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Vivimos en una época de entretenimiento digital excesivo. En su libro, Espiritual y conectado, Josué Barrios explica los peligros de vivir en una sociedad hiperconectada y nos anima a tener vidas espiritualmente vibrantes a pesar de esas presiones. El punto es claro: el entretenimiento está al alcance de nuestros dedos y necesitamos ser sabios al respecto.

Los niños y jóvenes de Latinoamérica enfrentan una cantidad peligrosa de «radiación digital». Viven en un mundo altamente ruidoso, con industrias del entretenimiento compitiendo por su atención, tiempo y dinero. La llamada «Generación Z» sufre de obesidad digital, desnutrición espiritual y exceso de contenido mundano, carnal y hasta satánico. 

Ha llegado la hora de luchar por las almas de nuestras siguientes generaciones. Latinoamérica necesita a Cristo. Sin embargo, la batalla que propongo no tiene que ver con marchas, protestas ni cancelaciones en contra del mundo y sus tentaciones.

Hoy más que nunca, la batalla por los corazones de nuestros jóvenes y niños se pelea en el hogar. Aunque nada puede reemplazar a la iglesia local, mi propuesta es que no vayas a la iglesia solamente; lleva en lo posible a la iglesia contigo. Me refiero a tener tiempos de adoración familiar a Dios en el hogar. Aquí te doy tres consejos para lograrlo. 

1. Entiende el propósito 

No importa cómo lo llames, devoción, culto o altar familiar, lo importante es que entiendas para qué es. El propósito del culto familiar es brindar instrucción espiritual a la familia. «Hijo mío, si recibes mis palabras y atesoras mis mandamientos dentro de ti, da oído a la sabiduría, inclina tu corazón al entendimiento» (Pr 2:1-2). 

No importa si tu esposo no es creyente o si tu esposa sabe más de la Biblia que tú. Los padres tenemos la responsabilidad crucial de impartir sabiduría a las siguientes generaciones. De hecho, tu trabajo no ha terminado si tienes nietos, solo ha cambiado de etapa.

El hogar debe ser el lugar donde nuestros hijos vean la prioridad del evangelio; lo perciban, lo admiren y lo aprendan

Recuerda que la iglesia no es un lugar al que asistimos los domingos, sino el conjunto de creyentes llamados por Dios. La iglesia es como un organismo vivo que se mueve a lo largo de las calles de México, Perú, Argentina y por todo el mundo. La iglesia se reúne los domingos corporalmente, pero continúa en las casas de los hijos de Dios por el resto de la semana.

Por eso es importante que seamos intencionales en dar dirección a nuestros hijos, nietos y sobrinos en el entorno familiar. Como Jesús dijo: «Busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas» (Mt 6:33). El hogar debe ser el lugar donde nuestros hijos vean la prioridad del evangelio; lo perciban, lo admiren y lo aprendan.

2. Practica lo que ves

Podría compartir decenas de consejos prácticos sobre cómo hacer el culto familiar, pero lo cierto es que no es una receta de cocina; no puede ser creado de forma artificial. Cada familia tiene sus propios horarios, disciplinas y contextos. 

Un buen lugar para comenzar es imitar algunas cosas que ves los domingos porque ellas ayudarán a cultivar la comunión y la dependencia de la iglesia local. Comparte un texto de la Biblia como tu pastor lo hace. Canta algunas canciones de las que acostumbran cantar los domingos. Haz del tiempo familiar un tiempo espiritual. Tómense de las manos, oren de rodillas o simplemente oren en silencio por algunos minutos. Hablen del sermón del domingo pasado o lean el texto bíblico que se expondrá en el sermón del próximo fin de semana (en caso de que sepan cuál será).

Permite que todos hablen y participen en alguna medida. Si nadie de tu familia quiere hacerlo, sé sabio para provocar el diálogo. Prepara preguntas que estimulen la conversación e intenta ser ameno y dinámico con tus hijos. Con estos consejos sencillos no busco ser prescriptivo, sino descriptivo. No quiero decirte cómo hacer el culto familiar, sino animarte a que lo hagas.

Es posible que realizar el altar familiar sea una cuestión de prueba y error, ¡pero por ninguna razón te rindas! Solo necesitas una excusa para dejar de hacerlo, pero ninguna excusa será suficientemente buena. Explícale a tu familia que será una prioridad para el hogar. Apártalo en la agenda, tenlo en mente y prepara el espacio de la casa donde tendrá lugar. 

Con respecto a la frecuencia, dependerá mucho de las edades y responsabilidades de los integrantes de la familia, pero hacerlo por lo menos una vez a la semana ya será de gran beneficio. Empieza por ahí, solo no te demores más.

3. Entrena a los tuyos  

Los médicos no se gradúan sin un entrenamiento apropiado. Lo mismo con los arquitectos, ingenieros o chefs. Entonces, ¿por qué enviaríamos a nuestros hijos al mundo sin un entrenamiento apropiado? 

Pensamos que toda nuestra labor como padres es brindarles educación, alimentos o sustento. Son tareas buenas y necesarias, pero no es nuestra única labor. Nuestra verdadera vocación es llevarlos a Jesús: «Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a Mí…» (Mt 19:14).

La guerra espiritual no se pierde en el frente de batalla; se pierde en los hogares que no vieron la guerra venir

Hay una necesidad urgente de permitir que los niños se acerquen a Cristo. El llamado no ha cambiado en pleno siglo XXI. ¿Por qué permitimos que Netflix, la escuela, el karate o cualquier otra cosa le quiten el primer lugar a Jesús? ¿Cómo pensamos que nuestros hijos estarán preparados para salir al mundo si no los alimentamos con el evangelio? 

Los padres solemos enfocarnos en reglas, normas y estándares para nuestros hijos: no los dejamos salir a fiestas, escuchar cierta música o tener ciertos amigos. Pero las prohibiciones no serán suficientes para prepararlos para el mundo fuera del ámbito cristiano, un mundo que atrapa al débil con guerras espirituales (Ef 6) y que no tendrá reparos en tentar al más falto de preparación. 

¿Tus hijos están preparados para enfrentar al mundo real? El culto familiar es el espacio para prepararlos, para ayudarles a crecer, para instruirlos y dirigirlos hacia Cristo. Provee el entrenamiento espiritual que tanto necesitan. La guerra espiritual no se pierde en el frente de batalla; se pierde en los hogares que no vieron la guerra venir. Nada podrá reemplazar la centralidad de la iglesia local, pero no te conformes solo con los domingos. Lleva la iglesia contigo a través del culto familiar.

No es demasiado tarde para comenzar. No importa tu estado civil, si tu cónyuge no es creyente o si tus hijos son adolescentes; empieza hoy. Ama a Cristo y muéstrales a tu Rey. Haz eso todos los días. Dios se encargará del resto.

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