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“¿Obedecer? ¿Qué significa eso?”. El chico al que yo estaba enseñando me miró confundido.

Le acababa de decir que debía hacer los deberes para obedecer a su padre, hasta que me di cuenta de que estaba usando una palabra extraña. Estaba perplejo. ¿Cómo había pasado este chico siete años sin escuchar la palabra “obedecer”?

En realidad tiene sentido. Muchos hogares no cristianos, incluido el suyo, omiten esta palabra de su vocabulario. Incluso podrían rechazarla por completo. La obediencia trae un peso, después de todo. Está vinculada a las reglas, a las consecuencias y, lo peor de todo, a la autoridad.

La palabra “obedecer” está fuera de lugar en nuestra sociedad de “no me digas qué hacer”.

Pero los cristianos deberían tener una reacción diferente a la palabra. Para nosotros, la obediencia significa bendición, no carga. Y la máxima autoridad que fue nuestro Juez ahora es nuestro Salvador.

La obediencia nos atrae a todas las bendiciones de ser parte de la familia del pacto de Dios. Pero la obediencia va en contra de nuestra naturaleza de pecado, así que tenemos que enseñar a nuestros hijos cómo encontrar el gozo en ella.

Aquí hay tres maneras de ayudar a sus hijos a conectar la obediencia con el gozo:

1. Diles por qué

“Porque yo digo” es razón suficiente para obedecer a Dios. Sin embargo, en el amor paternal Él nos deja entrar en su gran plan de obediencia. En su Palabra, Él nos muestra por qué debemos obedecer. Y Él nos dice que hagamos lo mismo por nuestros hijos.

Cuando los hijos israelitas preguntaron a sus padres: “¿Para qué sirven estas piedras?”, Dios les dijo a los padres que explicaran todo lo que había hecho por ellos en el desierto (Josué 4).  La obediencia y la enseñanza deben ir de la mano.

Esto no significa que la obediencia esté sujeta a negociación. “Obedece primero, pregunta después”, decimos con razón a nuestros hijos. Ellos deben obedecer ya sea que entiendan o no. Pero es nuestro trabajo ayudar a construir esa comprensión, imitando el hermoso amor del pacto que Dios tiene para su pueblo.

Pienso en ocasiones en las que he desobedecido a Dios y Él ha revelado amorosamente cómo la obediencia es para mi protección. Los niños naturalmente verán la obediencia como un aguafiestas a menos que destaquemos los beneficios. Cuando construimos la comprensión, construimos confianza. Y la confianza hace que la obediencia sea un gozo.

2. Habla con cuidado

¿Cuándo fue la última vez que tu hijo se acercó a ti y te dijo: “Mami, ¿podrías por favor sermonearme otra vez? ¡Me encanta!”.

No recientemente, supongo. Demasiadas palabras pueden ser una carga para nuestros hijos.

Una vez, una amiga me dijo que intentaba dar instrucciones en cinco palabras o menos. Su propósito era doble: enseñarles a sus hijos a escuchar bien la primera vez, y evitar que ella diera un sermón o se desahogara.

Me gusta tomar mis “cinco palabras o menos” y ponerlas físicamente en las manos de mis hijos. Mantengo mi mano cerrada, miro a mi hijo de 4 años a los ojos y digo: “Te daré tu trabajo especial para el día. ¿Estás listo?” Sus ojos brillan, extiende su mano y le digo: “Sé rápido en escuchar”.

Abro mi mano y cierro su mano alrededor del paquete imaginario de palabras. Él se ríe y mantiene su puño cerrado. Pregunto qué hay en su mano, y él me lo repite. Nos tomamos un minuto para hablar sobre lo que significa la frase.

Durante el día, mientras trabajo en esa habilidad específica con él, le pregunto qué tiene en la mano, y él recuerda. Si mis palabras son un regalo, la obediencia es un gozo.

3. Escucha bien

La frustración de uno de mis hijos por la obediencia se redujo cuando creció lo suficiente como para hablar. De repente, cuando habló, tuvo la capacidad de ser escuchado y comprendido.

A veces los niños no usan las palabras correctamente. Se preocupan, se quejan, y se desahogan. Pero en lugar de callarlos, decimos: “Esa no fue una manera respetuosa de preguntar. Por favor, inténtelo de nuevo con una voz respetuosa”.

Los niños deben mostrar cómo utilizar las palabras. Pero solo vale la pena para ellos si saben que alguien está listo para escuchar. Cuando hacen un esfuerzo por usar sus palabras, debemos asegurarnos de que se encuentren escuchando atentamente.

Piensa en la manera amable con la que Dios trata con nosotros. El Salmo 62:8 dice:

“Derrama tu corazón delante de él; Dios es un refugio para nosotros”. Cuando nuestros hijos nos derraman sus corazones, ¿escuchamos? ¿Nos ven como un refugio? El gozo de la obediencia proviene del sentimiento conocido. Cuando escuchamos a nuestros niños, representamos al Dios que nos escucha y conoce. La obediencia fluye del gozo de esa relación profunda y segura.

Cuando hablamos con atención y escuchamos bien, ayudamos a nuestros hijos a conectar los puntos entre la obediencia y el gozo. Les demostramos que la obediencia no se trata de tener reglas por tener reglas; se trata de una relación. Y a medida que forjamos esa relación con ellos en el contexto del gozo y la disciplina, preparamos el terreno para su relación con Dios.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún.
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