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La mejor parte de ver a mi primogénito aprender a leer fue saber que estaba bien encaminado a leer la Biblia por sí mismo. Fue increíble pensar que la Palabra de Dios sería accesible para él.

Pero eso también fue un pensamiento intimidante. ¿Por dónde empezar? Parecía abrumador.

Como padres, es tentador retener la Biblia porque creemos que es demasiado, muy pesada y nuestros hijos no pueden entenderla. Se siente como poner botas de montaña para adultos en un niño que acaba de aprender a caminar. Mejor sigamos con libros ilustrados sobre el arca de Noé y el pez de Jonás.

Pero la Biblia es para niños también. Jesús mismo dijo: “Dejen que los niños vengan a mí y no los estorben, porque a éstos pertenece el reino de los cielos” (Mateo 19:14). No tenemos que contenernos. Pero nuestros hijos necesitan guianza y dirección. Esta es la razón por la cual Dios instruye a los padres a enseñar la ley de Dios “cuando estás sentado en tu casa, y cuando caminas por el camino, cuando te acuestas y cuando te levantas” (Deuteronomio 11:19).

En el libro His Word Alone, Summer Lacy escribe: “El mayor error que puedes cometer con respecto al estudio de la Biblia es comenzar con la suposición de que no puedes entenderla”. En lugar de asumir que nuestros hijos no lo captarán, ¿cómo podemos equiparlos intencionalmente para su comprensión?

Cuando les entregamos a nuestros hijos una Biblia, hay dos verdades fundamentales que se les dan junto con ella.

1. La Biblia no es sobre ti.

Puede sorprender a los niños que aprendan que la Biblia es para ellos, pero no principalmente sobre ellos. Nacidos egocéntricos, naturalmente leemos la Biblia a través del lente de nosotros mismos. “¿Qué dice esto sobre ? ¿Qué se supone que debo hacer (o no hacer) en este momento? Esas no son malas preguntas, pero pierden el punto principal. Saltan directamente a la aplicación personal sin ninguna base. ¿Quién es este Dios que debemos obedecer? ¿Por qué deberíamos obedecerlo? Como padres, nuestro trabajo es llevar a nuestros hijos lejos de ellos mismos a la verdadera estrella del espectáculo.

Me encanta cómo Bryan Chapell explica este punto en su introducción a The Gospel Transformation Bible:

Jesús es el principal y la figura culminante en esta etapa. El escenario está listo para Él; todo lo que sucede en el escenario se relaciona con Él; y no comprendemos completamente nada en el escenario hasta que hayamos identificado su relación con Él.

Si queremos que nuestros hijos comprendan las Escrituras, debemos ayudarlos a ver a Cristo completamente en ella. Es como darles un anillo decodificador. La aplicación práctica de repente tiene un significado. El yo se coloca en su lugar apropiado, y la obediencia tiene una verdadera y duradera motivación. 

2. La Biblia cuenta una historia.

Los niños no suelen pensar “en grande”, por lo que naturalmente leen la Biblia como lecciones morales aisladas. En su excelente libro The Biggest Story, Kevin DeYoung escribe: “Nuestros hijos pueden conocer muchas historias bíblicas sin siquiera comprender la historia más grande que tiene sentido para todos los demás”. Esa “historia más grande” es el evangelio. El evangelio no es solo una de muchas historias en la Biblia; es la mayor historia de la Biblia. Nuestra misión, entonces, es ayudar a nuestros niños a entender cada historia individual dentro del contexto de la historia final.

Pero, ¿cómo hacemos eso? Obviamente, el nombre “Jesús” no está en cada página. Aún así, como dice Sally Lloyd-Jones, “cada historia susurra su nombre”. O como Chapell continúa diciendo: “Nuestro objetivo como lectores de la Biblia que interpretan que Cristo tiene la intención no es intentar hacer que Jesús aparezca mágicamente en cada texto, sino mostrar dónde se encuentra cada texto en esta etapa redentora”.

Ningún pasaje está solo. Cada uno tiene un contexto dentro de la historia del evangelio, ya sea prediciendo a Cristo, preparándose para Cristo, reflexionando sobre Cristo o resultando de Cristo (Gospel Transformation Bible). Si nuestros hijos ya saben qué, o en este caso, a quién buscar, la Biblia se vuelve más fácil de comprender al instante.

Tres preguntas

Aquí hay tres preguntas para ayudar a los niños en su lectura Bíblica, a cambiar los lentes centrados en sí mismos por lentes centrados en el evangelio.

  1. ¿Qué me enseña este pasaje acerca de Dios?
  2. ¿Qué me enseña este pasaje acerca de los seres humanos (o de mí mismo)?
  3. ¿Qué me enseña este pasaje acerca de la necesidad y la venida de un Salvador?

A menudo, las dos primeras preguntas responden a la tercera. ¿Por qué no sentarse con sus hijos y probar este enfoque juntos? Elija un pasaje de las Escrituras y haga estas tres preguntas.

¿Qué hay de la aplicación? Esta vendrá… Pero comienza por sentar las bases. Una vez que tus hijos desarrollen el hábito de ver las respuestas a estas tres preguntas, podrán preguntar: “¿Qué quiere Dios que haga?”. Solo podemos aplicar la Biblia correctamente a nuestras vidas cuando el evangelio es la fuerza que impulsa.

Entonces, demos a nuestros niños las herramientas que necesitan para que no solo estén informados por la Palabra de Dios, sino que se transformen de adentro hacia afuera.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún.
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