Dios desea que sus hijos oren. Nos da mandatos como “oren sin cesar” (1 Ts. 5:17) y “perseveren en la oración” (Col. 4:2). Nos dice que Él está lejos del malo, pero oye la oración del justo (Pr. 15:29). Nos asegura que nuestras oraciones son eficaces si salen de un corazón justo (Stg. 5:16), y que podemos tener confianza al orar porque Él desea concedernos nuestras peticiones (1 Jn. 5:14-15).
Dios también nos da parámetros para asegurarnos de que nuestras peticiones sean las que Él quiere contestar. Por ejemplo, Él dice que contestará oraciones que son conformes a su voluntad (1 Jn. 5:14), y que no nos escuchará cuando permitimos pecado en nuestras vidas sin estar dispuestos a confesarlo (Is. 59:1-2).
Entonces, ¿cuáles peticiones podemos hacer a Dios con la confianza absoluta de que se conforman a su voluntad y Él las contestará? ¡Su Palabra nos da muchas!
A continuación, quisiera compartir contigo las cinco peticiones personales que han tenido el efecto transformador más grande en mi crecimiento espiritual. Dios quiere responder estas oraciones cuando surgen de un corazón sincero.
Pero antes, dos palabras de precaución: En primer lugar, esto no se trata de obligar a Dios a respondernos. Al contrario, es una proclamación de confianza en el carácter inmutable de un Dios santo que siempre busca su propia gloria y el bien de sus hijos. Él declaró su voluntad para nosotros y promete respondernos si oramos según ella.
En segundo lugar, probablemente te incomodarás con las implicaciones de algunas de estas peticiones. Seguramente Dios no las contestará de la manera que tú más esperas. Pero sí las contestará, y tú quedarás transformado más a la imagen de Cristo.
1) Señor, descubre mi pecado.
“¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos”, Salmo 19:12.
No puedo expresar adecuadamente mis “sentimientos encontrados” cuando considero lo sucedido en mi vida como resultado de pedirle esto al Señor por años. Siento tristeza y repulsión conmigo misma, y al mismo tiempo un anhelo de continuar viendo la respuesta a esta petición.
Conocer mi pecado para poder abandonarlo es una de las mejores cosas que me pueden pasar, y siempre es la voluntad de Dios para mí.
No quiero pensar en las atrocidades que pueden estar por descubrirse en las profundidades de mi corazón pecaminoso. Pero la dulzura de la comunión con mi Salvador por tanto pecado descubierto, confesado, perdonado, y abandonado es casi adictiva. No quiero dejar de experimentarla.
Esta misteriosa combinación de deleite y tristeza, gozo y dolor, es una herramienta poderosa para acercarme más a Cristo. Conocer mi pecado para poder abandonarlo es una de las mejores cosas que me pueden pasar, y siempre es la voluntad de Dios para mí.
2) Señor, humíllame.
“Humillaos delante del Señor”, Santiago. 4:10.
Confieso que me frustro con Dios muchas veces por la forma en que contesta esta petición: un resultado inesperado de pedirle humildad a Dios es que me siento cada vez más orgullosa.
Si no fuera por algunas señales claras en áreas específicas de mi vida, yo pensaría que Dios no está contestando mi oración. Hace un año, yo no podía concebir cuantas áreas de mi vida sufrían los efectos de mi orgullo, y cuántas relaciones interpersonales eran impactadas. Mi lucha con el orgullo me lleva al desánimo en más de una ocasión, pero tengo la seguridad de que Dios desea la humildad para mí.
Dios promete gracia al que se humilla. Él pone a disposición del humilde recursos espirituales provistos por el Espíritu Santo que no están disponible para el soberbio (Stg. 4).
3) Señor, satisfáceme.
“Sácianos por la mañana con Tu misericordia”, Salmo 90:14.
“Pon tu delicia en el Señor”, Salmos 37:4.
Con esta petición rogamos al Señor que Él sea nuestro mayor deleite. Deseamos que Él sea lo más glorioso en nuestras vidas y a la vista de nuestro corazón.
Una implicación de esta petición, aunque no lo expresemos explícitamente, es que pedimos que Dios muestre cuáles son las cosas que reciben más nuestro deleite que Él mismo. En otras palabras, pedimos que Dios tumbe nuestros ídolos y quite las vendas que nos ciegan a la inigualable satisfacción que solo se halla en Él.
Dios desea ser nuestra mayor satisfacción, y Él tiene muchas maneras de contestarnos esta petición. Persevera en ella. El deleite que encontramos en Dios después de perder algo que no podía satisfacernos vale toda la pena.
4) Señor, concédeme ver las maravillas en tu Palabra.
“Abre mis ojos y miraré las maravillas de tu ley”, Salmo 119:18.
No existe ningún objeto en el mundo más importante para nuestra existencia como creyentes que la Palabra de Dios. Le lectura y estudio de la Biblia es la actividad más provechosa que podemos emprender. Y esto resulta vano sin la obra del Espíritu abriendo nuestros ojos espirituales, obrando con la Palabra en nuestra mente y corazón. Dependemos de Dios.
Esta petición me muestra que muchas veces leo y estudio mi Biblia con orgullo. Pedir que Dios abra mis ojos para ver los tesoros en su Palabra implica que soy ciega por naturaleza. Significa que cualquier verdad o enseñanza que recibo de mi estudio personal es un don de Dios y no algo obtenido por mi astucia. Esto me lleva a adorar a Dios más profundamente por medio de la lectura bíblica.
5) Señor, dame sabiduría.
“Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios”, Santiago 1:5.
Dios no te hace sentir más sabio. En cambio, te hace confiar en su provisión. La fe produce sabiduría espiritual verdadera.
Cuando Santiago dice que sus hermanos deben pedir sabiduría si les falta, no creo que haya sido un “solo por si acaso”. Les acaba de decir que deben tener “sumo gozo” en medio de las pruebas (v. 2). Él explica que esas pruebas son parte de un proceso de crecimiento espiritual difícil que requiere paciencia, pero que nos lleva a la madurez. ¡Esto requiere mucha sabiduría! No es un proceso que los seres humanos finitos y pecaminosos podamos entender.
Necesitamos sabiduría para lo más básico de la vida cristiana: el crecimiento diario. El corazón que reconoce su falta de sabiduría, y que ella jamás se producirá desde nuestro interior, se la pedirá a Dios en humildad y la recibirá.
Por experiencia personal, Dios no te hace sentir más sabio. En cambio, te hace confiar en su provisión. La fe produce sabiduría espiritual verdadera.
Los ojos en el lugar correcto
Orar de esta manera no es cómodo. El efecto de pedir estas cosas es que, cuando miras hacia dentro de ti, te gustará menos y menos lo que ves. Pero tu vista será más y más dirigida hacia Aquel que merece toda tu atención. Te reto a orar estas cinco peticiones desde un corazón sincero todos los días. Serás transformado por la increíble obra del Espíritu Santo.