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Todas las familias experimentan desafíos, crisis y problemas. Unos más que otros, pero todos (incluyendo las familias cristianas) sufrimos alguna forma de dificultades. Sea con los hijos, sea en el matrimonio o sea en ambas. Pero de la misma manera que la biblia nos advierte acerca de problemas y dificultades (1 Pedro 4:12) en las Escrituras también encontramos principios y mandatos que nos enseñan cómo lidiar y superar los conflictos.

A diferencia de los incrédulos, los creyentes estamos obligados a guardar una conducta digna de nuestra vocación como hijos de Dios. Estamos llamados a conducirnos con piedad, santidad y madurez aún en los conflictos dentro del círculo familiar.

A continuación, algunos aspectos que debemos considerar cuando tratamos con los conflictos familiares.

Primero, debo destacar la importancia de la mansedumbre. Cuando surgen malos entendidos en la familia, debemos mantener una postura de templanza para no caer en provocaciones, sin dejarnos llevar por las pasiones. La ira y el enojo son combustible que aumentan el fuego de la discordia y solo traen destrucción y pérdida.

Segundo, sea que fuimos agraviados o quienes causaron los conflictos, el creyente debe abordarlos con una actitud sumisa y humilde. La arrogancia y el orgullo (para defendernos o justificarnos) solo traen división y discordia entre los miembros de la familia. En este sentido, un requisito indispensable y fundamental para la resolución de conflictos descansa sobre la base de perdonar o pedir perdón.

Tercero, es la importancia de procurar una conversación abierta y respetuosa, donde debe predominar el amor y la compasión. Mientras hay una atmósfera de confianza entre los miembros de la familia, la honestidad y la verdad estarán presentes. Sin embargo, esto no quiere decir que vamos a dejar pasar por alto las ofensas, el maltrato, la desobediencia o el pecado. Debemos procurar abordar estas cosas con la mira de no volver a repetirlas. Pero mientras el amor prevalezca, la verdad llegará como una invitada inevitable.

Asimismo, la oración individual y colectiva es la base donde descansa y reposa toda solución y victoria en los conflictos. El creyente que acude a Dios, deposita su confianza en El y espera una intervención divina cuando vamos a orar. Es por eso, que nuestra responsabilidad para resolver conflictos, debe incluir la oración dedicada, constante y fervorosa, porque solo Dios nos puede ayudar.

Para terminar, debo recalcar dos aspecto más para la solución de conflictos familiares. El primero tiene que ver con una disposición de hacer un seguimiento (días o semanas después) con el fin de asegurar la estabilidad familiar (para este efecto, se debe hacer preguntas entre los involucrados). Segundo, si los conflictos persisten, los miembros de la familia deben reconocer sus limitaciones y la necesidad de ayuda de parte de sus líderes espirituales (pastores, líderes o consejeros). Cuando algo «escapa» de nuestras manos (en especial en cuestiones familiares) debemos ser lo suficientemente humildes en reconocer nuestra necesidad de ayuda.

 

Textos bíblicos: Mateo 5:5, Gálatas 5:22-23, Efesios 4:15

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