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Mientras ordenaba mis cosas para mudarme de casa, encontré una de mis libretas de apuntes —de siete años atrás— en la que escribí una lista de situaciones que me impedían seguir a Cristo y servirle de corazón. Al leer los apuntes, me sorprendía ver que, a pesar de mis intentos por dejar las cosas de aquella lista, pronto volvía a alguna de ellas. Hoy reconozco que la mayoría de esas cosas me llevaban a adaptarme al mundo, a sus costumbres y cultura, en vez de a Dios y sus propósitos para mi vida.

Normalmente, las personas buscamos adaptarnos a la cultura que nos rodea, pero A. W. Tozer (quien fue pastor por más de 30 años y autor de más de 40 libros), nos dejó al respecto una serie de principios compilados y publicados en el libro llamado Cultura: La vida en este mundo como ciudadanos del cielo.

En este libro, Tozer señala los peligros y las consecuencias que la iglesia puede experimentar al adoptar actitudes seculares, en vez de someterse a las enseñanzas eternas de la Palabra de Dios. A través de este recurso, se reanudan algunas enseñanzas publicadas anteriormente por A. W. Tozer en distintas épocas de su vida, bajo un mismo propósito: confrontar a cada lector a la luz de las Escrituras.

Cultura

Cultura

Editorial Portavoz. 176.

Normalmente, las personas buscamos adaptarnos a la cultura que nos rodea, pero A. W. Tozer (quien fue pastor por más de 30 años y autor de más de 40 libros), nos dejó al respecto una serie de principios compilados y publicados en el libro llamado Cultura: La vida en este mundo como ciudadanos del cielo.

Editorial Portavoz. 176.

Caracterizados por Su luz y verdad

En cada uno de los veinticuatro ensayos que conforman este libro, uno por capítulo, el autor señala la importancia de no separar nuestra vida cristiana de la secular y explica por qué debemos ser y tener solo una “cara”, aquella que muestre la verdad del evangelio. Cuando esta verdad corre por nuestras venas y está arraigada en nuestros pensamientos, cada acción que realicemos mostrará un reflejo absoluto de Cristo y su Palabra. Así también, esperar la voluntad de Dios en una “inactividad correcta” demuestra que nuestra fe y cada uno de nuestros caminos están por completo en manos del Redentor y no en nuestras decisiones o en lo que el mundo nos ofrezca.

Que cada creyente enfoque su mirada solo en el Señor es la manera en que llevaremos el evangelio a toda criatura sin apartarnos de la verdad. Al formar parte de la iglesia universal y ser miembros de una congregación local, somos responsables de formar en conjunto “una viña saludable y fructífera que aporte honor a Cristo, una iglesia conforme al corazón de Cristo, donde pueda contemplar la aflicción de su alma y estar satisfecho” (p. 40). El autor señala que un aspecto relevante a considerar dentro de nuestras responsabilidades no es solo reconocer la sana doctrina, sino también aplicarla en nuestras vidas.

La verdad que Dios quiere que mostremos se vería profundamente alterada si apartamos nuestra mirada del Señor y la dirigimos hacia el mundo que está sumido en una cultura contraria a lo que la Palabra presenta. Tozer menciona que este cambio de mirada produce frialdad de corazón, falta de un espíritu de oración, incapacidad de percibir la presencia de Dios, entre otras inclinaciones negativas. Podemos luchar contra ellas y salir vencedores con la ayuda del Señor y también de su pueblo.

Una iglesia a prueba del mundo

Tozer señala la importancia de que las iglesias locales reciban dirección bajo un modelo bíblico correcto (como la iglesia en Tesalónica). Este modelo empieza bajo la dirección de Cristo, quien es la cabeza y autoridad principal de cada iglesia (Col 1:18). Luego se encuentran sus líderes humanos, quienes necesitan la orientación del Espíritu Santo (Hch 1:8) y también deben permitir que las Escrituras sometan “a prueba todas las creencias y todas las prácticas; no hemos de copiar métodos eclesiales que no estén respaldados por las Escrituras” (p. 72). 

Una iglesia centrada en Cristo será administrada, respaldada y guiada con el fin de ser luz en donde esté. A pesar de que el mundo ofrezca posibilidades para que la iglesia sea aceptada o se logre adaptar a la sociedad, ella será capaz de obedecer a su Redentor por amor y con sabiduría. A través de la Palabra, la iglesia comprenderá que no pertenece a un lugar que no fue capaz de recibir a su Salvador (Jn 14:17). Frente a esto, Tozer señala que “la unión real entre el mundo y la Iglesia no es posible en ningún caso. Cuando la Iglesia se une al mundo, ya no es la verdadera Iglesia, sino un lamentable híbrido, el blanco del desprecio sonriente del mundo y una abominación del Señor” (p. 131).

Debemos recordar que Cristo envió al mundo a sus discípulos. Él les advirtió que sufrirían por causa de la justicia, porque vivimos en un mundo caído y porque el mensaje de confrontación del evangelio generaría ese desprecio en la cultura del mundo. Sin embargo, somos llamados por Cristo a vivir en este mundo como Él vivió:

“El propio Señor Jesucristo es nuestro ejemplo perfecto, y Él no experimentó una vida dividida [entre santidad y pecaminosidad]. En presencia de su Padre, vivió en el mundo sin padecer esta tensión, desde su infancia hasta su muerte en la cruz… Mientras caminó entre los hombres fue equilibrado y apacible. Las presiones y el sufrimiento fueron consecuencia de su posición como el portador de pecados del mundo; nunca fueron el resultado de la incertidumbre moral o del desequilibrio espiritual” (p. 11).

Para ser y hacer iglesia en medio de la cultura contemporánea debemos identificar cuál es el mensaje correcto de las Escrituras para cada contexto particular. “La exhortación de Pablo a hacerlo todo ‘para la gloria de Dios’ es algo más que un idealismo piadoso; forma parte integral de la revelación sagrada, y debemos aceptarla como la propia Palabra de verdad” (p. 12).

Se trata de ser moderados

El autor propone que la iglesia (cada miembro) debe aceptar y aplicar primeramente la verdad de la Palabra, en vez de implantar costumbres propias de la cultura actual y de las distintas épocas según cada contexto. Pero también nos invita a ver que el Señor usa, para Su gloria, situaciones propias de cada cultura para que su Palabra sea proclamada. Se trata, en este sentido, de ser mesurados con nuestras acciones, con el fin de que estas no permitan que la verdad se vea absorbida por las costumbres ni la cultura de este mundo.

Cultura: La vida en este mundo como ciudadanos del cielo, presenta verdades bíblicas que te llevarán a reflexionar si en tu propia vida estás permitiendo que la cultura afecte la verdad del evangelio en tu vida. La importancia de reconocer estos efectos negativos estriba en que aún estás a tiempo de luchar contra ellos y vencerlos. Aunque vayas contra la corriente del mundo y seas rechazado, recuerda siempre que “el patrón de la vida cristiana es Cristo, no la sociedad, el creyente busca adaptación pero no al mundo, sino a la voluntad de Dios” (p. 85).

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