¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Los cristianos creemos que Dios nos escucha y responde a nuestras oraciones conforme a su bondad y soberanía. En la oración podemos abrir nuestro ser delante del Dios que lo sabe todo sobre nosotros. Él siempre desea lo mejor para sus hijos, y por eso en las Escrituras aprendemos que hay oraciones que Dios contesta y otras que no, porque Él nos ama.

Existen otras razones por las cuales Dios no responde algunas de nuestras peticiones. Andrew Murray —haciendo eco de Santiago 4:3— lo expresó así: “si pedimos y no recibimos, es porque no hemos aprendido a orar”.[1] Pablo afirmó que el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra incapacidad de orar y que Cristo intercede a nuestro favor (Ro. 8:26; 1 Jn. 2:1), pero debemos entender que existen actitudes erróneas de nuestra parte que son de tropiezo para que Dios responda a nuestras peticiones.

1) Dios no responde cuando oramos con propósitos egoístas

En nuestra naturaleza humana es muy común pensar que sabemos lo que necesitamos. Pero la realidad es que nuestras oraciones son incorrectas cuando tienen como objetivo una gratificación egoísta: “Piden y no reciben, porque piden con malos propósitos, para gastarlo en sus placeres” (Stg. 4:3).

Al igual que Cristo, debemos pedir que la voluntad del Padre se cumpla en nosotros sin ninguna resistencia de nuestra parte

Podríamos evaluar nuestras intenciones al orar y encontrar que en ocasiones atesoramos donde la “polilla y la herrumbre destruyen” (Mt. 6:19-21). Santiago señala que Dios no responde a la oración impulsada por una actitud egocéntrica del corazón.

2) Dios no responde cuando oramos fuera de Su voluntad

“Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. Esta frase forma parte del Padrenuestro. Al igual que Cristo, debemos pedir que la voluntad del Padre se cumpla en nosotros sin ninguna resistencia de nuestra parte. Cerca de morir, Jesús oró en el Getsemaní: “… que no sea como yo quiero, sino como tú quieras” (Mt. 26:39).

Nuestro Padre lo sabe todo y sus “caminos y pensamientos” son más altos que los nuestros (Is. 55:9). Entonces, la oración bíblica está centrada en quién es Dios y en su perfecto plan para nosotros. La voluntad de Dios es buena, aceptable, y perfecta (Ro. 12:2). Por eso podemos descansar en que Él sabe lo que es mejor para nosotros.

3) Dios no responde cuando oramos por peticiones erróneas

Nadie está exento de las dificultades en la vida de fe. Pero en ocasiones, estamos tan enfocados en resolver los problemas que hacemos de esto una meta en nuestras oraciones. Cuando insistimos en resolver nuestros problemas y hacemos de eso la meta principal en nuestras oraciones, revelamos nuestro deseo de controlarlo todo. Son esos momentos cuando queremos una solución a los problemas, pero no pedimos sabiduría para encontrar lo que Dios desea que aprendamos (Stg. 1:2-5).

Cuando oramos y no se nos concede lo que pedimos, podemos tener la certeza que Dios siempre desea lo mejor para nosotros

Por el contrario, cuando descansamos en la sabiduría de nuestro Padre, renunciamos a nuestra autosuficiencia mientras aprendemos a confiar en la guía de Dios para dirigir nuestros pasos. Dios no ha prometido resolver todas nuestras dificultades en este lado de la gloria, pero Él prometió estar con nosotros para siempre (Mt. 28:20; Jn. 14:16). Por eso Él puede proveernos su gracia, paz, y sabiduría para sobrellevar las dificultades.

4) Dios no responde cuando oramos con arrogancia

En 1 Pedro 3:7 leemos que los maridos deben convivir “de manera comprensiva con sus mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor por ser heredera como ustedes de la gracia de la vida, para que sus oraciones no sean estorbadas”.

Este pasaje, con aplicación a todos los creyentes, es una invitación a cultivar un espíritu humilde. Pedro nos motiva a mostrarnos compasivos, amorosos, y misericordiosos, mientras nos recuerda que no hay compatibilidad entre el orgullo y las oraciones atendidas por Dios (1 P. 3:12). Algo que también el salmista tenía claro: “Porque el Señor es excelso, y atiende al humilde, pero al altivo conoce de lejos” (Sal. 138:6).

Sobre esto, Alec Motyer nos recuerda que “nuestras oraciones están manchadas constantemente por el corazón centrado en sí mismo, de manera que debemos limpiar nuestros corazones o detener nuestras oraciones”.[2] Ante este pecado, los creyentes tenemos la confianza que Dios nos perdona y atiende nuestras oraciones cuando confesamos nuestro pecado de orgullo (1 Jn. 1:9).

La oración es acerca del carácter de Dios

Orar a Dios no es como tirar una moneda al fondo de una fuente esperando recibir lo que pedimos. Cuando oramos nos acercamos al Padre Celestial que nos ama. Él desea lo mejor para sus hijos, por eso cumple su perfecta voluntad en nosotros.

Es verdad, a veces la espera por una respuesta no es fácil, pero conocer el carácter de Dios nos provee paz. La oración no es acerca de nuestra capacidad, sino acerca del carácter bondadoso de Dios. Por lo tanto, esta verdad transforma nuestras oraciones: los creyentes no debemos orar con una mala actitud y por peticiones que estén fuera de la voluntad de Dios. Esa voluntad de Dios que es buena, aceptable, perfecta y que nos conduce a la santificación (1 Tes. 4:3).

Entonces, cuando oramos y no recibimos lo que pedimos, podemos tener la certeza que Dios siempre desea lo mejor para nosotros. Mientras tanto, seguimos esperando y confiando en que Dios responderá a su tiempo y perfeccionará Su voluntad en nosotros (Col. 4:2).


[1] Murray, A. (2018). With Christ in the School of Prayer. Abbotsford, WI: Life Sentence Publishing, Inc.
[2] Motyer, A. J. (1985). The Message of James. Downers Grove, IL: Intervarsity Press.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando