En 2010, el reconocido pastor Francis Chan renunció de manera sorpresiva al pastorado de Cornerstone, la mega iglesia que él mismo fundó en 1994 en California. A pesar de liderar una iglesia en crecimiento y gozar de una amplia influencia en el mundo cristiano, Chan dimitió al sentirse insatisfecho con la iglesia estadounidense contemporánea.
Tras su polémica decisión, Chan y su familia pasaron varios meses en Asia, experimentando de primera mano la manera en que las iglesias funcionan en países como China, Tailandia, e India. Durante este tiempo Chan fue testigo de la audacia, entrega, y sencillez de cristianos que se regocijaban al sufrir persecución por amor a Cristo y que vivían experiencias similares a las que describe el libro de los Hechos. Este viaje le permitió renovar el enfoque de su misión para regresar a Estados Unidos y fundar We are Church [Somos Iglesia], una red de iglesias en casas, en el Norte de California.
En Cartas a la Iglesia, Francis Chan examina aspectos de la iglesia contemporánea (principalmente del modelo de mega iglesia) que —según su experiencia y análisis bíblico— no se alinean con el modelo bíblico de la primera iglesia. Más que como un libro, el recurso se presenta como una colección de cartas, todas relacionadas entre sí, pero a su vez independientes. Cada carta o capítulo aborda un problema distinto de la iglesia contemporánea.

Cartas a la iglesia
Francis Chan
Además, el autor promueve las iglesias en casa como un modelo que a su entender es más bíblico. El modelo que presenta básicamente consiste en iglesias locales de 20-25 personas que se reúnen en casas y que son lideradas por dos pastores varones. Estos líderes tienen otros empleos, nunca han recibido un entrenamiento formal, y no reciben sueldo de parte de la iglesia. Los argumentos a favor de este modelo se basan en el funcionamiento de la iglesia primitiva e iglesias en sectores de Asia donde los cristianos son perseguidos y forzados a reunirse clandestinamente en casas.
Verdaderos discípulos
Una amplia porción de los primeros capítulos se enfoca en sacar a flote las falencias del cristianismo contemporáneo en Estados Unidos. Sin duda, muchos de estos aspectos también están presentes en diversas iglesias en Latinoamérica.
“Entre más estudio los Evangelios, más me convenzo que, los que vivimos en los Estados Unidos tenemos una visión distorsionada de lo que significa ser un ‘cristiano’; y es por esa razón que nuestras iglesias se encuentran en el estado en el que están. Una visión distorsionada del cristianismo solamente puede dar como resultado una iglesia distorsionada” (p. 153).
El libro argumenta que, con el fin de incrementar sus números, muchas iglesias usan el anzuelo del entretenimiento, diluyen el evangelio, y bajan el estándar de lo que significa ser un discípulo de Jesús. Estas iglesias no enseñan que para seguir a Jesucristo debemos negarnos a nosotros mismos, cargar nuestra cruz, y abrazar el sufrimiento por amor al evangelio. Según Chan, “hay millones de hombres y mujeres a quienes se les ha enseñado que pueden ser cristianos y [que] esto no les costará absolutamente nada” (p. 148). El autor exhorta a los cristianos a renunciar a la comodidad y apatía para vivir vidas cien por ciento consagradas a Dios. A la luz de la Biblia este estilo de vida no debería ser la excepción, sino la regla en todo cristiano.
¿Iglesias a nuestro gusto o conforme al diseño de Dios?
Asimismo, Chan señala que la cultura egocéntrica y consumista del siglo XXI ha permeado a la iglesia. Según su análisis, una basta cantidad de iglesias giran alrededor de los deseos y preferencias de sus asistentes. “La mayoría de las personas que asisten a la iglesia vienen a consumir, no a servir” (p. 100).
El autor sugiere que debemos examinar seriamente “si nuestra iglesia se dedica a complacer a Dios, o a complacer a los hombres; y si es Dios quien dirige nuestra iglesia, o somos nosotros” (p. 55). Esto nos recuerda que la iglesia es de Dios, no nos pertenece a nosotros; no debemos esperar que la iglesia se acople a nosotros sino buscar que se conforme al diseño de Dios. Indudablemente, “necesitamos regresar a la teología centrada en Dios en lugar de tener una teología centrada en el hombre” (p. 160).
