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Frédéric Bourdin fue apodado por la prensa como «El camaleón», pues desde joven robaba las identidades de otras personas. En 1997 tomó la de Nicholas Barclay, un joven estadounidense que llevaba tres años desaparecido.

Aunque Bourdin era adulto y hablaba con acento francés, logró convencer a las autoridades y a la familia de que era el joven perdido. Se cuenta que, al principio, todos creyeron que era el verdadero Nicholas. Llevaba la ropa adecuada, copiaba los gestos e incluso inventó algunas historias para explicar los comportamientos extraños que tenía.

Pero pronto las grietas de una identidad que no era suya comenzaron a aparecer y, cuando las sospechas se asomaron, le hicieron una prueba de ADN que confirmó su verdadera identidad. Frédéric podía aparentar ser ese joven todo lo que quisiera, pero por más que tratara no lo era, no estaba en su ADN, no era su identidad.

Para tener una vida plena en Cristo, necesitamos abrazar lo que Él ya ha dicho que somos

Gracias a Dios, los creyentes tenemos una nueva identidad en Cristo, la cual nos ha sido dada. Por eso no tenemos que tratar de fabricarla, porque está en nuestro ADN espiritual.

Nuestra identidad en Cristo

Los cristianos tenemos una nueva identidad en Cristo, y Él ha asegurado cada aspecto de quiénes somos. Por lo tanto, no hay absolutamente nada que podamos hacer para cambiar esa realidad, ese nuevo ADN espiritual.

Algunas veces el orgullo nos hace «disfrazarnos» de un concepto más alto de nosotros mismos. Otras veces la culpa de nuestros errores nos lleva a subestimar lo maravilloso de nuestra identidad en el Señor. Sin embargo, Dios quiso dejarnos saber en Su Palabra quiénes somos en Él. Esa es nuestra verdadera identidad, independientemente de lo que a veces creamos o sintamos.

Aunque hay muchas características que se pudieran nombrar, estos son cinco aspectos de nuestra identidad en Jesús que siempre debemos tener presentes:

1. Escogidos

Porque Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para Sí mediante Jesucristo, conforme a la buena intención de Su voluntad (Ef 1:4-5).

En Cristo fuimos escogidos cuando no queríamos serlo, cuando estábamos muertos e íbamos camino a la condenación (Ef 2). Dios nos escogió en Cristo, no porque hicimos algo especial, sino por la buena intención de Su voluntad. Entonces, podemos estar seguros de que nuestra identidad no depende de nuestra fuerza de decisión o la perfección de nuestra conducta, sino de la voluntad amorosa e inmutable de Dios.

2. Amados

Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados… (Col 3:12).

Dios no solo nos escogió en Jesús, sino que también nos ama. Amados es lo que somos en el presente, es parte de esa identidad que Dios nos ha dado y que no hay nada que podamos hacer para perderla. Dios nos amó primero (1 Jn 4:19): por causa de Su gran amor, envió a Su Hijo para salvarnos de nuestros pecados (Jn 3:16). El amor de Cristo fue tan grande que entregó Su vida, sabiendo a la perfección todo lo que éramos sin Él.

3. Propiedad Suya

Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios (1 P 2:9).

Dios nos hizo Suyos, escogidos para pertenecerle para siempre. Pero esta posesión es más que una simple propiedad, porque, al fin y al cabo, es cierto que todo pertenece a Él. La expresión transmite la idea de que somos una adquisición especial, somos objetos de un amor único, demostrado en la muerte de Su Hijo (cp. Dt 7:6-7). Dios posee a Su pueblo de manera especial, porque lo redimió: «No temas, porque Yo te he redimido, / Te he llamado por tu nombre; Mío eres tú» (Is 43:1).

4. Hijos

Miren cuán gran amor nos ha otorgado el Padre: que seamos llamados hijos de Dios. Y eso somos (1 Jn 3:1).

Parte esencial de nuestra identidad cristiana es que, por Cristo, somos hijos de Dios. Él nos adoptó y nos hizo Sus hijos y coherederos con Cristo (Ro 8:17).

5. Perdonados

Y cuando ustedes estaban muertos en sus delitos y en la incircuncisión de su carne, Dios les dio vida juntamente con Cristo, habiéndonos perdonado todos los delitos, habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz (Col 2:13-14).

Cada uno de nuestros pecados ha sido perdonado en Jesús. No hay ninguno que nos acuse, ningún pecado puede ser usado en nuestra contra, porque cada uno ha sido cancelado por el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario.

Una identidad que impacta nuestro vivir

Dios es quien nos define: porque nos eligió somos escogidos, porque nos ama somos amados, porque nos adoptó somos Sus hijos, porque nos adquirió somos Suyos, porque pagó por nuestros pecados somos perdonados.

Nuestra identidad como creyentes es lo que somos en Cristo, independientemente de lo que creamos o sintamos

No podemos cambiar lo que somos en Él, pues nos ha dado un nuevo ADN espiritual. Incluso nuestra fe débil no puede afectar nuestra identidad. Sin embargo, para tener una vida plena en Él, necesitamos abrazar lo que Él ha dicho que somos, y así ver nuestra vida y cada circunstancia a través de nuestra nueva identidad. Te doy algunos ejemplos:

  • En medio de la vergüenza, y cuando siento que no pertenezco a ningún grupo, necesito recordar que soy Su posesión.
  • Cuando la culpa se asoma y los pensamientos de condenación llegan, debo recordar que no hay condenación para los escogidos de Dios.
  • Cuando el sufrimiento llega a mi vida, recuerdo que quien gobierna sobre todo me ama.
  • En momentos en los que siento que no soy nadie y no tengo valor, mi nueva identidad me recuerda que Dios me ha hecho Su hijo.
  • Cuando el pecado me envuelve y siento que no hay salida, puedo recordar que en Él tengo perdón.

¡Gloriosa identidad la que tenemos en Jesús! Que Dios nos ayude a apropiarnos de lo que ya somos en Él, del ADN espiritual que nos concedió.

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