Nadie puede negar el hecho de que hay verdaderos creyentes que en ocasiones se sienten espiritualmente secos.
No es que Dios se haya apartado de ellos; eso es algo que no podría ocurrir de ningún modo. Es que esas personas, creyentes genuinos, no pueden percibir la presencia de Dios en sus vidas como la han percibido en otros momentos.
En su encuentro de Cristo con la mujer samaritana, en Juan 4:14, Cristo promete al alma sedienta “una fuente de agua que brota para vida eterna” (B. de A.). Por eso, el que bebe de esta agua no volverá a tener sed (vers. 14ª).
Pero Cristo no promete allí destruir la sed, sino saciarla proveyéndonos un manantial de aguas. Si el Señor destruyera nuestra sed, nunca más sentiríamos necesidad de Él. Y como bien ha dicho alguien, Cristo no quiere santos auto satisfechos.
Lo que Él promete a la mujer samaritana, y a todos nosotros, es que si bebemos del agua que Él ofrece tendremos en nosotros un manantial inagotable donde saciar nuestra sed continuamente.
, citando a alguien más, dice lo siguiente al respecto: “Un manantial satisface la sed, no removiendo la necesidad que tienes de agua, sino estando allí para proveerte agua cada vez que estés sediento. Una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez”.
Y lo cierto es que muchas veces los creyentes nos sentimos más que sedientos; en ocasiones sentimos que tenemos el alma reseca, agrietada de tanta aridez. Y eso generalmente ocurre por una de tres razones.
En primer lugar, porque estamos bebiendo demasiado de las fuentes “evaporadoras” de este mundo, y bebiendo cada vez menos de la fuente que Dios nos ha provisto para calmar nuestra sed. No todo lo que se bebe calma la sed; algunos cosas más bien la incrementan. Es terrible cuando estamos sedientos y bebemos la bebida equivocada.
Y así le ocurre al creyente cuando se detiene demasiado en las cosas de este mundo, descuidando al mismo tiempo su comunión con Dios. Tarde o temprano sentirá como su alma se torna reseca y agrietada (comp. Jer. 2:11-13).
¿Es ese tu caso? ¿Te has dejado seducir por las cisternas rotas de este mundo que no retienen agua, y has descuidado la fuente de agua viva? No te extrañes, entonces, de que tienes el alma seca. No podría ser de otro modo, porque el que bebiere de esa agua que el mundo ofrece volverá a tener sed.
Pero otras veces el alma se reseca porque Dios no le está permitiendo en ese momento percibir Su presencia como en otras ocasiones. Los puritanos llamaban a esto “la deserción de Dios”. Es como si Dios desertara de nosotros y nos dejara solos.
Una vez más, debo insistir en que esto es una mera percepción, no una realidad. El sol se oculta tras las nubes en ocasiones, y no percibimos sus rayos ni vemos su luz, pero él sigue ahí sosteniendo la vida del mundo con su calor.
Pues de igual modo, Dios nunca abandona a un verdadero creyente. Él nos promete en textos como He. 13:5: “No te desampararé, ni te dejaré”. Es imposible que el Señor se aparte de uno de Sus hijos; pero a menudo permite que nos sintamos así.
En el Salmo 143:6-7, el salmista David describe la angustia del creyente cuando pasa por períodos como estos: “Extendí mis manos a ti, mi alma a ti como la tierra sedienta. Respóndeme pronto, oh Jehová, porque desmaya mi espíritu; no escondas de mi tu rostro”.
Muchas veces no entendemos por qué Dios obra de ese modo en nuestras vidas. Pero una cosa sí podemos decir con toda certeza: cuando un verdadero cristiano pasa por períodos como estos, si es un verdadero cristiano, en vez de alejarse de Dios lo buscará con más insistencia.
Así que si estás pasando por esa experiencia en este momento, primero dale gracias a Dios de que puedes percibir que no estás disfrutando de Su cercanía. Eso denota cierto grado de sensibilidad espiritual. Pero no te quedes ahí; ahora busca con insistencia el rostro de Dios en oración hasta que lo encuentres. Como bien señala el puritano William Gurnall: “El cristiano debe confiar en un Dios retirado”.
¿Sientes que Dios se ha retirado de ti? ¿Qué hizo David cuando sintió lo mismo que tú estás sintiendo en este momento? “Extendí mis manos a ti, dice él en el Salmo 143, mi alma a ti como la tierra sedienta”. El no buscó alivio en otro lugar; más bien, decidió buscar el rostro de Dios con más insistencia, porque él sabía que no había nada que buscar en ningún otro lugar.
Pero otras veces, el alma del creyente se reseca y se torna árida simplemente por un desgaste físico o mental prolongado. Dios nos ha hecho de tal manera que los problemas del cuerpo afectan al alma, así como los problemas del alma afectan al cuerpo.
Es un misterio cómo interactúan en el hombre el alma y el cuerpo, pero esa interacción es una realidad. Sentimos pena en el alma, pero derramamos lágrimas físicas por los ojos. Un desgaste físico y mental prolongado puede ocasionar en el creyente una falta de percepción de la presencia de Dios en su vida.
Ese creyente se verá a sí mismo atravesando por un valle de sombra de muerte, como ocurrió con el profeta Elías después de enfrentarse con la reina Jezabel y sus falsos profetas. ¿Qué hizo Dios con su siervo cansado? Lo puso a comer y a dormir, a recobrar las fuerzas perdidas.
Así que un creyente puede, por diversas razones, sentir su alma seca de Dios en un momento dado. Pero si es un verdadero creyente, dirá como el salmista en el Salmo 42: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”.
David no quería ninguna otra cosa que volver a experimentar esa cercanía e intimidad con Dios que tuvo en otros momentos de su vida.
En cierta ocasión me encontraba con mi familia de vacaciones, y en el hotel donde estábamos hospedados nos topamos con un niño pequeño llorando porque se había perdido. Así que lo tomamos con nosotros y lo llevamos a la recepción. Yo estoy seguro que en ese momento le hubiesen podido ofrecer de todo a ese niño, pero nada alegraría su corazón hasta ver a sus padres otra vez.
¿Has perdido de vista a tu Padre celestial? No podrás llenar ese vacío con ninguna otra cosa, sino con tu Padre celestial. Quizás algunas cosas te han distraído, y por eso no le percibes cerca de ti. Pero Él no se ha ido a ningún sitio, y tú necesitas urgentemente volver a reunirte con Él.
© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.