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¿Cómo distinguir el límite entre estar obedeciendo un mandato bíblico y una regla legalista?

Hace días recibí un correo que me hizo reflexionar sobre cómo aplicamos los mandamientos de la Biblia a nuestra vida cotidiana.

El correo era de una «escuela cooperativa», es decir, un grupo que ofrece cursos durante el año para estudiantes que hacen escuela en casa. Se trataba de una invitación para que mis hijos participaran de un evento de cierre del año. La invitación incluía las siguientes normas de vestimenta:

Caballeros: Se requiere saco y corbata; se prefiere el uso de traje. Los esmoquin son bienvenidos pero no obligatorios.

Damas: Por favor, elijan un vestido modesto. Tomen en cuenta lo siguiente:

    • El vestido puede ser largo o corto; si es corto, una parte opaca del vestido debe llegar hasta la rodilla.
    • El escote y la espalda no deben ser pronunciados, y cualquier abertura no debe ser demasiado reveladora.
    • Si se elige un vestido sin tirantes, se deben añadir tirantes (esto no solo es por modestia, sino también por la comodidad de quien lo lleva).
    • Los brillos son encantadores, pero no se permite el uso de glitter. Deben asegurarse de que nada se desprenda del vestido, y no se permite glitter en el cuerpo ni en el cabello.

¿Estos pedidos son razonables y con sustento bíblico, o solo son reglas legalistas?

Necesitamos que la Palabra de Dios, aplicada a nuestra realidad presente, nos oriente para responder ante esta interrogante y nos ayude a discernir qué tipo de normas acatar. No queremos ser desobedientes a la Biblia y caer en el libertinaje, pero tampoco queremos ser esclavos del legalismo.

Estas son tres pautas que pueden ayudarnos a discernir cómo debemos vestirnos y ponderar las reglas que estamos dispuestos a aceptar:

1. Mandato bíblico o libertad cristiana

Lo primero que debemos considerar al encontrarnos con una regla de vestimenta es si estamos frente a un mandato bíblico o un asunto de libertad de conciencia.

Por «mandato bíblico» me refiero no solo a una instrucción explícita, sino también a la que se puede deducir de manera legítima de un principio de la Escritura. La diferencia con los temas de libertad cristiana es que, en estas últimas cuestiones, los creyentes pueden llegar a distintas convicciones sobre cómo actuar, sin estar violando un mandamiento.

La realidad de que aún batallamos contra la carne no es excusa para decir que hay áreas de nuestra vida en las que no obedeceremos

En la Biblia, podemos ver que los primeros cristianos tenían diferentes convicciones, por ejemplo, sobre qué tipo de alimentos ingerir o no (Ro 14:2-3; 1 Co 8:8-10; 10:27-33). Se enseña que esa era una cuestión de libertad cristiana, por lo que aunque algunos quieren comer ciertos alimentos y otros eligen abstenerse, ninguno está pecando por el simple hecho de su elección.

Pero ¿qué sucede con respecto a la vestimenta? La modestia es un mandato explícito para el cristiano (1 Ti 2:9), como también el llamado a evitar la sensualidad (Gá 5:19-21). Sin embargo, el tipo específico de ropa que se debe usar para obedecer estos mandamientos puede variar para cada creyente.

Entonces, ¿cómo aplicamos hoy el mandamiento bíblico de vestirnos con modestia y evitar la sensualidad? Esta nos conduce a una segunda pauta.

2. La aplicación de preferencia

Es importante enfatizar que si hay un fundamento bíblico válido detrás de una regla, debemos hacer caso a la Palabra de Dios, pues buscamos vivir de acuerdo con ella. La realidad de que aún batallamos contra la carne no es excusa para decir que hay áreas de nuestra vida en las que no obedeceremos. Hacer esto sería como escoger solo los mandamientos que nos resultan fáciles, ignorando los «difíciles» bajo el argumento de que «todavía soy un pecador» o «todavía soy un cristiano inmaduro». Si el pedido es bíblico, debemos implementarlo. Como la modestia es bíblica, debemos implementarla. La Biblia nos llama a evitar la sensualidad fuera del matrimonio, así que debemos acatar su llamado.

Sin embargo, también debemos reconocer que no necesariamente todos seguiremos un mandato de la misma forma. Cada creyente puede tener sus propias convicciones y derivar diferentes aplicaciones de acuerdo con la fortaleza de su fe, sus preferencias, su personalidad y su cultura, entre otros aspectos (cp. Ro 14:22-23). Debemos ser sabios para distinguir el mandato o principio bíblico, de la aplicación según la preferencia de cada creyente. ¿De qué maneras practicas tú la modestia y evitas la sensualidad?

Aún así, debo señalar un último aspecto, lo que me hace volver al correo que mencioné al principio, el cual era una invitación para un evento privado, organizado por una institución educativa.

3. Las normas grupales e institucionales

No solo debemos evaluar si una regla tiene fundamento bíblico y cuáles son las aplicaciones de preferencia de cada uno, sino que también debemos considerar las normas familiares, grupales o institucionales que nos rodean.

Cuando uno decide participar en el evento de una institución, cualquiera sea el tipo, debe comprender que ella puede demandar normas de conductas para sus actividades. No debemos acusar de legalismo al derecho que toda institución tiene de establecer límites y reglas internas. En este caso, la escuela cooperativa invitaba a un evento de fin de año y compartió su código de vestimenta. Cada familia decide si participar o no.

También puede suceder que una iglesia, por ejemplo, quiera establecer ciertas expectativas de comportamiento o modos de realizar sus actividades y ministerios. Esto no sería necesariamente un acto legalista, siempre que dichas expectativas tengan un fundamento bíblico y den la opción a los miembros de ejercer la libertad cristiana. Es decir, si alguien no está de acuerdo con algún aspecto es libre para no participar.

Aplicando el evangelio a la vida

El cristiano que quiera aplicar el evangelio a las situaciones cotidianas, deberá esforzarse por no caer en los extremos del legalismo y el libertinaje con respecto a la obediencia de los mandatos bíblicos.

Por una parte, uno de los peligros del legalismo es que, en el afán de evitar la desobediencia, se elevan opiniones personales al nivel de mandamientos bíblicos. Por otro lado, pensar que no necesitamos obedecer ningún mandamiento porque estamos «bajo la gracia» tampoco es fiel a la Escritura. Aunque es cierto que obedecer la ley no nos salva, ella sigue siendo una expresión de la santidad de Dios y un instrumento para nuestra santificación. La gracia que nos salva también nos capacita para vivir en obediencia (Tit 2:11-12).

Pensar que no necesitamos obedecer ningún mandamiento porque estamos «bajo la gracia» no es fiel a la Escritura

Lo que necesitamos es meditar en el evangelio: la buena noticia de que Cristo pagó por nuestros pecados y nos reconcilió con Dios. ¿Cómo esto transforma la manera en que vivimos? ¿Cómo lo aplicamos a las circunstancias específicas de la vida? En el caso de la vestimenta, la modestia nos ayuda a glorificar a Dios con nuestra ropa y nuestros cuerpos. Es un mandamiento que cada cristiano debe obedecer, aunque las formas de aplicarlo serán diferentes según sus preferencias personales y de acuerdo al lugar donde se encuentre.

Debemos esforzarnos por ser obedientes a Dios, sometiéndonos a Su Palabra en plena libertad. Por lo tanto, no debe ser gravoso seguir Sus mandatos, sino que observarlos debe producir un gozo que nace del amor (1 Jn 5:3). No obedecemos para ganar Su favor, sino porque ya hemos sido amados y comprados por Su sangre.

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