×

 

En la iglesia cristiana la frase «el que no sirve, no sirve» se ha vuelto muy común y ha sido usada de manera irresponsable y poco piadosa. La frase descalifica a los hermanos y en ocasiones crea una gran condenación cuando no llenan las expectativas del liderazgo. Este tipo de frases y formas de liderar, contradicen la tarea de «apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre» (Hechos 20:28)

La mentalidad terrenal que predomina hoy en la iglesia ha llevado a muchos ministerios a medir su éxito como lo hace el mundo de los negocios. Mejor dicho, se evalúa su efectividad como lo hacen los restaurantes, los supermercados o las tiendas de ropa. El problema es que la iglesia no es un negocio y los creyentes no son ni clientes ni tampoco empleados de los que disponemos a nuestro antojo.

Esta tendencia muy practicada en muchos círculos cristianos, es la norma aceptada para medir la bendición y la espiritualidad. Desde luego, el versículo que se usa para justificar esta filosofía es «por sus frutos los conoceréis»(Mateo 7:16). Pero eso es un error, porque si consideramos el contexto, en este pasaje Cristo le está hablando a los discípulos acerca de los falsos profetas y enseñándoles que los frutos externos revelarían el verdadero carácter de estos.

Lo peor de todo es qué de la misma manera que un ministerio mide su «producción», el ejercicio también es usado para medir la bendición y la efectividad de un creyente, como si nuestro valor lo determina nuestra productividad.

Entonces cuando caemos en este error, el creyente ya no es una oveja o un discípulo en quien invertimos lo mejor de nuestro tiempo, amor y recursos. Al contrario, bajo esta motivación, el creyente es un agente de crecimiento. Un recurso de multiplicación. Un representante más, de esta «red de mercadeo»que se llama iglesia y que vende un producto llamado Cristo. Entonces las demandas y las exigencias se convierten en la cultura reinante, y para asegurar la efectividad se establecen metas.

Es en éste contexto que el liderazgo le dice al pueblo cristiano: «el que no sirve, no sirve». Gran daño se ha causado a muchos creyentes, siendo descalificados por que no son ganadores de almas como otros, y no son talentosos como otros y no son muy activos como otros. Muchos creyentes han sido injustamente marginados. Algunos han vivido en condenación y otros se han esforzado al extremo solo para estar a la altura de las expectativas del liderazgo.

Por lo tanto haré una consideración de ciertos principios bíblicos y algunas doctrinas que se ignoran cuando valoramos a un creyente por su efectividad y producción.

1. Si pensamos que somos mayores y mejores en el evangelio por nuestra actividad y producción, ignoramos que nuestros méritos por sí solos son como «trapos de inmundicia» para Dios (Isaías 64:6). En ese sentido, nuestra aprobación delante de Dios está basada únicamente en los méritos de Cristo y solo por eso somos considerados «aceptos en el Amado» (Efesios 1:6).

2. Establecer metas numéricas para alcanzar almas, es un método que no encuentra respaldo bíblico. Al hacerlo ignoramos la intervención exclusiva y soberana de Dios en la salvación. En otras palabras, al final es Dios quien decide los que serán salvos. Nosotros debemos predicar y descansar en el hecho de que Dios hace lo demás. «Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento» (1 Corintios 3:7). Además, la iglesia primitiva creció porque «el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos» (Hechos 2:47). Cuando testificamos, es Dios quien salva. Es Dios quien añade. No los creyentes, ni los «ganadores de almas».

3. Cuando lo único que demandamos de los creyentes es producción, se descuida un aspecto importante que tiene que ver con el estado y salud espiritual del creyente. El rey Salomón recordaba al liderazgo diciendo «Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, Y mira con cuidado por tus rebaños; (Proverbios 27:23). De esta analogía también se desprende la necesidad de cuidado y atención que necesitan las ovejas. En muchos ocasiones, la poca «efectividad» del creyente responde a situaciones difíciles y adversas que puede estar atravesando. En tal caso, esa persona debe ser fortalecida y sanada, cual oveja que ha sido herida.

Por lo tanto, debemos ser cuidadosos de no descalificar a nadie dentro de la iglesia. No debemos hacer comparaciones entre hermanos por sus habilidades, dones y talentos. La iglesia de Jesucristo debería ser conocida por el amor unos con otros (Juan 13:35). Seamos honestos en reconocer cuando hemos fallado en cumplir este mandato. Seamos humildes en pedir perdón. Restauremos relaciones y tratemos a todos por igual. Cristo murió por los que sirven y también por «los que no sirven».

Continuará…

 

CARGAR MÁS
Cargando