Cuatro enfoques
Una de las secciones más importantes de Cartas a la Iglesia se encuentra en el capítulo 3. Allí, el escritor argumenta de manera plausible que numerosas iglesias han reemplazado las funciones básicas que Dios encargó a la iglesia por una cantidad excesiva e innecesaria de eventos, programas, y ministerios.
“Pareciera que la iglesia moderna está buscando constantemente qué más hacer. Queremos seguir las últimos estilos para el crecimiento en la iglesia, y pensamos que siempre hay algo más que nos falta por hacer” (p. 66).
Chan arguye que “Dios le ordena a la iglesia que se dedique a su palabra, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración” (p. 74). Estas cuatro prácticas son indispensables y contienen la sustancia de lo que deberían ser nuestras iglesias. Muchas iglesias contemporáneas han perdido de vista lo que realmente significa ser iglesia y se ha enredado en prácticas y actividades, que no son necesariamente antibíblicas, pero que distraen de lo que es realmente importante.
“Ya que la oración, la cena del Señor, la comunión y la lectura de la Biblia no son cosas que atraigan a multitudes, entonces comenzamos a añadir elementos que atraen a la gente. Alcanzamos una meta, pero es la equivocada, hasta llegar al punto en que, hemos agregado tantas cosas, que ya no podemos llamarla iglesia” (p. 113).
Idealización del modelo de iglesias en casa
Más allá de sus varios puntos edificantes, al leer Cartas a la Iglesia es imposible pasar por alto lo que es, en mi opinión, la gran falla del libro: el énfasis excesivo e idealización del modelo de las iglesias en casas. A pesar de que el autor declara que el Nuevo Testamento evita establecer un modelo preciso de cómo debe estar estructurada la iglesia (p. 196), a la vez se esmera por demostrar al lector que el modelo que su iglesia actual utiliza, el modelo de iglesias en casas, es mejor y más bíblico que los demás. Considero que no existe nada inherentemente malo en seguir el modelo de iglesia en casas, lo que encuentro inapropiado es presentarlo como una forma más pura de cristianismo o de comunidad cristiana.
Es importante tener claro que Dios en ningún lugar de la Biblia ofrece órdenes o instrucciones respecto al lugar donde la iglesia se debía congregar. Las Escrituras nunca enfatizan la ubicación o el tamaño de la reunión, sino que se centra en el propósito de esta y en la actividades que deben ser parte de nuestros servicios. Aunque es cierto que la iglesia primitiva se reunía con regularidad en casas (Hch. 5:42, Col. 4:15, 1 Cor. 16:19, Fil. 2), también se nos indica que los primeros cristianos se reunían en otros lugares (Hch. 2:46, 5:12, 5:42; 1 Cor. 11:17,22). Cabe también considerar que, muy probablemente, ante la hostilidad de los oficiales romanos y judíos, establecer sus reuniones en un lugar más grande no era seguro ni viable. El modelo de iglesias en casa era el método más factible y efectivo en aquel contexto; esto no necesariamente significa que sea el más efectivo en todos los lugares y épocas.
El escritor dedica varias líneas de su libro a resaltar las ventajas de su modelo predilecto, pero en ninguna instancia habla de las debilidades de su propuesta. Quienes han observado de cerca el funcionamiento de iglesias en casas, o participado activamente en este tipo de congregación, pueden atestiguar de sus falencias. Este estilo de congregaciones, como cualquier otro, tiene fortalezas y deficiencias. Algunos ejemplos de lo segundo son la falta de preparación de sus pastores, limitaciones logísticas, o la falta de orden y estructura administrativa. Creo que los líderes de cada iglesia deben orar y analizar sobriamente su contexto y los objetivos de la iglesia para decidir qué modelo es el más apropiado para su congregación. La historia del cristianismo nos da claros ejemplos de iglesias caseras saludables y fructíferas, así como iglesias grandes saludables y fructíferas. El modelo estructural es secundario, la esencia es lo primordial.
Un recurso útil
Cartas a la Iglesia es un libro corto y sencillo de leer. La pasión por Cristo y su iglesia se perciben en cada capítulo. Francis Chan es un hombre de convicciones firmes y su ferviente anhelo de transmitir el evangelio es contagioso. Las exhortaciones que hace son precisas y nos invitan a un autoanálisis sincero como cristianos y miembros de la iglesia de Cristo. Aunque el libro carece de balance e idealiza el modelo de iglesias en casas, opino que es un recurso útil y edificante. Todo cristiano, más allá de su contexto o trasfondo, puede beneficiarse de esta lectura.