewis dijo que “el dolor es el megáfono de Dios”. Algunos de nosotros tenemos problemas de oído. Ignoramos las señales de advertencia físicas, mentales, y espirituales. Somos como la mula terca que el granjero tiene que golpear en la cabeza para llamarle la atención. Dios quiere que nuestros oídos estén en sintonía con los mensajes que nos envía a través de nuestras mentes y cuerpos.

2) Dios usa el estrés para ayudarnos a redefinir o redescubrir nuestras prioridades. Cuando abandonamos nuestras prioridades dadas por Dios, nos estamos preparando para aprender una dura lección. En esencia, hacemos lo que hicieron los israelitas: vivían en casas de lujo mientras que la casa de Dios estaba en ruinas (Hag. 1:4). En respuesta, Dios envió como mensajeros la falta de cumplimiento, la desilusión, y el fracaso. Les retuvo su bendición hasta que el pueblo redescubrió sus prioridades:

“Ahora pues, así dice el SEÑOR de los ejércitos: ‘¡Consideren bien sus caminos! Siembran mucho, pero recogen poco; comen, pero no hay suficiente para que se sacien; beben, pero no hay suficiente para que se embriaguen; se visten, pero nadie se calienta; y el que recibe salario, recibe salario en bolsa rota’. Así dice el SEÑOR de los ejércitos: ‘¡Consideren bien sus caminos! Suban al monte, traigan madera y reedifiquen el templo, para que me agrade de él y Yo sea glorificado’, dice el SEÑOR. ‘Esperan mucho, pero hay poco; y lo que traen a casa, Yo lo aviento. ¿Por qué?”, declara el SEÑOR de los ejércitos. “Por causa de Mi casa que está desolada, mientras cada uno de ustedes corre a su casa. Por tanto, por causa de ustedes, los cielos han retenido su rocío y la tierra ha retenido su fruto. Llamé a la sequía sobre la tierra, sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino nuevo, sobre el aceite, sobre lo que produce la tierra, sobre los hombres, sobre el ganado y sobre todo el trabajo de sus manos’”, Hageo 1:5-11.

El pueblo de Dios es dos veces amonestado: “¡Consideren bien sus caminos!”. El estrés debería llevarnos de vuelta a lo básico. Es una oportunidad para reevaluar nuestras prioridades y alinearlas con las de Dios.

3) Dios usa el estrés para atraernos a Sí mismo. Una y otra vez se decía del pueblo de Israel: “Pero en su angustia se volvieron al SEÑOR, Dios de Israel, y Lo buscaron, y Él se dejó encontrar por ellos” (2 Cr. 15:4). Fue en la hora más oscura de Jonás, en sus circunstancias más estresantes, que dijo: “En mi angustia clamé al Señor, y Él me respondió” (Jon. 2:2). Los Salmos están llenos de referencias de volverse a Dios, buscarlo, y encontrarlo en momentos de intenso estrés.

Cuando nos sentimos cómodos y sin estrés, con demasiada frecuencia nos alejamos del Señor.

“En mi angustia invoqué al SEÑOR, y clamé a mi Dios; desde Su templo oyó mi voz, y mi clamor delante de Él llegó a Sus oídos”, Salmo 18:6.

“En la angustia llamaste, y Yo te rescaté; te respondí en el escondite del trueno; en las aguas de Meriba te probé”, Salmo 81:7.

“En mi angustia clamé al SEÑOR, y Él me respondió”, Salmo 120:1.

Cuando nos sentimos cómodos y sin estrés, con demasiada frecuencia nos alejamos del Señor y seguimos nuestros propios caminos de independencia espiritual y aislamiento. Engreídos y satisfechos de nosotros mismos, nos olvidamos de qué se trata realmente la vida. Pero así como los sedientos buscan agua, aquellos bajo estrés a menudo buscan a Dios. Muchos no creyentes han venido a Cristo y muchos creyentes han regresado a Él en momentos de estrés.

4) Dios usa el estrés para disciplinarnos. Citando las palabras de Salomón a su hijo, el escritor de Hebreos ofrece una palabra de aliento:

“’Hijo mío, no tengas en poco la disciplina del Señor, ni te desanimes al ser reprendido por Él. Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo’. Es para su corrección que sufren. Dios los trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline?”, Hebreos 12:5-7.

La palabra hijo, por supuesto, es un término general para un niño, y se aplica igualmente a las hijas. Para algunos de nosotros, esto no suena alentador. Pero no nos damos cuenta de lo esencial que es la disciplina. Las Escrituras dicen que retener la disciplina de un niño es, en esencia, abuso infantil: “El que evita la vara odia a su hijo, pero el que lo ama lo disciplina con diligencia” (Pr. 13:24).

La disciplina es correctiva. Es correctiva, no vengativa. Dios envía tensiones no para vengarse de nosotros por hacer algo malo, sino para profundizar nuestra dependencia de Él y para que hagamos lo correcto. Aunque la experiencia del estrés puede parecerte insoportable, en última instancia es para bien:

“Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza. Sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, después les da fruto apacible de justicia”, Hebreos 12:11.

5) Dios usa el estrés para fortalecer nuestra fe. 1 Pedro 1:7 dice: “para que la prueba de la fe de ustedes, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo”.

El estrés es una prueba a nuestra fe. Sin eso, nuestra fe no crecerá; no puede crecer.

Los músculos crecen de una forma: a través del estrés. Un músculo que rara vez se ejercita, se atrofia y se hace inútil. Un músculo que rara vez se estira se quedará igual. No puede crecer. Para crecer, un músculo debe pasar por dolor. Se le debe imponer una prueba inusual. El estrés es una prueba a nuestra fe. Sin eso, nuestra fe no crecerá; no puede crecer.

¿Alguna vez has visto hierba que crece en el asfalto? Es asombroso, si lo piensas. ¿Cómo crece la hierba, prensada y sin luz? Sin embargo, sucede. De alguna manera, Dios hizo que esas pequeñas briznas de hierba crezcan ante un desafío grande. Nanci y yo hemos visto a muchas personas persistir contra viento y marea.

En medio del estrés, a medida que recurrimos a Cristo, Él nos da fe y fuerza para romper y salir sobre la capa de asfalto. Esa superficie dura deja enterrados por siempre a algunos, pero para otros es el punto definitivo, el cual les permite abrirse paso y prosperar, por la gracia de Dios.


Publicado originalmente en EMP. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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